Francisco
Aular
"….Si te quedas callada en
este tiempo, el alivio y la liberación de los judíos surgirán de otro lugar;
pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¡Y quién sabe si para un tiempo como
éste has llegado al reino!". Ester 4:14
Al repasar
las páginas doradas del más venerable de los libros, la Biblia, encontramos una
historia que impresiona profundamente por su realismo y actualidad, el libro de
Ester. En efecto, el libro de Ester nos presente una de las más emocionantes
escenas de la Historia Sagrada, tanto para los judíos como para los cristianos.
En este libro no se menciona el nombre de Dios, pero la acción divina
está reflejada desde el principio hasta el final, porque entre otras cosas,
Dios es Señor de la historia. Esto es un hecho, lo crean los gobernantes de
este mundo o no. El tiempo de Dios no lo pueden medir los poderosos de esta
tierra, ni con sus relojes de más alta precisión ni con sus calendarios
colgados en la pared. El reino que hoy es mañana ya no estará.
Repasemos la
historia de Ester, habiendo el rey Asuero (Jerjes) repudiado a la reina Vasti,
la judía Ester vino a ser su esposa y reina de Persia. Ella, confiada en Dios y
sobreponiéndose a su debilidad, intercedió por su pueblo cuando el primer
ministro Amán concibió el proyecto de exterminar a todos los judíos, comenzando
por Mardoqueo, primo y padre adoptivo de Ester. Ester se preparó
espiritualmente con oración y ayuno, y tuvo un pensamiento que le acompañaba
día y noche: interceder por su pueblo. Valientemente dijo: "Y entonces,
entraré a ver el rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco que
perezca" ( 4:16), y con esta convicción metida como fuego en su corazón,
Ester, en un banquete, descubrió al rey
su nacionalidad hebrea y pidió protección para sí y para los suyos contra su
perseguidor Amán. El rey concedió lo pedido: Amán fue colgado en el mismo
patíbulo que había preparado para Mardoqueo, y el pueblo judío fue autorizado a
vengarse de sus enemigos el mismo día en que según el edicto de Amán, debía ser
aniquilado en el reino de los persas. En memoria de este feliz acontecimiento
los judíos instituyeron la fiesta de Purim (Fiesta de las Suertes), hasta el
día de hoy.
Esto nos
enseña la verdad de que, no se trata del tamaño del que decide hacer algo a
favor de su pueblo e inevitablemente entra en la lucha, sino la intensidad con
que una persona de profunda convicción por la libertad es capaz de luchar por
todos los medios pacíficos posibles a su disposición. Hace muchos años, un
estadista oriental lo expresó: "Quien quiera sangrar menos en tiempos de
guerra, tendrá que sudar más en tiempos de paz".
Estamos
enfrentando días difíciles en este mundo globalizado, lleno de problemas y
dificultades que también llegan a nuestras casas por los medios informativos a
cada instante. Los que estamos en cualquier lugar de la sociedad en la cual
Dios nos ha puesto, debemos usar nuestra influencia e iluminar con nuestra luz
la oscuridad reinante. El cristiano sabiendo que no es de este mundo pero que
vive en él, debe asumir intencionalmente una posición positiva por la justicia
y trabajar de todo corazón para lograr respeto mutuo, hermandad, libertad y paz
en todas las relaciones entre los seres humanos, los grupos étnicos y las
distintas naciones. Eso sí, no descuidar que por encima de todo, ¡es un
embajador de JESUCRISTO por donde quiera que vaya! No debe enamorarse tanto de
las cosas de esta vida temporal que descuide su verdadera misión en el mundo, ¡salvar
a tanta gente como pueda de la condenación que ya viene sobre esta "generación
maligna y perversa"! Además, debe saber que, sea cristiano o no, tarde o
temprano morirá como los demás mortales, y si de todos modos va a morir, por qué
no vivir y morir por la proclamación del evangelio de nuestro SEÑOR JESUCRISTO,
y si por hacer esto, los gobernantes de este mundo hacen leyes que lo impidan,
es tiempo de levantar la voz y hacerse sentir, y decir como Ester, nuestra
heroína: "Y si perezco, que perezca".
Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Gracias por tu presencia constante a favor de tu pueblo
y de los tuyos! Gracias por estar en este momento conmigo. Gracias porque me
amas y reprendes para que asuma mi misión histórica, el verdadero propósito de
traerme a este mundo. Ayúdame a servir; escucha ahora el ruego mío y dame tu
bendición. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Ora, ayuna y
pide que los demás que oren también por ti, y después, ponte en acción: ¡Haz
algo!
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para
llevarlo conmigo?
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