jueves, 31 de enero de 2013

Creerle a Dios o no creerle


Francisco Aular
      
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Salmo 19:1

Tenía 16 años y el Espíritu Santo puso en mí una búsqueda de Dios. Me sentía vacío y nada me satisfacía, así que me puse a investigar sobre la existencia de Dios. En aquellos días, a principio de los años sesenta, la competencia entre las dos potencias que polarizaban la opinión mundial eran la Unión Soviética y los Estados Unidos. Las dos potencias se lanzaron a la conquista espacial. Había un notable contraste en la manera en como se difundían las noticias. La Unión Soviética mantenía en secreto todo lo que hacían. Los medios de difusión de Estados Unidos no perdían la oportunidad de informar al mundo los adelantos y los fracasos de su país en la carrera espacial. Como adolescente, y en la búsqueda de Dios, no perdía oportunidad de escuchar las opiniones que los científicos tenían de Dios. Así, nos enteramos del éxito que había tenido el comandante y segundo cosmonauta  ruso Gherman Titov, al ponerse en órbita, luego de tal hecho, un periodista occidental le preguntó si esa maravillosa experiencia de ver la inmensidad de la creación le había cambiado su opinión de ateo, este hombre respondió: “En las 17 vueltas que di en el espacio sideral, alrededor del mundo, lo busqué, pero no lo encontré por ningún sitio. Decididamente, Dios no existe”.
Según puedo recordar, pocos días después, el astronauta Allen B. Shepard, a bordo de su nave Mercury, salió también al espacio, y a su regreso se le preguntó si él y su familia, antes de emprender aquella gran aventura se habían sentido obligados a orar como no lo habían hecho antes. Él respondió: “Oramos como de costumbre. Para mí y para mi familia, Dios no es un recurso de para casos de emergencia, sino la experiencia de todos los días”. En cuanto a mí, por aquel tiempo, resolví leer la Palabra de Dios y estudiarla, puedo decir con certeza, que desde entonces, ella me ha iluminado el camino por donde he andado.
Hoy en día, la mayoría de los científicos del Centro Espacial de Houston son cristianos y miembros responsables de sus iglesias del área en donde viven y trabajan. He tenido la oportunidad de conocerlos personalmente y escuchar a algunos de ellos la valiosísima opinión que tienen acerca de la Biblia, de Dios y de JESÚS, eso lo estimo en gran manera, pero debo confesar que, después de viajar por unos casi cincuenta años en la nave de la fe, y ver y vivir la gloria de Dios por mí mismo, mi fe no se sostiene en las opiniones de los demás, sino en las verdades eternas de la Palabra de Dios. Igualmente miro la creación y exclamo con la sencillez de la fe del rey David, hace más de tres mil años: Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.  Definitivamente, David le creyó a Dios, y yo, también.
Oración:
Padre eterno:
Al saber que me has amado antes de que existiera, y aun, antes de la fundación de este universo, puedo confiar plenamente en tu misericordia y dejar a un lado mis temores para gozar de tu compañía para siempre. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
El diseño de la creación proclama que existe un Maestro Diseñador. Créele a Dios y vive por Él y para Él.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

miércoles, 30 de enero de 2013

Fiel hasta la muerte


Francisco Aular
 
No tengas miedo de lo que estás por sufrir. Te advierto que a algunos de ustedes el diablo los meterá en la cárcel para ponerlos a prueba, y sufrirán persecución durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. Apocalipsis 2:10 (NVI)

