Francisco Aular
Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a
quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno
de los montes que yo te diré. Génesis 22:2 (RV60)
¿Has llegado a un punto en tu andar con el Señor en
el cual Él te invita a una obediencia total, es decir, al monte Moriah? ¿En tu
relación con el Señor sabe Él que tú no le negarías a tu Isaac? Al referirnos a
un sacrificio de obediencia al Señor en el monte Moriah no estamos hablando de
pecado, sino de algo de suma importancia que Dios mismo nos ha regalado, como
el caso de Isaac, el precioso hijo que les nació a Abraham y a Sara en su
vejez; él era alguien muy valioso.
¿Cómo hace uno para llegar al monte Moriah de la
obediencia total? Vemos la vida de Abraham hasta a este punto, y entendemos
mejor cómo aquel hombre, “padre de la fe” se había preparado poco a poco en su
transitar con el Señor. En primer lugar, Abraham renuncia a su tierra y a su
parentela (Génesis 12:1); luego, viene la separación de Lot, su sobrino, quien
escoge lo mejor para sí mismo y deja la peor parte a su tío; Abraham no espera
mucho para ver a su querido sobrino acercarse a su propia perdición, “y fue
poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres eran malos y pecadores
contra Jehová en gran manera” (Génesis 13:12,13); luego le nace Ismael, pero al
no ser el hijo de la promesa, sus propios proyectos y esperanzas para aquel
hijo se desvanecen, solamente, después de una vida de obediencia y fe, Abraham
estuvo preparado para la obediencia total a Dios en el monte Moriah.
Es de notar que la tierra de Moriah estaba a tres
días de camino de donde vivía Abraham, este era un buen trayecto para pensar y
repensar lo que Dios le estaba exigiendo, el sacrificio de su propio hijo
Isaac. Me imagino a Abraham llevando a Isaac de la mano, quizás un niño de doce
años; el mandato claro de Dios tenía que estar en su mente a cada paso: “Toma
ahora a tu hijo, tu único Isaac, a quien amas (…) y ofrécelo allí en
holocausto”; su corazón debió quebrarse en mil pedazos cuando tomó el cuchillo
para sacrificar a su amado hijo, y éste le pregunta: “Padre mío, he aquí el
fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?”. No sabía
Isaac que el cordero era él.
El pasaje bíblico está cargado de profundo
significado espiritual. Abraham prefigura al Padre eterno que “no escatimó ni a
su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Romanos 8:32). Muchos
años después, el monte Moriah fue el lugar en donde se construyó el magnífico
templo de Dios. Como sabemos, Dios detuvo la mano de Abraham: “No extiendas tu
mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque yo conozco que temes a Dios,
por cuanto no me rehusaste a tu hijo, tu único”. Así, el milagro de Isaac, y el
sacrificio de un cordero en su lugar eran las piedras fundamentales de aquel
templo de adoración. Por otra parte, Isaac es figura de Cristo, ofrecido en holocausto en
nuestro lugar (Hebreos 5:10), así, en forma dramática se nos anticipa que
JESÚS, el unigénito hijo de Dios, moriría muy cerca del monte Moriah, en otro
lugar muy famoso ahora, en el monte Calvario.
Dios puede pedirte en esta hora el sacrificio de lo
más grande que Él te ha dado. A lo mejor te pide que abandones tu amada patria
y vayas como misionero a otro lugar. A lo mejor es a tu amado hijo o hija que
Dios enviará lejos en una misión; a lo mejor es una propiedad… Dios puede
pedirte que en el monte Moriah de la obediencia total, le entregues tu salud,
tus riquezas o tu comodidad, sin embargo, Dios no te pedirá nada sin que
primero te hayas preparado para obedecerle.
Pues bien, aprendamos como Abraham: entreguemos lo
que somos y lo que tengamos que Dios nos pide; Dios nos ama y nunca nos dejará
con las manos vacías, Él llenará nuestras vidas con mucho más que “el oro y la
plata”; Dios no es deudor de nadie. En realidad, aprendamos a rendirle todo a Dios
en el monte Moriah, porque al final, de todos modos, nuestro Isaac pertenece a
Dios.
Oración:
Padre eterno:
¡Te alabo en este día y bendigo tu Santo Nombre!
Señor te bendigo por lo que me das, y si nada me das también te bendigo. Vine
sin nada a este mundo, y al salir, te llevo a ti. Ayúdame a ir al monte Moriah
y entregarte todo allí. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
El verdadero propósito de nuestra vida es aprender
la obediencia en el monte Moriah; lo que entregamos a Dios es lo único que nos
llevaremos.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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