Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Lucas
22:39-46
Diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya. Lucas
22.42 (RV60)
Se afirma muy bien que existen dos jardines en la historia de nuestra
salvación: el jardín del Edén y el jardín de Getsemaní. En el Edén, Adán y Eva,
le dijeron a DIOS: “No sea hecha tu voluntad, sino la mía”. En cambio en el
jardín de Getsemaní JESÚS, oró al PADRE: “Pero no se haga mi voluntad, sino la
tuya”. Así que cuando fui a Israel, por nada del mundo dejaría de visitar a
Getsemaní.
Llegamos al Monte de los Olivos y al lado del Templo de Todas las
Naciones, con sus doce cúpulas representando las doce tribus, está ubicado el
Jardín de Getsemaní, pero cuando llegamos estaba cerrado, "¡no, no puede
ser!", exclamé con desilusión. A lo lejos, noté que el guardián del lugar
se dedicaba a las labores de limpieza, noté también que era un palestino. Le
hice señas para que se acercara, el hombre vino y nos dijo que cerraban el
lugar un día a la semana por labores de mantenimiento. Insistí, el hombre al
ver mi frustración se le ablandó el corazón, y haciendo señales de que no se lo
dijéramos a nadie, nos dejó entrar. Mi corazón saltaba de alegría y mis ojos no
dejaban de disparar imágenes de todo el lugar. Allí quedan todavía ocho olivos
originales, con más de tres mil años de edad, y en cierto lugar se contempla la
roca de la Agonía, donde se supone que JESÚS, oró, lloró y agonizó. ¡No pude
resistirme y me arrodillé, lágrimas de gratitud fluían de mis ojos! Me pareció
contemplar a JESÚS sufriendo, gimiendo en una agonía total, el sudor rojizo de
su frente, cayendo gota a gota sobre aquellas piedras, sentí que toda la tempestad
del mundo caía sobre sus hombros. Como lo vio, años después, el autor de
Hebreos:
“Mientras estuvo
aquí en la tierra,
Jesús
ofreció oraciones y súplicas con
gran
clamor y lágrimas al que podía
rescatarlo
de la muerte.
Y
Dios oyó sus oraciones por la gran
reverencia
que Jesús le tenía.
Aunque
era Hijo de Dios, Jesús
aprendió
obediencia por las cosas
que
sufrió. De ese modo, Dios lo hizo
apto para ser el Sumo Sacerdote
perfecto,
y
Jesús llegó a ser la fuente de salvación
eterna
para todos los que le obedecen”.
(Hebreos
5:7-9,NTV).
Más aun, estar ahí en Getsemaní era contemplar que a los ojos de un
Dios tres veces santo, el pecado es tragedia, dolor y desastre. No existe nada
bueno en el corazón del ser humano pecador, la obediencia a Dios es la columna
sobre la cual debiera descansar toda respuesta del ser humano al amor de Dios,
pero desde Adán -el habitante feliz del Jardín del Edén-, la desobediencia ha
sido nuestra única respuesta al Dios Santo.
¡Pero he aquí el segundo Adán: JESÚS! En Él, la obediencia es total.
En toda la historia de la salvación desde antes de la fundación del mundo,
Getsemaní es el punto de no retorno, es el punto del trueque, del intercambio:
¡Jesús toma el lugar del pecador! Nadie lo obliga a hacerlo. Pero el amor de
JESÚS es grande, y decide sobre esa base -como el primer Adán-, porque tiene
delante de sí el obedecer o el desobedecer. La lucha es real y se le da la copa
del precio que tendrá que pagar; la toma o la deja. Fue entonces que en mi
espíritu, escuché el final más feliz de toda la prueba de Getsemaní, y también
de mi oración: "Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga
mi voluntad, sino la tuya". Y, se tomó la copa hasta la última gota: ¡La obediencia,
por fin, había triunfado!
La copa de la obediencia, no fue tomada en la cruz, sino en Getsemaní.
En este jardín hubo batalla, pero en el Calvario hubo victoria. Sin Getsemaní,
no tuviéramos el Calvario, y sin éstos, no tuviéramos esperanza sobre el dolor
y la muerte que nos trae la Resurrección. Ante ésta visión de la Pasión de
JESÚS, cualquier sufrimiento nuestro, es cosa pequeña y debo aprender a beber
con Él, mi copa de la obediencia. Por eso en este momento difícil que estamos
enfrentando: ¿Qué más puedo pedirle a DIOS?, y con la poeta chilena Gabriela
Mistral, en esta hora en contemplación y meditación de estar cosas, puedo
cantar un: Himno litúrgico de víspera
Gabriela Mistral:
Esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
Oración:
PADRE
ETERNO:
¡Gracias
amado DIOS por enviar a tu Hijo a morir por mí! Tal razonamiento me hace
humillarme delante de tu amor, y rogarte que yo tenga fuerzas para seguir
predicando este mensaje. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
¿Está en alguna encrucijada de la vida? Escoja hacer la voluntad de
DIOS sin mirar el costo.
Interacción:
¿Qué me dice DIOS hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo
conmigo?
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