Francisco Aular
Lectura devocional: Santiago 4:1-7
Acérquense a Dios, y él se acercará a
ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen
su corazón! Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se
convierta en llanto, y su alegría en tristeza. Humíllense delante del Señor, y
él los exaltará. Santiago
4:8-10 (NVI)
En estos días, -mayormente en los países de
tradición católico romana- se celebra el carnaval, y esto precediendo la
cuaresma. El carnaval es hijo de las antiguas fiestas de la carne, de las
saturnalias y las bacanales, celebradas por los griegos y también por los
romanos. Esta fiesta es tan antigua como la misma caída del ser humano de la
obediencia a su Dios Creador. El ser humano no contento con haberle fallado a
Dios, deshizo su amistad con Él. En vez de ser un socio de Dios para gobernar
el mundo, el ser humano decidió egoístamente hacer las cosas a su manera. ¿Cuál
fue el resultado de esa decisión? La muerte espiritual del ser humano, es
decir, su separación de Dios. Esto trajo como consecuencia que el cuerpo del
ser humano fuera totalmente invadido por una naturaleza pecaminosa, incapaz de
buscar a Dios y arrepentirse. Aunque el cuerpo en sí no es malo, sí es débil y
susceptible, lo que el apóstol Pablo va llamar carne o vieja naturaleza:
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para lo que están en Cristo Jesús, los
que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (…) Porque los que
son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del
Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte,
pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Y lo que viven según la carne no
pueden agradar a Dios” (Romanos
8:1, 5, 6,8 RV60).
Así, puede decirse que el carnaval es dar
rienda suelta a la carne con todos
sus deseos y pasiones contrarias a Dios. Es la religión de la antigua
Babilonia, la gran ramera, la cual ya está condenada hacia el final de la
historia de la humanidad como nos lo revela el Apocalipsis:
“Gritó a
gran voz: “¡Ha caído! ¡Ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de
demonios y en guarida de todo espíritu maligno, en nido de toda ave impura y
detestable. Porque todas las naciones han bebido el excitante vino de su
adulterio; los reyes de la tierra cometieron adulterio con ella, y los
comerciantes de la tierra se enriquecieron a costa de lo que ella despilfarraba
en sus lujos.” Luego oí otra voz del cielo que decía: “Salgan
de ella, pueblo mío, para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance
ninguna de sus plagas; pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y de
sus injusticias se ha acordado Dios” (Apocalipsis 18:2-5 NVI).
Ciertametne,
el cristianismo enfrentó con relativo éxito algunas fiestas paganas y las hizo
cristianas, tal y como la Navidad, que hoy es una fiesta que no encontraría
mayor oposición bíblica. Sin embargo, el cristianismo
religioso frente al carnaval, la fiesta de la carne, no ha podido hacer mucho,
hasta que la persona llegue al conocimiento de la Palabra de Dios, nazca de
nuevo y sea dócil a la dirección del Espíritu Santo.
Como toda fiesta surgida desde Babilonia en
la historia de la humanidad, el carnaval se disfraza de felicidad e inocencia,
pero de todas maneras, como el dolor de un payaso va debajo de la máscara, como
lo expresara ese gran poeta mexicano: Juan de Dios Peza (1852-1910), en su
profundo poema Reír llorando:
El
carnaval del mundo engaña tanto,
que
las vidas son breves mascaradas;
aquí
aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.
y también a llorar con carcajadas.
¿Puede un
cristiano nacido de nuevo celebrar el carnaval? Somos libres para hacer lo que
queramos, pero será mejor oír la Palabra de Dios: “Salgan de ella, pueblo mío,
para que no sean cómplices de sus pecados, ni los alcance ninguna de sus plagas”
(Apocalipsis 18:5). No conozco una celebración pagana que tanto dañe el
espíritu, el alma y el cuerpo como el carnaval. Sigamos el consejo del apóstol:
Humíllense delante del Señor, y él los exaltará. Si hemos nacido de nuevo y salido de las
tinieblas, no le hagamos caso al disfraz del carnaval.
Oración:
Padre eterno. ¡Gracias por buscarme y no cansarte
de extender tu misericordia hacia mí! Me sacaste hace muchos años de estas
celebraciones que me alejaban de ti, pero con tus lazos de amor santo me
trajiste a tu verdad. Gracias. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Sigue la Palabra de Dios cuyo rostro es verdadero y no tiene máscara.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
alguna lección por aprender?
¿Existe
alguna bendición para disfrutar?
¿Existe
algún mandamiento por obedecer?
¿Existe
algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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