Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: 1 Corintios 13:1-8
El amor… no se enoja fácilmente, no guarda
rencor.
1 Corintios 13:4a, 5b (NVI)
El psicólogo,
sociólogo y filósofo alemán -quien fue estudioso del tema del amor- Erich Fromm
dijo: “El amor infantil sigue el principio: Amo porque me aman. El amor maduro
obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo porque
te necesito. El amor maduro, dice: Te necesito porque te amo”.
Este gran
científico del mundo secular vio las diferentes clases de amor. A nosotros se
nos dificulta ver las diferentes clases del amor porque, instrumentalmente, en
castellano la palabra amor la utilizamos instintivamente. Por eso en castellano un hombre puede decir: “Amo
a Dios, amo a mi esposa y amo al carnaval de Brasil”. Y con una sola palabra,
hace toda una ensalada… En el griego diría, amo (“ágape” a Dios, en realidad
este es el amor con el cual Dios nos ama y nosotros debemos amarlo a Él); (“fileo”
a mi esposa, este es el amor que
uno siente en razón de la filiación) y amo al carnaval de Brasil; (“éros” este
es el amor pasional, sexual, intenso pero pasajero) ¡Sería todo un
contrasentido para un cristiano, porque “éros” no es palabra que se utiliza en
el Nuevo Testamento! Tomando como base lo que afirmó Pablo a la iglesia de
Tesalónica: “Y
el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor
Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23 RV60). Me
atrevería a decir: “ágape” es el amor del espíritu; “fileo” es el amor del
alma; “éros” es el amor que busca satisfacer al cuerpo, sin frenos del alma ni
del espíritu, mucho menos de Dios.
Muy distante
de este amor meramente carnal, el gran apóstol Pablo personaliza al amor de
Dios obrando en nosotros por el poder del Espíritu Santo, y nos habla de su
carácter, es decir su marca: “no se enoja fácilmente, no guarda rencor”. Debo decirlo,
no es asunto de que no se enoje nunca, pues el Apóstol a los cristianos de
Éfeso, les dice: Airaos, pero no pequéis;
no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:26-27
RV60). Creo que hay momentos en nuestras vidas,
cuando la injusticia y las circunstancias tocan nuestros valores cristianos, y
en ese momento, debemos manifestar nuestro desacuerdo. Callar es ser cómplices.
Pero eso sí, ¡no debemos perder la cabeza! El amor no se inflama por la ira, y
mucho menos, permanece allí. Nuestro descontento, en un momento dado, ataca el
problema pero no a la gente. La irritación, la ira descontrolada, al final es
una señal de nuestra derrota y no de nuestra victoria. Además de todo esto,
pudiéramos añadir: el que controla su genio y su lengua, será capaz de
controlar cualquier situación.
El
amor “no guarda rencor”. La palabra
griega para “guardar”, es “loguízesthai” que
significa “almacenar”. Es también un término contable para anotar las cuentas
por cobrar…Imagínese a usted viajando por la vida, llevando su libro de notas
de cuentas por cobrar. Allí ha ido anotando como algunos dicen:-las injusticias
de la vida con usted-. Usted recuerda esas cosas injustas que la gente le ha
hecho, a veces de años, y usted las saca y llora de ira e impotencia. Algunos
que le ofendieron ya murieron y otros viven felices…para decirlo sinceramente,
ni se acuerdan de usted. Pero usted esta preso por el rencor y la ira.
Una
vez vino un anciano a consultarme. Él era un excelente hombre de Dios, pero en
su tiempo de padre de cuatro hijos pequeños fue muy duro con ellos, y él
admitió delante de mí que ciertamente había sido demasiado severo con sus
hijos. Su hijo menor estaba casado pero no se relacionaba bien con su esposa e
hijos, entonces, fue a un psicólogo, y le consultó sobre su ira y sus rencores
con su padre. El psicólogo le aconsejó que encontrara un árbol y que se
imaginara que era su padre, y que azotara a aquel árbol, y después fuera a su
padre (debo decir que el hijo menor de aquel anciano tendría unos cuarenta y
cinco años). El hombre le hizo caso al psicólogo, le dio la paliza al árbol y
después fue a visitar a aquel anciano de ochenta y cinco años, y era viudo. La
alegría que siempre acompañaba la visita de aquel hijo, se convirtió en
tristeza, al decirle todo aquello y dejarlo. El anciano había llorado toda la
noche. Como resultado de la consulta conmigo, resolvimos que iríamos juntos a
la casa de su hijo. Llegamos, y al vernos nos atendió con mucha amabilidad. Le
dije el propósito de la visita. Su padre venía conmigo a pedirle perdón. Le
pedí que por favor no sacara su cuaderno mental en que tenía anotado todas las
injusticias de su padre. No valía la pena, no servía para nada. Porque veníamos
para borrar para siempre, el dolor de los recuerdos y el librarse de los
verdugos del rencor. Leímos la Palabra, y oramos. El anciano le pidió perdón a
su hijo, y su hijo lo perdonó. Los tres lloramos, y su nuera y sus nietos se
unieron en aquella inolvidable escena de amor y perdón. Después pude contemplar
por mucho tiempo los rostros felices de aquella familia que se sentaban juntos,
cada domingo en la iglesia. Años después, dirigí las honras fúnebres en el
entierro del anciano. Su hijo menor, pidió la palabra para decir algo. Sus
palabras resonaron en el ambiente: “¡Papá: perdí mucho tiempo odiándote…
gracias por hacerme libre!” Es posible que mucha gente, no entendiera aquella
escena, pero yo sonreí al ver en acción la naturaleza del amor.
Oración:
Padre nuestro, justo y misericordioso:
¡Alabado sea tu Nombre! ¿Quién como tú? Delante de ti, la nación más
poderosa del mundo, es como una gota de agua que cae del cubo. Vendrá el día de
tu ira santa sobre un mundo que te ha dado la espalda; pero ahora me extiendes
tu invitación amorosa para ser tu hijo; me arrepiento de mi pecado, me perdonas
y pones sobre mí, el sello de tu propiedad y ahora mi destino es tu reino y tu
cielo para siempre. Ayúdame a llevar, practicar y vivir esta nueva vida a un
mundo en crisis, en esta hora y siempre. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
Olvidar las ofensas que se nos
han hecho en el pasado comienza con el amor y el perdón.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe un algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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