Francisco Aular
Con todo yo me alegraré en el SEÑOR, me
regocijaré en el Dios de mi salvación. Habacuc 3:18 (La Biblia de las Américas)
Vivimos tiempos
difíciles y no podemos ser indiferentes, tarde o temprano, nos tocará a
nosotros sufrir también. ¿Qué vamos hacer cuando por todas partes vemos sólo
pleitos y peleas, violencia y destrucción, además, vemos que los malvados
maltratan a los buenos y por todas partes se hacen injusticias, con nuestros
valores familiares pisoteados, dando mal ejemplo a nuestros niños, precisamente
por aquellos que debieran ser modelos para ellos?; ¿qué vamos a hacer cuando
los poderosos se lanzan sobres sus enemigos como el águila sobre su presa, y no
existe respeto por las autoridades por Dios establecidas porque esas
autoridades no respetan a los otros, y se burlan de los demás reyes, y de los
que están en eminencia en los distintos sectores de la sociedad?; ¿qué vamos a
hacer cuando sentimos que los malos vienen contra nosotros como un huracán que
llega, golpea y se va, pero son culpables de un gran pecado y es que no tienen
más dios que su fuerza? ¿Cómo vamos a poder enfrentar la vanidad de los
orgullosos que son como la muerte que siempre quiere más; son como la tumba que
nunca está satisfecha?; ¿qué vamos a hacer cuando le pedimos con gritos a
nuestro Dios que nos salve pero Él pareciera que no nos escucha, y nuestras
oraciones no pasan del techo? Todas estas interrogantes estaban en el corazón
del profeta Habacuc (alrededor del año 600 a.C.), cuando escribió el libro que
lleva su nombre. Este libro nos presenta la agonía del profeta ante el
sufrimiento del ser humano y la paciencia de Dios que no actúa tan rápido como
el profeta quisiera. Dios le responde al profeta diciendo que todos esos que
los gobiernan y los mantienen esclavos, algún día le rendirán cuentas, y por
fin, el profeta, encuentra la paz y hace su oración inmortal: Cuando yo escucho todo esto, me tiemblan los
labios y todo el cuerpo; siento que mis huesos se desmoronan, y el que suelo se
hunde bajo mis pies. Pero yo espero con paciencia el día en que castigarás a
los que ahora nos atacan. Aunque no den higos las higueras, ni den uvas las
viñas ni aceitunas los olivos; aunque no haya en nuestros campos nada que
cosechar; aunque no tengamos vacas ni ovejas, siempre te alabaré con alegría
porque tú eres mi salvador. Dios mío tú me das fuerzas; me das la rapidez de un
venado y me pones en lugares altos. (Habacuc 3:16-19 la Biblia traducción
actual).
Por encima de las
circunstancias que nos dominan -y no podemos esconder la cabeza en un hoyo-, el
cristiano nacido de nuevo es realista, sabe que la solución es divina y no
humana. Por ello, descansa completamente en Dios, mientras lleno de ánimo asume
su misión histórica a la luz de su destino eterno: Dios es paciente y no quiere
que ninguno se pierda, así que se lanza a la conquista de los hombres y mujeres
para su Señor y Salvador JESÚS, a pesar de todo.
Oración:
¡Dios
mío! A pesar de todo nuestros pecados y errores, yo sé bien que los seres
humanos somos parte de tu plan eterno de unirnos como una familia bajo el
dominio y poder de tu amado Hijo, eso me llena de gozo y por eso tiemblo en tu
presencia; si te enojas contra mi, no dejes de tenerme compasión, tu grandeza
ilumina los cielos; y la tierra entera algún día te alabará en el nombre de
JESÚS, amén.
Perla
de hoy:
Sácale provecho a la situación de hoy, proclamando
el futuro glorioso que nos espera, mañana.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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