Francisco Aular
El síntoma de estar acercándose a una
enfermedad que está aquejando al ser humano moderno se llama estrés. Los
científicos lo definen como un estado próximo a la enfermedad que presenta un
organismo o una de sus partes, por haberle exigido un rendimiento superior al
normal; este se manifiesta con gran
nerviosismo y ansiedad. Estrés es una palabra que se ha puesto muy en boga, y
los que vivimos en las grandes ciudades, a menudo, decimos que estamos
estresados. En efecto, vivimos en un mundo ruidoso y agitado, las noticias que
oímos y vemos, por lo general, nos desalientan. Más aún, somos como parte de un
engranaje, sometidos a actividades febriles, sin descanso. Miramos los rostros de
las otras personas y pareciera que son portadores de un mensaje sin palabras:
“¡Sálvese quien pueda!”… Lo cierto es que si nos dejamos llevar por esa
corriente, terminaremos por perder la verdadera razón de nuestras vidas aquí en
la tierra, y la seguridad y valor de las bendiciones eternas.
“…que procuréis tener tranquilidad…” son las palabras del apóstol Pablo escritas hace casi dos mil años.
Depende de nosotros el estar estresados o no. JESÚS mismo dijo: “Ninguno puede servir
a dos señores” (Mateo 6:24), un corazón dividido es el anticipo de un colapso del
sistema nervioso, y también, tropiezo a nuestro mejor desempeño en las cosas del
espíritu. El Señor añadió: ”Donde está vuestro tesoro, allí estará también
vuestro corazón” (Lucas 12:34).
El doctor José Vélez de México, inolvidable amigo,
ante la consulta que le hice sobre mi preocupación por un grupo de hombres de
negocios que estaban bajo la autoridad de mi pastorado, y que formaban parte de
mi grupo discipular -ya que yo pensaba que les estaba haciendo muchas demandas
con las actividades de nuestra iglesia-, me dijo: “A esos hombres consumidos
por las preocupaciones y dificultades de esta vida, las actividades de una
iglesia les hacen bien. Ellos necesitan saber que son útiles en el reino de
Dios, y necesitan buscar la compañía de JESÚS y de los otros creyentes, aunque
sea un día a la semana. Allí sus espíritus podrán ser refrescados y alimentados
por la Palabra de Dios, a menudo, con gran provecho para ellos mismos, para
sus familias y sus negocios…”. Nunca olvidaré ese consejo.
Claramente he comprobado la realidad del consejo del
doctor Vélez al planear actividades para mi congregación. Vengo con gozo
renovado a cada actividad y compañerismo con el pueblo de Dios. Ningún servicio
es igual a otro. Guardo en mi corazón, para ir utilizándolas poco a poco, las
bendiciones recibidas en esas reuniones. Así que, en provecho de mi propia vida
cristiana, en medio de un ministerio para el servicio de la gracia de Dios a
los que me rodean, y que me mantiene ocupado más allá de mis propias fuerzas,
me detengo, hago un alto en mis días más agitados para orar y buscar la
dirección de mi amado JESÚS, Él es la razón de mi ser y de mi hacer en esta
vida, entonces, encuentro descanso completo en mi Señor y Salvador, quien me
fortalece día a día, “…porque me tuvo por fiel, al ponerme en este ministerio”
(1 Timoteo 1:12); y se cumplen en mí las palabras del profeta Jeremías: “Bueno
es el Señor a los que en Él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en
silencio la salvación del Señor” (Lamentaciones 3:25,26). Pues bien,
comprobemos la realidad de las palabras de JESÚS: “No os preocupéis (…) ni
estéis en ansiosa inquietud (…) mas buscad el reino de Dios, y todas estas
cosas os serán añadidas” (Lucas 12:29-31). ¿Cansado? No busques descansar en
algo, sino en Alguien, en JESÚS.
Oración:
Mi amado Padre Celestial:
Alabo tu santísimo Nombre y me postro delante de ti, ¡cuán grande eres y
cuán inmensa tu misericordia hacia nosotros los pecadores! En este día, pon un
mensaje fresco en mis labios para proclamar tu grandeza y tu amor a cualquier
otra persona cansada y agotada por las crisis de la vida. Ayúdame a mostrarles
que sólo en ti hay descanso para sus almas. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de
hoy:
Nada de lo que me ocurre es demasiado grande o
demasiado pequeño para llevarlo ante Dios. Descansemos en Él.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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