Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: 1 Corintios 13:1-13
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia,
el amor no es jactancioso, no se envanece. 1 Corintios 13:4 (RV60)
¡El verdadero
amor! Una ilustración: La pareja bella y prometedora que nos llegó a la
iglesia, me entusiasmó. Eran mis hijos espirituales, los había bautizado,
casado y presentado al Señor su primer hijo. Pero un día me llamaron, y me
dijeron las palabras que considero una de las más dolorosas que un pastor puede
oír: “¡Pastor, nos vamos de la iglesia!” La razón: habían encontrado una iglesia
más amorosa que nosotros, y ellos anhelaban un ambiente así. En realidad,
nuestra congregación a la que ellos y yo pertenecíamos, era un grupo de amados
muy normales, ninguno éramos perfectos, pero los rasgos de una iglesia madura
eran obvios. Pero ellos no lo veían así. Como un padre al cual el hijo, le da sus
razones para irse de casa, los dejé marcharse y les prometí que en cualquier circunstancia
de la vida, estaría al lado de ellos. Desde mi primer pastorado, pienso que las
ovejas que el Señor nos da en este peregrinaje ha sido una decisión que Dios
hizo desde antes de la fundación del mundo, y por lo tanto, puede terminarse la
relación temporal, pero en alguna manera nuestros lazos de filiación espiritual,
no terminan. Son eternos porque allí empezaron.
¡El verdadero
amor! ¿Sus característica? Por lo corto del espacio, nos detendremos en esta
característica: “el amor no tiene envidia…” Ciertamente, el apóstol Pablo, en esta carta a los
corintios, que es un monumento al verdadero amor, responde: “el amor no tiene
envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece”…La envidia es sentir pesar
por los talentos, dones y por los bienes de otros. Por eso, cuando la envidia llega a nuestros corazones, la vida espiritual
decae; comienzan las comparaciones, los juicios y con ellos, los celos, las contiendas,
divisiones y hasta el crimen. Hace muchos años, Salomón escribió: “Vi además
que tanto el afán como el éxito en la vida despiertan envidias. Y también esto
es absurdo; ¡es correr tras el viento!” (Eclesiastés 4:4 NVI) Más doloroso aún:
El que siente envidia se hace daño así mismo. Escribiéndoles Pablo a los
gálatas, no se anduvo por las ramas, y les señaló: “Las obras de la naturaleza
pecaminosa se conocen bien… envidia; borracheras, orgías, y otras cosas
parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales
cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19,21,NVI). Los cristianos nacidos de nuevo, poseemos dos naturalezas, una es
pecaminosa lo otra es divina. Dios estaría negando todos Sus principios espirituales y la libertad
del ser humano, si nos obligara a amar así. Por ello, el amor “ágape” es una decisión personal, en donde actúan:
el espíritu, la mente y la voluntad. Las emociones están lejos de esta clase de
amor al momento de decidirse amar, aunque pueden venir luego como resultado de
poner el amor en marcha.
¡El verdadero
amor! Su origen, claramente, tenemos que destacar lo que es el verdadero amor -en el griego original
en que escribió el Apóstol- es “ágape”, el amor de Dios, el amor incondicional
obrando en nosotros, los cristianos nacidos de nuevo. Esta clase de amor se
distingue en una persona porque “no tiene envidia”. Generoso como Dios mismo,
no envidia a otros lo que ellos posean; y si por circunstancias diversas los
demás lo superan, no se irrita, ni se sienta angustiado y desplazado; no es
celoso de que otros lo superen, y reciban la recompensa y la alabanza. Esta
clase de amor “no es jactancioso, no se envanece”. Es humilde, no vanidoso; no
ostentoso, ni deseoso de exhibir sus talentos o dones superiores o atraer
admiración no merecida; el amor no es arrogante porque no considera a nadie
inferior a él mismo, no se hincha con los halagos, ni se detiene ante las
críticas; el amor no adopta “aires de grandeza” personal porque sabe que como
todo ser humano es mortal.
¡El verdadero! ¿A dónde buscarlo? Usted no tiene que abandonar su casa para buscar
este amor, tampoco dejar a su iglesia…Los cristianos nacidos de nuevo, no
tenemos que ir a ninguna parte a buscar este amor porque habita en nosotros desde
que el Espíritu Santo, lo derramó en nuestros corazones (Romanos 5:5). Lo que
tenemos que hacer es mostrarlo en lo que somos y hacemos en cualquier parte en
donde nos encontremos, y contagiar a otros y embellecer el lugan en donde estemos.
Todos salimos ganando cuando nuestra calidad de ser humanos, posee y muestra el
verdadero amor.
Oración:
Padre justo y amoroso:
Tu derramaste tu amor en mí, cuando me arrepentí de mis pecados y confesé
que tu Hijo JESÚS es mi Señor y Salvador. Me esfuerzo en vivir en tu gracia
para impulsarme a mostrar el amor verdadero en lo que soy, lo que tengo y lo
que hago. Ayúdame a serte fiel y amar como tu amas. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
El en desierto de nuestra
vida, Dios nos ofrece un oasis: Su amor.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento a obedecer?
¿Existe
algún pecado a evitar?
¿Existe
algún nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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