Francisco
Aular
Lectura
devocional: Jeremías 29: 4-14
Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad
por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz. Jeremías 29:7 (RV60)
El gran biógrafo francés,
André Maurois (1885-1967) dijo: “El universo es indiferente. ¿Quién lo creó?
¿Por qué estamos aquí sobre esta diminuta pila de barro girando en el espacio
infinito? ¡No tengo la más leve idea y estoy muy convencido de que nadie la
tiene!”.
Afortunadamente, los
cristianos nacidos de nuevo le creemos a la Palabra de Dios, la Biblia, y como
lo escribió un poeta, hace muchos años: “Santa Biblia para mí eres un tesoro
aquí; tú contienes con verdad la divina voluntad; tú me dices lo que soy, de
quien vine y a quien voy”. Los verdaderos hombres y mujeres de Dios saben su
razón de ser y hacer en este mundo. En efecto, nosotros tenemos un propósito
divino que deriva en una tarea divina para llevarla a cabo mientras estemos
aquí, para usar las palabras de Maurois, en “esta diminuta pila de barro
girando en el espacio infinito”. ¿Cuál es nuestro propósito supremo en esta
vida? Llegar a conocer a Dios a través de nuestra fe en JESÚS y adorarlos con
todo lo que somos y tenemos. ¿Cuál es nuestra tarea divina? La misma que trajo
a JESÚS a la tierra: “Pues el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar
a los que están perdidos” (Lucas 19:10; NTV).
¡Necesitamos ser instrumentos
de paz para poder realizar la labor evangelizadora, pacífica y tranquila, en
mundo cambiante e indigente de la Palabra de Dios! Esta es la razón por la
cual, necesitamos interceder en oración por los seres humanos y los que nos
gobiernan a nivel mundial: “En primer lugar, te ruego que ores por todos los
seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias
por ellos. Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en
autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada
por la devoción a Dios y la dignidad” (1 Timoteo 2:1,2; NTV).
Los profetas fueron
instrumentos de Dios para llevar al pueblo la Palabra de Dios. Tal es el caso
de Jeremías (627 a.C.-586 a.C.), a quien se conoce como el profeta llorón. En
realidad, le haríamos mayor justicia si lo llamáramos el profeta valiente.
Jeremías es uno de los grandes hombres de Israel de todos los tiempos, su
historia se registra durante el período más oscuro y vergonzoso de la historia,
tanto de Judá como de Israel. Abundaba la idolatría, la inmoralidad, degradación de la adoración al Dios verdadero
y de la fe como mucho antes se les había enseñado y practicado en el pueblo del
Señor. Lo cierto es que le correspondió a este hombre de Dios ser el predicador
no tanto de las buenas noticias, sino de las malas noticias. Durante cuarenta
años su mensaje llamó al arrepentimiento al pueblo judío. No fue oído. En
consecuencia, Judá fue deportado a Babilonia y estuvo allí, durante setenta
años profetizados, pero al final, la gracia de Dios predominó y correspondió a
Jeremías dar las buenas noticias de perdón y restauración: “Pues yo sé los planes
que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo
malo, para darles un futuro y una esperanza” (Jeremías 29:11; NTV).
Un asunto es
importante, cuando estemos orando por la paz del mundo, debemos hacernos parte
de las soluciones y no de los problemas en este mundo tan complicado en donde
vivimos. Si procuramos la paz del lugar, la nación y el mundo en donde estamos,
tendremos paz también: “Y procurad la
paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová;
porque en su paz tendréis vosotros paz” (Jeremías 29:7; RV60).
En otras palabras, debemos ser instrumentos de
paz por dondequiera que vayamos. Al respecto, permítanme relatarles algo muy
personal, cuando llegué a trabajar en el Estudio fotográfico Luz y Sombra,
siendo un jovencito de tan sólo 13 años, mi jefe me confió la limpieza de su
biblioteca, y eso fue provisión de Dios porque también me dio permiso para que
en mi tiempo del descanso al mediodía, bebiera y comiera de aquellos libros.
Así lo hice. ¡Desde allí los libros han sido mis compañeros en el camino! Allí
nació mi amor por ellos. Bueno todavía recuerdo la Oración por la Paz; el jefe
y dueño de nuestra empresa, tenía en un estante, bien enmarcada, la oración. En
aquellos años, se pensaba que Francisco de Asís la había escrito, hoy se sabe
que posiblemente, no. Especialmente la organización Alcohólicos Anónimos ha
popularizado esta oración. De todas maneras sea quien sea el autor de esta
oración es pertinente, bíblica y bella. Allí está:
Oración por la paz
Señor, haz de mí un instrumento de tu
paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo
esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Maestro, que yo no busque tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita
a la vida eterna.
Oración:
Padre,
quiero ser un instrumento tuyo para bendición de los seres humanos de mi
generación. Ayúdame a ser un instrumento de tu paz por donde vaya. En el nombre
de JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
Mostrar la paz de Dios en
nuestro entorno, en el andar diario de nuestro breve paso por la vida, nos hace
instrumentos de paz.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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