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Lectura devocional: Colosenses 4:1-6
Sea vuestra palabra siempre con
gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno. Colosenses 4:6 (RV60)
Podemos tener la razón en lo que
digamos, aun con alto contenido de buena doctrina, y sin embargo, sin cortesía
en la palabra, no lograremos el efecto deseado. La cortesía nos enseña el
hablar con gracia y sazón. ¿Qué es la cortesía? ¿Es la cortesía un arte
perdido? Veamos.
Perdónenme, pero ilustraré esta
verdad de la cortesía mediante una alusión personal a un hombre sencillo, mi
padre, un humilde campesino, viví a su
lado solamente nueve años, pero recuerdo su trato con las demás personas
y con nosotros su familia; viajábamos del campo a la ciudad y por el camino nadie se escapaba de su
saludo: “Buenos días don”, si era un hombre de edad, “buenos días señorita”…
Niños al fin, mis hermanos y yo, llenos de curiosidad le preguntábamos: “Papá,
¿usted conoce a esa gente?”, “no, hijos –respondía, ¿no ven que no los llamé
por sus nombres-?”. Todavía
recuerdo cuando llegué al hospital en donde se encontraba grave, minutos antes
de morir, yo saludé a mis familiares y a los amigos que estaban a la entrada
del hospital, y jugándome con él le dije: “¡Papá, ¿y esa cantidad de gente que
está haciendo fila para verlo?”, me sonrió y me dijo: “Hijo por algo será…”.
Esas fueron sus últimas palabras.
Aquí en la ciudad de Toronto en
donde vivimos, sin duda una ciudad cosmopolita, en este gran país; aquí se
hablan unos 200 idiomas distintos, en las calles cada día. Desde luego “el
inglés mal hablado” es lo que hablamos mayormente todos los que hemos llegado
tarde en la vida al idioma, provenientes de muchas culturas. ¡Uno se sorprende
que la gente viene y va, sin saludarse; por ejemplo en el ascensor de mi
edificio, hace unos diez años que vivimos en este edificio, al principio -y
como aprendí de mi viejo-: comencé mi campaña de saludar, obviamente en inglés.
Nadie me respondía, pero seguí…una mañana al entrar al ascensor que estaba
lleno porque muchos niños con sus padres iban a tomar el bus escolar. Dije: “¡Buenos días señores!”...Nadie
respondió, pasaron unos largos segundos. Entonces, un niñito en una esquina y
con su tierna vocecita, dijo: “¡Buenos días señor!”. Así han pasado diez años,
y los vecinos al verme cada día, cada uno con una sonrisa matutina en sus
rostros, responden: “¡Buenos días vecino!”…
En efecto, al comportamiento
amable, de buena educación, de buen trato con los demás, y al cuidado y respeto
por las normas de urbanidad en el trato social, lo denominamos, cortesía. Sin
duda, la cortesía nos dará grande dividendos cuando ya no estemos aquí. No
obstante, con un asombro grande, cada día notamos que la cortesía ha sido
proscrita como una actitud burguesa o como una virtud secundaria, pasada de moda. La Biblia dice: “No
erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.” (1 Corintios
15:33,RV60).
Ciertamente, hoy sufrimos
una sociedad con expresiones llenas de violencia, en las que la agresión
menoscaba mucho lo que debe ser la vida normal de un ciudadano; la vulgaridad y
las malas palabras han empobrecido, nuestro idioma. Mi anhelo es que volvamos a la cortesía, al buen trato con los demás,
porque de todas maneras, vamos de paso por este mundo. Seamos corteses o no, de
todos modos, moriremos. Si de todos modos vamos a morir, recordemos que la
cortesía cubre las asperezas de nuestro carácter e impide que podamos herir a
los demás mientras estemos aquí. No prescindamos de la cortesía, ni siquiera
cuando tengamos que responder a los seres humanos difíciles. Que la cortesía
prevalezca sobre la grosería, el odio, el rencor, y que superemos los
obstáculos que en el diario vivir tendremos que enfrentar; saquemos nuestra
alegría interior, y expulsemos, muy lejos de nosotros, por inútiles, los
sentimientos y acciones negativas. Recordemos al Apóstol: Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que
sepáis cómo debéis responder a cada uno. Colosenses 4:6 (RV60).
Oración:
PADRE
ETERNO:
Hazme un
sabio para conducirme en este mundo de pensar y hablar con la cortesía de la
palabra en mis labios, de tal manera que sea un testimonio viviente del poder
de tu gracia en mí. Tu eterno y gran amor morando en mí, me harán puro y amante
de la paz; estaré dispuesto a pedir perdón y perdonar; mis buenas acciones,
estarán llena de compasión por el prójimo que como yo estamos aquí por un breve
tiempo en peregrinaje hacia ti. ¡Ayúdame a ser como tu Hijo amado en el nombre
de JESÚS. Amén!
Señor, que yo pueda responder con amor y cortesía
como tú lo hiciste, aun en los momentos más difíciles.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de
su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición para
disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por
obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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