viernes, 28 de septiembre de 2012

Dios no cambia


Francisco Aular

…Porque nunca decayeron sus misericordias, nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad (…) Yo, el Señor, no cambio.  Lamentaciones 3:22,23 (RV60), Malaquías 3:6 (NVI)

¿Conoce usted a personas cambiantes en su trato con los demás, un día fueron sus amigos pero ya no lo son? Usted ni sabe la razón ni el por qué lo dejaron. ¿Adónde ser fueron tantas promesas de amor?, ¿quién lo sabe? Ya tengo bastante tiempo en este barco llamado vida para saber que hasta yo mismo estoy viviendo cambios. En realidad, nuestro mundo es portátil, las cosas se usan y se botan. 
Por el contrario, ¡cuán diferente es nuestro Dios! Él no cambia ni muda de opinión. La seguridad de nuestra salvación eterna se encuentra en la inmutabilidad de Dios y no en la fidelidad de nuestra humanidad cambiante. Es contrario a la naturaleza de Dios cambiar de opinión.  Salvarnos hoy y echarnos mañana a la condenación no es su Plan, porque además de ser eterno e inamovible, tenemos un Dios compasivo; por su amor a nosotros Dios no varia ni se desgasta con el tiempo, permanece siendo el mismo “ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). Su misericordia para con nosotros es constante. Su voluntad es santa e incorruptible.
En cambio, nosotros nos damos cuenta de que nunca llegaremos a ser lo que realmente deberíamos ser. Mantenernos humillados bajo su amparo debe ser nuestra vida normal como cristianos nacidos de nuevo. Ciertamente, algunos piensan de sí mismos como impecables, según su propia opinión, ellos son buenos, pero esto se debe al hecho de que nosotros somos muy prestos a  recordar y a ver los pecados en los demás, y tenemos muy mala memoria para recordar los nuestros, y muy ciegos para verlos. No obstante, Dios nunca se cansará de amarnos y perdonarnos. No es el miedo a perderlo a Él lo que me hace ser santos, sino el hecho de que soy santo porque lo tengo a Él, pase lo que pase.
En mi juventud, en nuestra iglesia conocí a un joven que prometía ser uno de los mejores hombres de Dios que yo hubiera conocido, consagrado, tenía una amorosa voz al predicar, y cada vez que lo hacía, personas se rendían a los pies del Señor. Años después se apartó de los caminos que Dios tenia para él, y empezó a vivir su propia vida, nunca más volvió a la iglesia; sin embargo, no lo hemos abandonado, lo hemos visitado, le hemos hecho saber que Dios es fiel, que lo que comenzó en él lo perfeccionará, que Él lo ama y lo perdona; se mantiene echándole la culpa a otros de su alejamiento de Dios, la mayoría de sus presuntos enemigos ya murieron, todavía lo tenemos en nuestra lista de oración; sin embargo, nuestro amigo permanece en su condición, en realidad, no se perdona a sí mismo.
¿Por qué es tan difícil volverse al Señor cuando hemos fallado o fracasado? El orgullo herido y la vergüenza juegan un papel importante en ese proceder. Por eso, arrepentirnos, pedirle perdón y seguir sirviéndole debe ser nuestra actitud como cristianos en construcción que somos. Nuestro Dios es amor, y como el Padre amoroso que es, nos espera con sus brazos abiertos: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:18,19; RV60). Pida perdón a Dios, y perdónese. ¡Dios no cambia! Ahora bien, si nunca ha hecho una oración para recibir el perdón y el amor de Dios en JESÚS, hágalo ahora con la oración en el próximo párrafo, y envíeme por esta misma vía su decisión; tengo material disponible para ayudarlo en su crecimiento como hijo de Dios.

Oración:
Padre eterno:
Ahora entiendo que Tú me amas y que desde antes de la creación del mundo, quisiste que yo fuera parte de tu familia. Señor, con humildad te pido que perdones mis pecados, me arrepiento, y te ruego que vengas a mi vida. Gracias JESÚS por salvarme y de ahora en adelante, Tú eres mi Señor y Salvador. Amén.
Perla de hoy:
La venganza nos encarcela y nos aleja de Dios; el perdón nos libera.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tus comentarios