Francisco Aular
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Lectura devocional: Salmo 42
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh
Dios el alma mía. Salmo 42:1 (RV60)
La oración (3)
Francisco Aular
La oración, amigos, es adueñarse
de las bendiciones de DIOS.
Es saber hacer un diagnóstico correcto
y no confiar en nuestra condición.
Es admitir que nuestra fuerza es nada
y ampararse en la ley de la expiación.
Es acercarse en los méritos de CRISTO
que conquistó para nosotros posición.
Es mantener con Dios y con el prójimo
por encima de todo, buena relación.
Es saber en dónde el PADRE trabaja
y unirnos a Él, en la labor.
Es vencer el desánimo
con su efecto paralizador.
Es dominar la pereza, el cansancio
Y la distracción.
Es comprender perfectamente que hay
garantías de contestación.
"Clama a mí y yo te responderé"
dijo el SEÑOR.
La vida moderna deja poco tiempo para la
oración. No la propicia. Y, aún los mismos cristianos nacidos de nuevo estamos
cayendo en su trampa. Nos enfrentamos a problemas diarios que reclaman
prioridad, períodos de crisis, situaciones de angustia ante el incremento de
“toda especie de mal”. La maquinaria social nos asfixia porque queremos quedar
bien con todos. El sonido de todos nuestros aparatos, celulares, computadoras y
otros artefactos que nos mantienen comunicados con el mundo al mismo tiempo nos
alejan de los que amamos, teniéndolos cerca. Nos alimentamos de rutina y
agobio: Trabajo, comida rápida, trabajo, cena, televisión, cama, trabajo.
Cansancio. Preocupaciones. Nervios. Ansiedad. Perturbaciones. Insatisfacción.
Congojas. ¿Dónde cabe la oración? No hay espacio. Sin embargo, el espíritu y el
alma están vacíos. Tienen sed de DIOS, como lo dijera el poeta Amado Nervo:
Inútil la fiebre
que aviva tu paso,
no hay agua que pueda
calmar tu ansiedad
por mucho que bebas.
El alma es un vaso
que sólo se llena
con eternidad.
Sin embargo, la oración debe recuperar en nosotros su espacio perdido.
El salmista nos dice que el alma es un vaso que debemos llenar con la comunión
divina por medio de la oración: Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh
Dios el alma mía. Salmo 42:1 (RV60). En efecto, debemos hacer la oración, prioridad en la vida personal, en
la vida familiar y en la vida eclesiástica. La oración debe dejar de ser la
cenicienta en nuestras vidas para ser la reina. La oración es un diálogo con
DIOS y no un monólogo. Él nos habla por Su Palabra y nosotros por la oración.
La oración es el elemento de comunicación que el SEÑOR estableció para que los
seres humanos tengamos compañerismo con Él. La oración es el vehículo de
comunión para amar a DIOS por lo que Él es, y no solamente por lo que Él nos
puede dar. Ahora bien, la oración que prevalece no es fácil porque Pablo, dijo:
“Pues no luchamos contra enemigos de carne y
hueso, sino contra gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible,
contra fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de
los lugares celestiales.” (Efesios 6:12 NTV) ¡Tenemos que hacer un tiempo para
la oración porque la batalla es espiritual! Como en toda guerra, el ejército
del mal quiere cortar todos los caminos para que los recursos no lleguen a
nosotros, sus enemigos. Y, Podemos
estar seguros que el recurso más grande, después de la Palabra de DIOS, es la
oración. ¡No dejemos que el enemigo nos distraiga!
Pues bien, en las biografías de los hombres y mujeres que han hecho
historia en el avance del Evangelio, leemos que pasaban horas en oración,
clamando tanto por ellos como por sus generaciones.
Otra vez, en esta hora me viene a la mente esa extraordinaria mujer, la británica Susana Wesley que, a
pesar de tener diecinueve hijos e hijas, hallaba por lo menos una hora para
buscar al SEÑOR. Todos sus hijos sabían que no podían molestarla al entrar a la
cocina y ver a mamá de rodillas, tapada la cara con el delantal. ¿Cuál fue el
resultado? Ella fue la madre de dos hombres que cambiaron la historia del Cristianismo:
Juan y Carlos Wesley. El primero padre del gran avivamiento espiritual que
evitó que Inglaterra, pasara por un derramamiento de sangre como sí lo hubo en
Francia. Ese avivamiento impactó a Europa y cruzó el océano y llegó hasta
nosotros en todo el Continente americano. Por su parte, Carlos Wesley fue un
compositor de himnos que se han cantado y se seguirán cantando en las iglesias
cristianas. El mismo Juan Wesley, dijo de su madre: “Aprendí más de DIOS por
las enseñanzas de mi madre que de todos los teólogos de Inglaterra” ¡Alabado
sea el SEÑOR! No se trata de hallar tiempo para la oración, sino de hacerlo,
interncionalmente, de ponerla en primer lugar. Sí, hagamos de la oración,
prioridad.
Oración:
Padre eterno: Alabo tu bendito
Nombre porque nos has dejado la oración para comunicarnos contigo como nuestro
Padre. Te confieso en esta hora que necesito pasar más tiempo en tu compañía, y
ayúdame a hacer de la oración el centro de mi caminar diario, que como el
ciervo: yo tenga sed de ti. En el nombre de JESÚS. Amén.
Todas las actividades en la iglesia son buenas, son
necesarias pero las oraciones son indispensables para ver la gracia de Dios en
acción.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo
conmigo?
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