Francisco Aular
Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a
los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Lucas 14:17
En los tiempos de JESÚS, cuando los hombres
acaudalados celebraban una gran fiesta, cursaban dos invitaciones. La primera
era la noticia preliminar, contenía la invitación y las indicaciones para que
los invitados hicieran los preparativos necesarios para asegurar la asistencia;
la segunda invitación informaba que la fiesta estaba lista, y que los invitados
debían acudir; era un honor ser invitado por aquel anfitrión tan importante y
una ofensa rechazarlo. Así pues, podemos decir que, en la parábola que nos
atañe, ese Anfitrión, esa gran cena y los invitados a ella, representan la gracia
divina. Hoy, Dios está celebrando una gran cena y nos invita a ella; llegará el
momento en que el tiempo de la gracia habrá terminado, y sólo los que acudieron
a la invitación, disfrutarán de la gracia de Dios para siempre.
En la película premiada con un Oscar, “El banquete
de Babette” -es una película secular- se argumenta una historia del contraste
entre el plano religioso del legalismo y la gracia. En la historia, un pastor
perteneciente a una rama del luteranismo legalista, con sus dos bellas y
talentosas hijas reúne a su congregación en un pueblo de Austria. Sus
feligreses lo aman; él forma con ellos un grupo que se aísla de la sociedad.
Todos visten de negro, consumen una misma comida que consiste en pescado y
papas sancochadas, aderezada con cerveza y pan. Sólo se cantan himnos, y
algunos de ellos cuyas letras prometen un gran futuro en la Nueva Jerusalén.
Pues bien, el pastor muere y en su lugar, quedan
sus dos hijas: Martina, llamada así en honor de Martín Lutero, y Philippa, en
recuerdo de Felipe Melancton, éstos, dos grandes héroes de la fe. Todo está
lleno de austeridad. Sin embargo, el pecado está entre ellos, y con los años,
las raíces de amargura han hecho estragos en las relaciones de los lugareños.
Se introduce en la historia una francesa de nombre
Babette, que viene huyendo de la guerra de Francia, en donde ha perdido
todo lo que poseía; la mujer, en una fría noche de invierno, en medio de un
torrencial aguacero, llega a la playa cercana a aquella secta. Es casi la
medianoche cuando toca la puerta de la casa de las hermanas Martina y Philippa;
Babette les pide posada, y durante 12 años les sirve sin cobrar nada por ello,
sólo recibe hospedaje y comida; una inesperada circunstancia pone en las manos
de Babette, ¡diez mil francos!, las hermanas se alegran de que Babette sea
rica, pero, saben que con ese dinero ella saldrá a vivir una nueva vida, lejos
de ellas, sin embargo, sorprendentemente, Babette se queda con ellas, y, como celebrarán
el centenario del natalicio del pastor, Babette les promete hacer una gran cena
al estilo francés; así lo hace y en la fecha establecida, un 15 de diciembre,
entre los recelos de las hermanas y de los feligreses, ella sirve un banquete
inolvidable. Los invitados acuden, entre ellos un general que en tiempos
anteriores había cortejado a Martina; este general, había visitado un famoso
restaurante llamado el “Café Anglais” en París, en donde la jefa de la cocina
era una mujer. Los aldeanos empiezan a degustar aquella comida tan diferente a
los que por tantos años habían saboreado; habían acordado no preguntar nada
sino comerla toda. Todos los aldeanos hacen en la mesa lo que ven hacer al
general; solamente él va comentando cada plato y cada bebida; a medida que la
cena va avanzando, los feligreses se confiesan unos a otros sus faltas y se
piden perdón. Termina la fiesta, y en medio de la nieve se pierde el carruaje
del general…, se ve el cielo azul y estrellado en el horizonte.
La penúltima escena de la película es inolvidable:
afuera, los ancianos, como niños se toman de las manos alrededor de la fuente,
y cantan en medio de la noche los cánticos de su fe y de esperanza. Es una
escena que refleja que el banquete de Babette les había abierto la puerta a la
comunión y la paz unos con otros, y había comenzado en la aurora el despertar
de la gracia. Como lo dice la autora del libro en el cual se basó la película,
Karen Blixen, los feligreses se sentían, “como si de veras sus pecados hubieran
sido lavados, tan blancos como la nieve, y en este atuendo de inocencia
recuperada, estuvieran brincando como corderillos”.
En la escena final se ve a Babette sentada y la
cocina en completo desorden. Ella luce satisfecha; había honrado a sus
visitantes con una gran cena. “Babette, fue una escena encantadora”, le dice
Martina con gratitud. Babette, que había cocinado por 12 años la misma comida
en aquella casa, añade: “Yo fui la jefa de cocina del Café Anglais”. Las
hermanas piensan que Babette se regresará a París, pero Babette, les dice: “He
gastado todos los diez mil francos en esta cena, ¡no se asombren! Eso cuesta
una cena como ésta en el Café Anglais” ¡Los comensales no habían pagado nada!
tal y como la gracia: ¡gratis pero no barata!
¡Qué parábola! Así Dios, por su gracia, sin que nos
cueste nada a nosotros, nos invita a la salvación. El Señor nos invita a
su Cena. Con esto se unen las dos caras de la gracia para que sea efectiva: La gracia
da, la fe recibe. ¡Ese es el despertar de la gracia!
Oración:
Amado Padre Celestial:
Gracias Señor porque un día viste que yo no tenía,
por mí mismo, ningún mérito para llegarme a ti; pero por tu gracia me invitaste
a tu cena y me diste el nuevo nacimiento para poder disfrutarla por medio tu
amado Hijo, lleno de méritos, “lleno de gracia y verdad”. Ayúdame a decir a los
demás que hay Vida en JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La salvación por gracia se desprende de la
invitación que Dios nos hace a través de JESÚS. Usted está invitado a esta gran
cena; no ponga excusas y honre al Anfitrión.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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