Francisco Aular
Él dijo: El que usó de misericordia con él.
Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo. Lucas 10:37
Caía la tarde en la recién inaugurada autopista
407 de la ciudad de Toronto, en la cual vivo. Estábamos a comienzos de
noviembre, y el frío que se sentía anunciaba que el invierno estaba cercano.
Venía de dar una conferencia en el oeste de la ciudad, cuando de repente, sentí
en el volante que debía detenerme; aminoré la velocidad y me detuve en el
hombrillo. Era la llanta derecha delantera desinflada. Busqué en la maleta del
auto y lamenté el que alguien hubiera tomado las herramientas de allí. Recuerdo
que oré así: “¡Bueno SEÑOR estoy en un aprieto!, no tengo celular y el único
número telefónico del cual dispongo es Jeremías 33:3: Clama a mí, y yo te
responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. Así
que dependo de Ti”. Los autos pasaban a gran velocidad, y al pasar cerca de mí,
levantaban una brisa tan fría, que atravesaba mi vestimenta y daba sobre mi
piel. En menos de diez minutos se detuvieron tres autos para ayudarme, pero sus
herramientas no servían. Lentamente, un camión enorme de transporte, haciendo
un tremendo ruido se detuvo a unos cuantos metros delante de mí; el conductor
se bajó, vino hacia mí, me dio las buenas tardes, y sin mediar más palabras, sacó
sus herramientas, se encorvó, y en cuestión de minutos cambió la llanta; no fue
necesario que yo le dijera nada, quise ayudarlo, pero él me dijo: "No,
usted está muy bien vestido. No se ensucie las manos". Terminó su trabajo,
pero él vio la disposición que yo tenía de recompensarlo con algo de dinero, y
me dijo en un inglés impecable: "No. Yo no cobro por algo así. En Canadá
tenemos un lema en estas cuestiones, "¡haz lo mismo con otros!"…
En momentos como ese, uno descubre que la palabra
"ayudar" es más hermosa que la palabra "amar" que tanto
predicamos. La verdadera humanidad se muestra ayudando a otros, socorriéndolos,
auxiliándolos sin preguntar nada. Como alguien dijo: "La disposición a
ayudar es la renta que nos pagamos los unos a los otros por nuestra existencia
como seres humanos". Todo el mundo está de acuerdo en que nos amemos los
unos a los otros, pero tengo que confesar, que muchas veces, esa frase se queda
en el mundo de las ideas y no se expresa en el mundo de la convivencia diaria.
Creo, sinceramente, que ayudar es amar, porque la ayuda es el amor sin
palabras. Escuché a un predicador sobre el tema decir: "¡Nada es bueno a
no ser que se haga!". Por ello, te invito, haz lo mismo con otros.
Oración:
Padre Nuestro que estás en los cielos:
¡Cuán grade es tu amor y misericordia al poner en
todo ser humano la capacidad de ayudar a otros! ¡Haz que en este día yo puede
representarte a Ti ayudando a otros como yo he sido tantas veces ayudado! En
esta hora pido bendición sobre todos aquellos que me han amado y ayudado. SEÑOR,
que yo pueda ser de bendición a otros. Que pueda irradiar tu luz, calentando el
corazón de otros con tus consejos. ¡Que no detenga yo la ayuda material a mi
prójimo! Que yo pueda ser como Tú eres: amoroso, perdonador y hacedor del bien.
En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Se precisa de un momento para ayudar, pero el
resultado de esa ayuda dura toda la vida.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para
llevarlo conmigo?
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