Francisco Aular
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Romanos 8:18
Estamos en los últimos segundos de una competencia mundial de ciclismo, vemos que el ciclista está agotadísimo porque ha recorrido miles de kilómetros dándole la vuelta a su país…, pedalea, avanza, suda…, su rival más cercano está lejos de él, pero el ciclista no se confía…, el público lleno de furor patriótico lo vitorea…, el locutor radial se ha enronquecido de tanto ponderar el esfuerzo…, no hay nada más que otro pueda hacer porque el ciclista cruza la meta; todo el país se vuelve una locura, el deportista es el bicampeón indiscutible del ciclismo en todo Colombia, su nombre: Martín Emilio “Cochise” Rodríguez. Al día siguiente, en la prensa aparece una fotografía del famoso ciclista, en la que yace en el suelo después de su gesta deportiva, el cansancio y el calambre de sus piernas no le permiten estar de pie, sin embargo, en su rostro, combinado con las lágrimas del esfuerzo y del sufrimiento físico, también se dibuja la gloria del triunfo.
Pues bien sería genial vivir una vida sin problemas, y que cuando se llegue a Cristo se deje de sufrir, como lo asegura un gancho publicitario de una secta, pero, al contrario, JESÚS nos dijo claramente que tendríamos problemas en este mundo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33b). El Nuevo Testamento no sabe nada del cristianismo ligero que hoy se anuncia en muchos lugares. Es más, debemos saber, que Dios tiene un propósito detrás de cada aflicción. Así que, tarde o temprano, nos daremos cuenta de la verdad: ningún ser humano es inmune a los problemas, a las pruebas ni al sufrimiento. La diferencia entre el dolor de los hijos de Dios y el de los que no lo son estriba en nuestra actitud frente al mismo. En efecto, los cristianos nacidos de nuevo, sabemos que Dios puede usar nuestro sufrimiento para llevarnos a un nivel de madurez y espiritualidad más alto.
Una preciosa mujer de Dios que conocí en mi juventud, modelo de esposa de pastor y misionera, cayó postrada en cama con un terrible cáncer que la invadió. Pocos minutos antes de morir alguien le preguntó: “Hermana, ¿cómo se siente?”, ella hizo un esfuerzo y le dijo: “¡Me siento muy feliz en compañía de mi Señor!”. Ciertamente, los discípulos de Jesús vivimos y morimos entre el sufrimiento y la gloria.
Oración:
¡Señor lo que me pidas, te doy!
Ya sea en el valle peligroso,
o en medio del verano copioso
si me mandas Señor contigo voy.
Con ánimo pronto y muy sincero,
respondo de inmediato a tu llamado.
Conozco bien la voz del Ser amado
y atenderlo a Él, es lo primero.
Señor, ¿Qué pides tú de mí?
Cualquier cosa que sea te digo: sí,
y la victoria del martirio ciño.
¡No me quites Señor el sufrimiento;
si lo exiges por ti, sufro contento;
y mi fe se hace pura como un niño!
Francisco Aular. Primicias del alma
Perla de hoy:
Pídele a Dios que frente a las tormentas de la vida, puedas hundir tu ancla en su misericordia y su gracia.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios