Francisco
Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Juan 5:30-47
Ustedes estudian con
diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y
son ellas las que dan testimonio en mi favor! Juan 5:39 (NVI)
Napoleón
Bonaparte el emperador francés, dijo: “Conozco
a los hombres y puedo decirles que Jesucristo no es meramente un hombre. Entre
él y cualquier otra persona en el mundo no hay término posible de comparación.
Alejandro, César, Carlomagno y yo, hemos fundado imperios. ¿Pero sobre qué
descansaban las creaciones de nuestros genios? Sobre la fuerza. Jesucristo
fundó su imperio sobre el amor; y en esta hora millones de personas morirían
por él”. Josh McDowell, Evidencia que exige un veredicto, pág.131 (Editorial
Vida, Miami Florida)1982.
La Biblia
es el testigo principal de JESÚS porque en sus páginas encierra las profecías
predictivas sobre ÉL en el Antiguo Testamento, como el Mesías prometido. En efecto más de 300 profecías
convergen en JESÚS. Lucas el evangelista, en su hermoso relato del domingo de
resurrección nos habla que el mismo JESÚS resucitado, reprendió la incredulidad
de sus díscipulos:
“Entonces
Jesús les dijo: —¡Qué necios son! Les cuesta tanto creer todo lo que los
profetas escribieron en las Escrituras. ¿Acaso no profetizaron claramente que
el Mesías tendría que sufrir todas esas cosas antes de entrar en su gloria?
Entonces Jesús los guió por los escritos de Moisés y de todos los profetas,
explicándoles lo que las Escrituras decían acerca de él mismo”. (Lucas
24:25-27,NTV).
En
realidad yo he comprobado el poder transformador de la Palabra y -su efecto no
solamente en mí- sino en millones de personas en el mundo, con razón dijo el
Apóstol Pablo: “Porque no me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío
primeramente, y también al griego”. (Romanos 1:16, RV60). Les recuerdo que en el
griego original en que se escribió el Nuevo Testamento, la palabra poder es el vocablo dunamis,
el cual dio origen después a la palabra dinamita…¡La
Palabra de DIOS es dinamita, es un poder benéfico para todo aquel que la
escuche y que la cree… y por eso destruye a todo argumento que se le oponga.
Un ejemplo
de ello me viene a la mente, hace unos cuantos años efectuamos un servicio de
bautismos en nuestra iglesia, entre el grupo que aquella mañana daba testimonio
de su fe en JESÚS, por medio del bautismo se encontraba una joven universitaria
que había sido musulmana. La joven pasó al micrófono, y dijo: “Siendo muy joven
me acerqué a mis amigos musulmanes, y ellos me fueron llevando poco a poco a su
doctrina… El líder de la mezquita me dio doctrina con su libro sagrado. Lo estudié
a fondo, participé de todos los ritos que le son permitidos a la mujer, sin
embargo, con todas esas prácticas religiosas, yo no tenía paz en mi alma.
Durante esa intranquilidad que yo tenía, llegó a la universidad una profesora
que todos los días traía a la clase
un ejemplar de la Biblia y lo colocaba en su mesa de trabajo. Un día me
acerqué, y le pregunté, ¿quién es JESÚS? En seguida ella me dijo, tomando la
Biblia en sus manos, ¡todo este libro habla de JESÚS!, te lo regalo. Se lo
agradecí, y a escondidas de mis otras correligionarias, guardé la Biblia. Esa
noche, literalmente, me bebí el sagrado Libro, especialmente los Evangelios; ya
en la madrugada me topé con el versículo de Juan que dice: “Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda más tenga vida eterna” (Juan 3:16). Obedecí al
Señor, depositando en ÉL toda mi confianza para salvarme y aquí estoy”. La
joven finalizó su intervención diciendo: “Tanto tiempo leyendo el libro sagrado
de los musulmanes, y solo conseguía temor y angustia, pero al entender este
solo versículo de la Biblia, y en consecuencia, arrepentirme de mis pecados,
sentí el perdón de DIOS, y con ello, una paz que nunca había encontrado…”.
¡Alabado sea el Señor por el poder de su Palabra!
¡Esto y muchísimo más hace por
nosotros el Libro de los libros! Con razón, recién convertido al poderoso
Evangelio, la hermana Felipa de Lávinz, encargada de la librería de nuestra
pequeña congregación, me hacía repetir este lema: “Lee la Biblia para ser
sabio, cree en ella para ser salvo y practícala para ser santo”. Ciertamente,
¡la Biblia está viva y activa en mí!
Concluyo diciendo: ¡Amo la Biblia
como testigo de JESÚS, porque todos sus 66 libros proclaman la historia de la
salvación del ser humano, y en esa historia el centro es JESÚS! Ciertamente,
por las páginas doradas de las Sagradas Escrituras, como los hemos dicho antes,
más de trecientas profecías del Antiguo Testamento convergen en nuestro
Salvador y Señor, ese fue el desafío que JESÚS le planteó a los judíos de Sus
días y también a nosotros dos mil años después: “Ustedes
estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas
hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor!” (Juan 5:39, NVI). ¡Alabado sea el Eterno!
Sí, la Biblia es testigo de JESÚS.
Oración:
Amado
SEÑOR:
¡Cuánto amo yo tu Libro! ¡Tú me hablas a través de tu
Palabra! Ella es luz en mi sendero. Es mi consejera fiel. Es mi mapa para
encontrarte a ti y tu santa voluntad. Señor, que de mí se lleven todo, pero que
me dejen tu Libro como mi única y suficiente compañía. Ayúdame SEÑOR a
proclamarla en medio de los tiempos difíciles en los cuales vivimos. En el
nombre de JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
La Biblia hace en un segundo lo que a la sabiduría humana le
es imposible: Produce seres humanos nacidos de nuevo para iluminar un mundo en
tinieblas.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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