Francisco Aular
Lectura devocional: Salmo 119:129-136
Guía mis pasos conforme a tu palabra, para que no me domine el mal. Salmo 119:133 (NTV)
“Fran, necesito
un favor tuyo, llévame al Hospital Universitario…”, escuché la voz
inconfundible de la hermana Emperatriz Camero de Arreaza aquella mañana. Desde
1964, año en el cual la conocí se había convertido en una consejera, tanto para
mí como para los demás jóvenes de entonces; era nuestra madre espiritual, en
realidad, para ella, toda la vida, fui simplemente “Fran”. Estaba recién salida
del hospital en donde Dios le había dado una cosecha espiritual abundante,
muchos de sus compañeros enfermos habían llegado a conocer a JESÚS por medio de
su testimonio, pero, mientras estuvo hospitalizada se le diagnosticó cáncer en
fase terminal, sin embargo, ella había seguido su vida lo más normal posible,
ya que su fe firme en el Señor la había preparado, durante toda la vida, para
aquel momento.
Aquella mañana,
rápidamente la busqué en su casa la llevé al Hospital mientras hablábamos:
“Fíjate que no voy a consulta, sino a llevar una Biblia de regalo al médico que
ha estado a mi lado por muchos años…”. Llegamos al consultorio de su médico
pero no estaba allí, le dijeron el lugar en donde estaría, y allí también lo
buscamos, infructuosamente, así anduvimos buscándolo por varias horas, por los
pasillos y salones de clases de la Facultad de Medicina de la Universidad Central
de Venezuela, porque ella no quería irse sin darle el precioso regalo que tenía
en sus manos. Caminábamos, ya sin esperanzas de encontrar al médico, cuando, de
repente, ella me dijo: “¡Fran, allá va…!” Corrí hacia él, y le dije, “doctor,
una paciente suya lo busca”, el médico fue hacia la hermana Emperatriz y le
dijo tiernamente: “¡Viejita! ¿Qué haces por aquí?”, sin pérdida de tiempo la
hermana fue al punto: “Doctor, quiero poner en sus manos la Santa Biblia, ella
ha sido mi compañera de viaje desde mi niñez” –yo observaba a cierta distancia
la hermosa escena-, el médico mostró su gran aprecio por aquel regalo, y le dijo:
“¡Viejita, yo también haré de la Biblia mi compañera de viaje de aquí en
adelante!”…
¿Por qué una
mujer en las postrimerías de sus días en la tierra piensa en una persona amada,
lo busca y no se tranquiliza hasta poner en sus manos la Biblia? Porque la
Biblia es la Buena Noticia de la salvación por nuestra fe en JESÚS, y nosotros
como cristianos nacidos de nuevo tenemos el mismo sentir de Dios: “El Señor no retarda
su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con
nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento” (2 Pedro 3:9; RV60).
En verdad, el
Padre eterno ha determinado que el ser humano, juntamente con sus ángeles, estén
con Él para siempre en la eternidad futura. Pero nuestros primeros padres, Adán
y Eva, desobedecieron a Dios y decidieron emprender su propio camino en este
mundo, y, ¡por allí anda toda la humanidad hasta hoy! Extraviada del plan de
Dios para sus vidas, y no encuentra la manera de volver al Paraíso perdido. Toda
la Biblia es la historia del Paraíso en donde Dios nos puso, la pérdida de ese
Paraíso, cómo recobrarlo por fe y cómo andar en él hasta que se acabe nuestra
jornada terrenal como seres humanos. Al final de nuestra vida aquí en la tierra
comprenderemos que la decisión más importante que hicimos en nuestro breve paso
por aquí fue, ¡nacer de nuevo! ¡Sin el nuevo nacimiento no habrá eternidad
futura en el cielo o Paraíso recobrado por el Señor JESÚS para nosotros!: “Así como todos
mueren porque todos pertenecemos a Adán, todos los que pertenecen a Cristo
recibirán vida nueva” (1 Corintios 15:22; RV60).
Como bien lo
entendió la hermana Emperatriz Camero de Arreaza, la vida cristiana es un
“andar” de día en día y de paso en paso. JESÚS dijo: “Mi reino no es de este
mundo…”. El cristiano es ciudadano tanto de la tierra como del cielo cuando se
hace miembro de la familia de Dios: “Así que ahora ustedes, los gentiles, ya no
son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo
santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19; NTV) ¡No
somos unos desconocidos y extranjeros para Dios!, sin embargo, es lo contrario
para el mundo con todos sus deseos y sus vanidades: “Queridos
amigos, ya que son «extranjeros y residentes temporales», les advierto que se
alejen de los deseos mundanos, que luchan contra el alma” (1 Pedro 2:11; NTV).
Pablo describe a los cristianos nacidos de nuevo como “seguidores del Camino”.
Los seguidores del Camino van de paso, no echan raíces que los aten en este
mundo temporal porque tienen un propósito superior: “Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por
venir” (Hebreos 13:14). Los seguidores del Camino tienen su mente, corazón y
vista fijos en JESÚS, quien dijo: “Yo soy el camino y la verdad, y la vida;
nadie vine al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
Ahora bien, es
gran ganancia dejar que la Biblia dirija nuestros pasos en nuestra corta o
larga jornada en esta tierra. En efecto, nuestras oraciones, el Espíritu Santo
y la iglesia están aquí en la tierra para ayudarnos a cubrir la jornada;
mientras oramos pidiendo la dirección de Dios, el Señor nos responde y sostiene
por el poder de su Palabra. Por eso, la Biblia es nuestra compañera de viaje.
Oración:
Amado Padre eterno: Gracias por tu Palabra viva la
cual por tu gracia ilumina mis pasos, fortalece mi fe y me llena de esperanza
con tus promesas cada momento y en cada paso. Ayúdame a hacerla mi compañera
inseparable de mi jornada terrenal. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
Mientras oramos pidiendo
la dirección de Dios, el Señor nos responde por medio de su Palabra.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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