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La hierba se seca y la flor se marchita,
pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre. Isaías 40:8 (NVI)
Mi profesor de química en mis días de bachillerato se
confesó libre pensador, cuando le di mi testimonio de
estudiante de la Biblia. Así que un día, aconsejándonos
que hiciéramos el máximo esfuerzo para estudiar su materia, dijo con cierto
aire de grandeza como lector: “La Biblia dice, “¡ayúdate
que yo te ayudaré!, ¿verdad Aular?”, pero, nosotros sabemos que tal afirmación
no está en la Biblia, sin embargo, algunas personas ignoran que la Biblia es un
libro singular, único.
¿Cómo nos llegó la
Biblia a nuestras manos? Obviamente, la pregunta exige una respuesta que no
podré abarcar en toda su extensión en una página como ésta, sin embargo, aquí
va un intento:
La Biblia es el
manual vivo que Dios nos dejó para que lo conozcamos en esta vida, crezcamos a
su estatura y nos preparemos para un mayor nivel en el más allá. Sin esta
revelación especial que hace Dios de Sí mismo a través del Libro de los libros, andaríamos a la
deriva en los asuntos espirituales. Este sagrado libro fue escrito en un
período de 1600 años; escrito a lo largo de
60 generaciones del pueblo hebreo, a quienes Dios hizo
guardianes de sus Sagradas Escrituras, y ellos lo han
cumplido; escrito por más de 40 autores de
todas las clases sociales, incluyendo reyes, campesinos, filósofos, pescadores,
poetas, estadistas, eruditos, cobradores de impuesto,
médicos, militares y por supuesto, rabinos; escrito en distintos lugares y en
diferentes momentos de la vida de los autores: Asia, África y Europa; en el
desierto, en una celda carcelaria, en palacios, en medio de
una campaña militar, en remansos, de noche, de día, en medio de sufrimientos y bajo
amenazas constantes; escrito bajo diferentes estado de
ánimo, ya que algunos estaban en la cumbre del gozo
espiritual, pero otros desde la tristeza y la desesperación; y, escrito en tres
idiomas: Hebreo, el idioma del Antiguo Testamento, arameo,
el lenguaje familiar, y griego, el
idioma del Nuevo Testamento, puesto que era el idioma
internacional en los tiempos de JESÚS.
La Biblia ha sido
mi compañera inseparable, desde hace casi 50 años –no tengo ninguna jactancia
en esto, en cuanto a su enseñanza infinita, todavía estoy por la empastadura-
soy sincero en decir que mi vida hubiera sido un desperdicio si Dios no me
hubiera conducido hacia sus páginas doradas, en aquellos, los días apasionados de mi juventud. Puedo afirmar, que he sido influenciado por
aquellos hombres y mujeres que aparecen en la Biblia, algunos de
ellos, no debieran aparecer allí, por lo que hicieron; algunos cayeron y se levantaron,
como todo ser humano: No existe la infalibilidad en sus personajes centrales
-excepto en JESÚS-. Son tan humanos como yo, que puedo sentir sus
lágrimas, sufrimientos y alegrías, sus subidas y bajadas.
Contrario a lo que
algunos dicen, este libro no es para santos impecables, sino para gente
ordinaria y pecadores como yo que tiene la bendición de
ser usados por el Dios extraordinario que se nos revela en sus páginas.
La Biblia es santa porque es la Palabra de un
Dios santo. Santo significa apartado. Este libro fue apartado de
los demás libros que podamos leer, para que nosotros, a su vez, podamos ser
apartados de la contaminación de
este mundo y separados para Dios.
Más aún, en esta
hora sé que saldré de este mundo, sin dejarle a los míos
otra herencia que no sea la incorruptible verdad que se encuentra en la Palabra
de Dios. Mi esposa y yo hemos encaminado a nuestros hijos
por los senderos de la Biblia, y ellos tomaron sus
propias decisiones, ¡Dios tiene hijos solamente, no tiene nietos!, sin embargo,
en su gracia, ha enriquecido nuestras vidas dándonos nueve nietos, hasta ahora…
¡Ellos seguirán la senda trazada aquel día en que tuve el privilegio de tener en mis manos el primer ejemplar de
la Palabra de Dios! Como todos los hombres y mujeres que
han venido y se han ido, yo me iré también, pero las voces de
mis nietos estarán allí, cuando se calle la mía. ¡Oro para que el Dios de sus abuelos y sus padres, los guíe en esta única fuente
verdadera de los recursos de Dios
que es su Palabra! Confío en su promesa:
“Nuestros
hijos y nuestros nietos estarán a tu servicio, como lo estamos nosotros, y
vivirán contigo para siempre" (Salmo 102:28; LBLA). ¡Por la
Palabra de Dios vivo y por esa Palabra muero! Así ocurre
en esta vida a quien descubre la singularidad de la
Biblia.
Oración:
Amantísimo Padre
Celestial:
Permíteme que yo
oiga, lea, estudie, memorice, medite, predique, enseñe y viva en Tu Palabra.
Que nada ni nadie me desvíe de tus estatutos eternos. En
el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La Palabra de Dios tiene como propósito, no meramente informarnos, sino
transformarnos.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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