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Lectura devocional: Salmos 34:8-11
Probad y ved que el SEÑOR es bueno. ¡Cuán
bienaventurado es el hombre que en Él se refugia! Salmos
34:8 (BLA)
Durante mi primer pastorado en la
ciudad de Maracay, Edo. Aragua, Venezuela, desafié a la Iglesia Bautista El
Buen Pastor a colocar una carpa para realizar una campaña evangelizadora en un
barrio de la ciudad muy conocido por su peligrosidad. Hicimos todas las
diligencias pertinentes con las autoridades civiles, levantamos la carpa y
realizamos la campaña evangelizadora; como resultado medio de centenar de
personas hicieron decisión por Cristo, entre ellos, algunos que habían sido
delincuentes. Preparé a un buen grupo para cumplir con la ordenanza del
bautismo y los presenté a la iglesia; yo les había enseñado que al dar su
testimonio personal no contaran los detalles de los pecados de su vida pasada
delante de los demás, tal vez por el nerviosismo, a algunos se les olvidó y
exhibieron sus pecados pasados como si fueran hazañas, pero el hombre que nos
conmovió a todos fue Alberto, había hecho muchas cosas contrarias a las normas
divinas y sociales, “perdónenme” dijo entre sus lágrimas, no soy digno de estar
aquí, pero cuando escuché el mensaje del amor de Dios, según Juan 3:16: “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Me arrepentí de mis pecados, y
hoy me siento un hombre nuevo como producto de la bondad de Dios, sólo me queda
invitarlos a todos ustedes que sigamos gustando y disfrutando el amor de
Dios…”. No hubo ojos secos en ninguno de los que allí estábamos.
El rey Saúl, por celo de liderazgo
y sed de poder, emprendió una persecución contra David con ventajismo,
ingratitud y engaño. David huyó y se mantuvo lejos de Saúl por muchos años. Sin
embargo, no hubo amargura en el corazón de David porque él llenó su corazón de
Dios. En el Salmo 34, un poema de David, escrito en aquellas circunstancias de
la persecución y de su exilio en un pueblo enemigo, aquel hombre de Dios no se
magnifica a sí mismo contando todos sus sufrimientos, sino que se concentra en
la bondad y protección de Dios: “Este
pobre clamó, y el SEÑOR le oyó, y lo salvó de todas sus angustias.” (Salmo 34:6.LBA).
A veces cuando
nos sentamos a comer, lo hacemos tan rápido que no gustamos nuestros alimentos,
ni damos las gracias a quien los preparó. Mediante nuestros sentidos físicos,
por medio de las bendiciones materiales y también las espirituales podemos ver
y palpar esta verdad: “Probad y ved que el SEÑOR es bueno.”, y como lo
esperaba el salmista, de esta manera, ayudar al alma y al espíritu a dar gloria
y gratitud a nuestro amado Dios, y así, vivir dichosos: ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en
Él se refugia!
Oración:
PADRE
ETERNO:
¡Qué
preciosa verdad expresó tu siervo David en este Salmo! Tú amado SEÑOR eres
digno de recibir nuestra alabanza en todo tiempo y en cualquier momento por ser
quien eres. He disfrutado de tu bondad toda mi vida, me has rodeado de tus
bendiciones, y aún en las pruebas y el sufrimiento he sentido que mi vida tiene
sentido porque al clamar a ti, respondiste librándome de mis angustias y
temores. Ayúdame SEÑOR a mantenerme en una continua alabanza por tu amor y
misericordias en torno a los que te temen reverentemente, en medio de los tiempos
y de las circunstancias. En el nombre de JESÚS. Amén.
¿Has gustado la bondad del Señor?
Una Biblia abierta dirigiendo nuestras vidas es señal inequívoca de estar
gustando Su sabor y deleite.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de
su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición para
disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por
obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe
algún pensamiento para llevarlo conmigo?