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Martes, 6 de noviembre 2018
Lectura devocional: Proverbios 30:1-9
…
¡no me des pobreza ni riqueza! Dame sólo lo suficiente para satisfacer mis
necesidades. Pues si me hago rico, podría negarte y decir: «¿Quién es el
SEÑOR?». Y si soy demasiado pobre, podría robar y así ofender el santo nombre
de Dios.
Proverbios 30:8,9 (NTV)
Alguien dijo: “El dinero no hace la felicidad pero me calma los nervios” En
verdad, digámoslo: Todos deseamos ser ricos. Tener bienes es una de las
necesidades fundamentales del ser humano. Las riquezas nos seducen porque
encierran la idea es que seríamos felices si las tuviéramos, y abrigamos la
expectativa de que los bienes que llegáramos a poseer nos permitirán vivir
tranquilos. Sin embargo, quien ama lo que posee termina siendo poseído por
ello, y no encuentra tranquilidad ante el temor de perderlo. La felicidad es
otra cosa: no se puede comprar con toda riqueza que poseamos. La felicidad es
aprender a estar contento cualquiera sea la situación por la que pasemos, dijo
el Apóstol Pablo:
“No que haya pasado necesidad alguna vez,
porque he aprendido a estar contento con lo que tengo. Sé vivir con casi nada o
con todo lo necesario. He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación,
sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco. Pues todo lo puedo
hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas. (Filipenses 4:11-13,NTV).
¡Si Dios nos da dado el don de hacer dinero, usémoslo para la gloria de Dios!
¡Dios no nos ha dado el don de hacer dinero, de todos modos, Él nos sostendrá! “Pues
el reino de Dios no se trata de lo que comemos o bebemos, sino de llevar una
vida de bondad, paz y alegría en el Espíritu Santo. (Romanos 14:17, NTV).
Los profetas del Antiguo Testamento nos afirman la verdad de que todas las
riquezas provienen de Dios: “Mía es la
plata, y mío es el oro —afirma el Señor
Todopoderoso— (Hageo 2:8.NVI). “Recuerda
al Señor tu Dios, porque es él
quien te da el poder para producir esa riqueza…” (Deuteronomio 8:18). Dios
quiere que entendamos que el dinero en sí mismo es moralmente neutral, somos
nosotros los mayordomos de Sus riquezas, al invertirlo que le damos el
carácter:
“Pero los que viven con la ambición de
hacerse ricos caen en tentación y quedan atrapados por muchos deseos necios y
dañinos que los hunden en la ruina y la destrucción. Pues el amor al dinero es
la raíz de toda clase de mal. Y algunas personas, en su intenso deseo por el
dinero, se han desviado de la fe verdadera y se han causado muchas heridas
dolorosas. (1 Timoteo 6:9,10,NTV).
En efecto, aunque no es pecaminoso tener dinero y posesiones, es
definitivamente pecaminoso acaparar, adorar y codiciarlas como símbolos de
prestigio en esta vida y excedernos en edificar nuestra vida alrededor de ellas
porque se convierten -éstas riquezas- en un ídolo que se interpone entre Dios y
quien la posee: “No sea que me sacie y te
niegue, y diga: ¿Quien es el SEÑOR?”.
A mediados de la década de los ochenta, viviendo en mi país de origen,
Venezuela, recibí una invitación de un millonario evangélico para viajar a los
Estados Unidos y participar de las enseñanzas del “evangelio de la
prosperidad”. No acepté dicha invitación, pero otros colegas sí viajaron.
Lamentablemente fueron seducidos por las riquezas y los perdimos en ellas. La
enseñanza del “evangelio de la prosperidad” nos dice que Dios quiere que todos
Sus seguidores sean ricos y reciban en esta vida todo lo mejor: casas grandes,
carros lujosos, ropas ostentosas y todo aquello que enseña, el llamado “sueño
americano”… Me imagino que obtuvieron sus casas y otros bienes materiales, por
las facilidades que los banqueros estadounidenses ofrecieron, y que hoy, por
las codicias y la seducción de las riquezas de algunos pocos, el mundo
financiero mundial se ha colapsado. Me imagino que algunos de estos prósperos
cristianos habrán perdido mucho o todo. Permita el Señor que lleguen a la misma
conclusión de Salomón, uno de los hombres más ricos y famosos de la antigüedad, al final de sus días: “…No me des pobreza ni riqueza; dame a
comer mi porción de pan…” ¡Quedando al fin libres para nuestra única razón
de ser y hacer en este mundo: Predicar a JESÚS, nuestra única esperanza! Lo
único que nos llevaremos al salir de aquí, son las personas a las cuales alcanzamos
para el verdadero Evangelio de nuestro SEÑOR JESÚS.
Oración:
Amado Padre-Dueño
En verdad SEÑOR, Tú eres Dueño de toda
la tierra y de todo lo que hay en ella. Eres Dueño de nosotros también y de
todas tus criaturas. Enséñame que mi caminar en esta vida es frágil y que
avanzo hacia mi encuentro contigo al final de mi jornada. Nada traje a este
mundo y nada me llevaré de él. Vine aquí solamente con el propósito de llegar a
conocer a tu Hijo y por tu gracia, Él es mi SEÑOR Y SALVADOR. Dame las fuerzas
para que termine mi carrera cristiana con gozo, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
No
tienes verdadero gozo en tus riquezas y tu poder si JESÚS, no está en tu
corazón, y Él, te enseñe cómo usarlos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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