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Lectura
devocional: 3:13-15
Que el día que castigue las rebeliones de Israel,
castigaré también los altares de Betel y serán cortados los cuernos del altar,
y caerán a tierra. Amós 3:14 (RV60)
“¡Pónganse de pie que entra el señor juez!” Escuché la
voz del agente de la corte que se proyectó sonora en aquella habitación. Allí
estábamos representantes de la sociedad, delante de la presencia de un juicio.
Cada acusado entraba esposado. Escuchaba los cargos por el fiscal del caso, se
oía a la defensa y el juez dictaba la sentencia. Hubo uno de esos casos que me
llamó la atención. El juez leyó con toda claridad los cargos, las pruebas eran
contundentes y las palabras del magistrado tenían el tono de un hombre
apasionado por hacer justicia, esta actitud se constrastaba con la personalidad
del acusado que lucía tranquilo y sin inmutarse de pie delante del juez. Todos
hicimos silencio, mientras oímos la voz de la justicia, que dijo: “¡Culpable! Y
le sentencio a pasar el resto su vida en prisión porque usted es un peligro
para la sociedad...” Inmediatamente se escuchó la reacción humana en toda la
sala. Dos policías de enorme estatura se colocaron por detrás de aquel criminal y escuchamos el ruido
que hicieron los hierros de las esposas al cerrarse sobre las muñecas del
sentenciado. Aquel joven criminal, había escuchado desde niño la predicación
del evangelio, pero había sido rebelde al llamado divino.
Jucio es una
palabra importante en el libro del profeta Amós. Hemos dicho que el profeta
Amós, era un profeta vocacional sin preparación para un cargo como aquel, él no
era un sacerdote instruido. No obstante Amós fue fiel al llamado divino al
ministerio. Fue contemporáneo de los profetas Oseas, Isaías y Miqueas. Para ese
tiempo Israel estaba dividido en dos reinos: la casa de Israel al norte y la
casa de Judá al sur. Aquellos reinos habían prosperado materialmente y con ello
también, la injusticia, la corrupción, la avaricia, la opresión y la adoración
a los ídolos enemigos de Dios. Valientemente, Amós era el hombre de Dios, le
correspondió anunciar los juicios de Dios, sobre las naciones vecinas, se efoca
en la casa del norte, Israel. Le corresponde anunciar que Dios tenía una sola
respuesta a la rebelión, el castigo a través de la guerra por medio de los
imperios asirios y babilónicos, con sus secuelas de las guerras perdidas de
destrucción, esclavitud y muerte. ¡La historia nos habla del cumplimiento de la
profecía!
Negarse a obedecer la Palabra del SEÑOR es rebelión. Dios justo y santo
nunca pasará por alto la rebelión. La rebelión en todo ser humano puede ser
activa -hacer lo que no debemos-, o pasiva, -no hacer lo que debemos-. No hay
refugio posible en que un rebelde se pueda esconder de Dios. Toda rebelión
traera consigo el castigo divino: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos
de la gloria de Dios.” (Romanos 3:23, RV60).
El SEÑOR JESUCRISTO vino a dar Su preciosa vida por
nosotros, los seres humanos que desde la rebelión de Adan, éramos inescapables
al justo juicio de Dios: “Pues la paga que deja el pecado es la
muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús
nuestro Señor.” (Romanos 6:23 NTV). ¡El cielo es un regalo!
Por ello, predicar al Evangelio es anunciar las buenas
nuevas del perdón de Dios, nuestro arrepentimiento por todas nuestras rebeliones
es necesario para poder aceptar el regalo de la vida eterna que Dios nos ofrece
en JESUCRISTO. Todo ser humano necesita estar en paz con Dios y ser perdonado
de su rebelión. ¡Este es el Evangelio que predicamos!
Oración:
Amantisimo
Padre-Dueño
Te rindo todo mi ser en esta hora porque sé que mi
rebelión a tu Palabra es pecado. Ayúdame a afianzar el ancla de mi fe, amor y
esperanza en ti y solamente en ti, todo el tiempo que me resta de esta vida
temporal, y ser fiel hasta la muerte. Ayúdame también a ser un hacedor y
portavoz de tu Palabra por dondequiera que vaya. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Agradezca al SEÑOR por una salvacion tan grande,
eterna y segura.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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