Francisco Aular
Por eso me regocijo en debilidades, insultos,
privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando
soy débil, entonces soy fuerte. 2 Corintios 12:10 (NVI)
Sé que este versículo expresa uno de los problemas
que el llamado “evangelio de la prosperidad” tiene que enfrentar y explicar;
esa postura afirma que es la voluntad de Dios que todos sus seguidores sean
ricos y reciban de la vida todo lo mejor en términos de salud, fortuna y amor.
Su lema es “pare de sufrir”. ¿Es esto así?, ¿qué hacemos con el sufrimiento de
los hombres y mujeres de Dios en todas las Sagradas Escrituras? Y hablemos
claro, con nuestros sufrimientos que como seres humanos nos esperan. Por el
contrario, la Biblia no niega el sufrimiento de los seguidores de JESÚS, es
más, lo da como un hecho: “Pues los sufrimientos ligeros que ahora
padecemos, producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo el
sufrimiento” (2 Corintios 4:17; NVI).
En efecto, nosotros tenemos que comprender que Dios
tiene un propósito detrás de cada problema. Pablo entendió muy bien que Dios se
vale de las circunstancias para desarrollar nuestro carácter y nuestro
compromiso como cristianos. Ciertamente, algunos acarreamos los problemas en la
vida, pero, muchas de las dificultades que como cristianos nacidos de nuevo
sufrimos, provienen de nuestra propia condición de cristianos carnales. Sin
embargo, esta no era la situación del apóstol Pablo, él da cuenta en sus
escritos de los diversos sufrimientos a causa de su labor evangelizadora. Ciertamente,
Pablo tuvo que enfrentarse con todas clases de circunstancias adversas y su
carta de presentación a las iglesias era esta: “Por nuestra parte, a nadie damos motivo alguno de tropiezo, para que no
se desacredite nuestro servicio. Más bien, en todo y con
mucha paciencia nos acreditamos como servidores de Dios: en sufrimientos,
privaciones y angustias; en azotes, cárceles y tumultos; en trabajos pesados,
desvelos y hambre. Servimos con pureza, conocimiento, constancia y bondad; en
el Espíritu Santo y en amor sincero; con palabras de verdad y con el poder de
Dios; con armas de justicia, tanto ofensivas como defensivas por honra y por
deshonra, por mala y por buena fama; veraces, pero tenidos por engañadores;
conocidos, pero tenidos por desconocidos; como moribundos, pero aún con vida;
golpeados, pero no muertos; aparentemente tristes, pero siempre alegres; pobres
en apariencia, pero enriqueciendo a muchos; como si no tuviéramos nada, pero
poseyéndolo todo” (2 Corintios 6:3-10; NVI).
¡Perdónenme lo largo de la cita, pero, los escritos
paulinos no tienen desperdicio y éste, mucho menos! Aquí Pablo nos dice que
todo cristiano nacido de nuevo, y bien comprometido con la extensión de la obra
de Dios, sufrirá. Enumera tres tipos de sufrimiento o conflicto que lo asechan:
los internos, las tribulaciones externas y el esfuerzo de la vida cristiana.
Como el Apóstol mismo lo dijera específicamente: “Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo
tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos;
de dentro, temores” (2 Corintios 7:5; RV60).
¿Dónde está JESÚS cuando un cristiano sufre? El
Señor nos responde “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en
la debilidad” (2 Corintios 12:9a;
RV60). El Señor JESÚS nos dice que estos conflictos y sufrimientos no harán
otra cosa que fortalecernos y perfeccionarnos. Llegamos a ser mejores seres humanos
tanto en lo espiritual como en lo emocional y en lo físico, cuando pasamos por
el crisol de las circunstancias adversas. Lo cierto es que la vida en la tierra
es una prueba, porque Dios prueba, una y otra vez, la calidad del material con
que son hechos sus hijos y quiere desarrollar en nosotros, la fe, la
obediencia, el amor, la esperanza, la integridad y la fidelidad.
En la Biblia encontramos más de doscientas
referencias de palabras como tribulaciones, tentaciones, refinaciones,
disciplina, castigos temporales y purificación. Eso sí, la Palabra de Dios nos
promete que Él estará con nosotros en las dificultades, persecuciones, cambios
drásticos, promesas, que según nosotros no llegan a tiempo, oraciones no
contestadas, críticas inmerecidas y calumnias, en la envidia y los celos de los
demás, e inclusive, en las tragedias sin explicaciones.
Por consiguiente, nuestra reacción frente a estas
realidades como seres humanos nos fortalecerá o destruirá. Es un asunto de
elección personal. O nos deprimimos al tenernos lástima nosotros mismos bajo el
“pobrecito yo”, o como el Apóstol, le encontramos un propósito a nuestro
sufrimiento: Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones,
persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque cuando soy débil,
entonces soy fuerte. 2 Corintios 12:10 (NVI). ¡Alabado sea nuestro Padre
Celestial porque nos da fortaleza más allá de las debilidades!
Oración:
Amado Padre:
Te alabo por tu sabiduría al conducir mi vida hacia
la madurez. No he venido a este mundo con otro propósito que conocerte, y
llevar mi conocimiento de Ti a los demás, al precio que sea. ¡Gracias por
hacerme más que vencedor sobre mis dificultades y debilidades! Ayúdame a serte
fiel hasta mi último paso por este mundo. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Cuando un hijo de Dios toca fondo, es cuando
descubre que su fe en JESÚS es un fundamento firme.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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