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Lectura
devocional: 1 Pedro
3:8-12
Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos
a sus oraciones; Pero el rostro del
Señor está contra aquellos que hacen el mal. 1 Pedro 3:12 (RV60)
Vivimos muy cerca de una maravilla
natural, las famosas Cataratas del Niágara. Son una belleza en todas las
estaciones del año. Hace unos años, una familia amiga vino desde un país caribeño
a pasar Navidades con nosotros y se quedaron un mes; a mediados de enero,
cuando el invierno es más fuerte, hicimos planes para visitar las Cataratas;
mis amigos estaban entusiasmados con aquella primera vez que verían la nieve y
a ello se añadiría el hielo que se forma alrededor de la cataratas. Nos
levantamos temprano, y nos marchamos para contemplar, una vez más, la hermosura
de las Cataratas del Niágara. Había nevado mucho durante la noche, pero mi
vehículo abría camino al andar; íbamos tan entusiasmados y en tan alegre
conversación que no percibimos que no
habían vehículos circulando en la vía; solamente nosotros, con
esfuerzos, marchábamos. Llegamos y vimos a lo lejos el famoso espectáculo,
cuando nos disponíamos a bajar del vehículo, un auto de la policía, con sus luces de alarma encendidas, nos hizo
señas para que nos detuviéramos, y un policía se acercó y nos dijo: “señores,
hoy es el día más frío del siglo, y por precaución se recomienda que no se ande
en la calle, y mucho menos por esta vía, ¡por favor, devuélvanse y regresen
cuando no haya obstáculos en la vía!”. Obedecimos, pero, regresamos días
después a disfrutar plenamente del hermoso escenario.
¿Qué pasa
cuando Dios nos ordena a quitar los obstáculos que impiden nuestra comunión con
Él? Debemos entender que la oración
no es un monólogo, sino un diálogo entre las personas que se aman: Dios y
nosotros. La oración es el vehículo que nos transporta a la presencia de Dios,
pero nuestra conducta y el obedecer Sus mandamientos son los rieles por donde
la oración transita para llegar a ÉL. Si hay obstáculos en los rieles, la
oración no llega a su destino, a no ser una oración de arrepentimiento.
Aunque Dios en Su misericordia
para con sus criaturas pueda escuchar un clamor urgente por alguna emergencia
que tengamos, Él no se compromete a escuchar esa oración aunque sea sincera, si
primero nosotros nos nos hemos comprometidos seriamente con Él: “Porque los ojos del Señor están
sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones”. Esto lo comprendemos mejor cuando ocurren desgracias ya sea por causas
naturales o el terrorismo como en el caso de las Torres Gemelas de Nueva York
aquel fatídico 11 de septiembre de 2001. En aquel tiempo yo servía al SEÑOR en
Manassas, Virginia. La
gente se me acercaba y me preguntaban ¿Dónde estaba Dios que no evitó la muerte
de tanta gente inocente? ¿La respuesta puede ser y en dónde hemos puesto
nosotros a Dios?
De hecho, la Palabra de Dios responde:
“He aquí que no se ha acortado la mano del Eterno para salvar, ni se ha
agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre
vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su
rostro para no oír.” (Isaías 59:1,2.RV60).
En el Nuevo Testamento hallamos el
mismo principio: “Pero el rostro del Señor está
contra aquellos que hacen el mal.” El hombre a quien JESÚS sanó de su
ceguera de nacimiento al ser confrontado por lo judíos, declaró : “Y sabemos
que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su
voluntad, a ése oye” (Juan 9:31,RV60). Porque de algo podemos estar seguros,
una vida rendida a la voluntad de Dios, es definitivamente, lo que Dios mira
cuando oramos.
Oración:
Amantísimo
Padre-Dueño
Aquí estoy SEÑOR delante de ti, examina mi corazón y también mis
pensamientos, límpiame con el poder de tu gracia y de tu amor sin límites.
Ahora Padre inclina tus oídos y escucha mi oración y mi clamor delante de ti. ¡Gracias
Padre por oírme! Oro en el nombre de JESÚS. Amén.
Un corazón “contrito y
humillado” delante de Dios es, en realidad, lo que Él mira cuando oramos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de
su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición para
disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por
obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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