“Prefiero morir cristiana que ser libre como musulmana (…) Yo no soy una criminal, no hice nada malo. He sido juzgada por ser cristiana. Creo en Dios y su enorme amor. Si el juez me ha condenado a muerte por amar a Dios, estaré orgullosa de sacrificar mi vida por él…”. Son las palabras de Asia Bibi recogidas por la prensa mundial. Bibi es una mujer campesina, de 41 años, cristiana católica, casada y madre de cuatro hijos. Ella ha sido acusada de blasfemar la fe musulmana; al defenderse de un ataque de sus compañeras de trabajo en un asentamiento agrícola, les dijo: “JESÚS murió en la cruz por los pecados de la humanidad (…) ¿qué ha hecho Mahoma por ustedes?...”. En su comunidad solo existen tres familias cristianas. ¿Es este un caso aislado? No. El ostracismo, las persecuciones, encarcelamiento y muerte son parte del precio que se paga por ser cristiano y dejar el Islam. Actualmente, Bibi está encerrada en una celda de 2x3 sin ventanas y con luz artificial, esperando la muerte por horca a la que fue condenada. Esto ha deteriorado su salud, pero no su fe, que es inquebrantable.
En la carta a la Iglesia de Esmirna, el Señor le dice: “Sé fiel hasta la muerte, yo te daré la corona de la vida”  (Apocalipsis 2:10). Debemos decir que no significa “hasta que mueras”, sino, que por ser fiel al Señor, tengas que morir. Ser fiel no es lo mismo que ser creyente. Creyente es el que se fía de Dios porque cree en Él; fiel es aquel en quien Dios confía. En realidad, como todo lo que viene de la mano de Dios -por su infinita gracia en nuestra salvación y santificación-, ser fiel no es esfuerzo humano sino una de las cualidades del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22,23), sin embargo, la fidelidad hasta la muerte requiere que nuestro amor a Dios sea supremo, así como el de los mártires del pasado y del presente mueren con la dignidad propia del Cordero que fue inmolado, el Señor JESÚS: “Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca” (Hechos 8:32; RV60).
El versículo de hoy se cierra con una promesa: “… y yo, te daré la corona de la vida”…, la corona de los mártires no está hecha de ningún material perecedero sino de uno eterno. El texto hace alusión a los juegos olímpicos de entonces, en el cual, al ganador se le coronaba con una corona de laurel que pronto perecía; no se trata de la diadema que usan los reyes y reinas en señal de autoridad terrenal, y por lo tanto, temporal, la corona que ofrece el Señor a sus fieles que perecen por Él, será una señal que exhibirán por toda la eternidad.  Como lo dijeron los apóstoles:Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Corintios 9:25). Así la vio el apóstol Pedro: “Para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Pedro 1:4).

Oración:
Señor, sé que en la hora de la prueba estarás en nosotros y con nosotros como lo has prometido. Ayúdame a serte fiel, pase lo que pase en este convulsionado mundo. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Serle fiel a Dios es un desafío que se nos hace a cada momento. ¿Estamos dispuestos y disponibles para Él hasta la muerte?
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

martes, 29 de enero de 2013

Qué hacer con nuestra “grandeza”


Francisco Aular

 
Alábate el extraño, y no tu propia boca; El ajeno, y no los labios tuyos. Salmo 27:2 (RV60)

Entusiasmado por la recepción que le iban a ofrecen en su honor, don Federico Presumido le dijo a su esposa: “¡Qué te parece Sincera, somos muy pocos los hombres de éxito en este mundo!”,  A lo que doña Sincera le respondió: “Sí, Federico, mucho menos de lo que tú piensas”…
¿Cómo hemos de reaccionar frente a nuestros logros y a los elogios de los demás? Un sabio aconsejó: “La gente te alaba por algo que supone que hay en ti. Pero tú debes criticarte porque sabes lo que tienes”. Nosotros no tenemos que alabarnos, sino, más bien, examinarnos a nosotros mismos, y seguir trabajando en lo que hemos emprendido para la gloria de Dios. Puesto que nuestra meta suprema es crecer hasta la estatura de la plenitud de JESÚS (Efesios 4:3), nunca podremos considerarnos superiores a los demás seres humanos. JESÚS dijo: “…de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34).  Debemos pedirle al Señor que ponga nuestro corazón a su servicio, y lo llene de Él para que todo lo que hablemos, lo honre.  
Hace mucho tiempo, don Quijote de la Mancha dijo: “La alabanza en boca propia envilece”. Salomón lo había dicho de esta manera, hablando de la mujer sabia: “¡Que todo el mundo reconozca  los frutos de su esfuerzo!  ¡Que todos en la ciudad la alaben por sus acciones!” (Proverbios 31:31; TLA). Sí, dejemos que nuestros hechos hablen. A no ser que se nos pida contar los logros que hemos obtenido como requisito para rendir un mejor servicio en la obra de Dios, no andemos hablando de ello por todas partes.
Lo mejor que podemos hacer con nuestra “grandeza” es dar la gloria a Dios cuando nos alaban, y cuando nos critican, también. No tenemos que buscar los aplausos para brillar para la gloria de Dios. JESÚS nos aconsejó que cuando hagamos algo grande para Dios, pensemos en esto: Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos” (Lucas 17:10).
Les confieso que lo más difícil de manejar sabiamente son los elogios o las alabanzas que nos ofrecen, porque he aprendido que los seres humanos nos movemos muy fácilmente en nuestros sentimientos, y por ello, algunos de los que nos alaban hoy por nuestros éxitos y nos dicen: “¡Hosanna!” “¡Hosanna!”, mañana gritarán: “¡Crucifíquenlo!” “¡Crucifíquenlo!”.

Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Oh, nuestro Dios cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Ayúdame a reconocer que no tengo la fuerza de los leones ni tampoco su valor; no poseo la gracia del águila para elevarme hacia donde tú estás. Soy un humilde vaso de barro que por tu misericordia y tu gracia he visto el fuego ardiente, incomprensible e inextinguible y vivo de tu amor. Gracias por tu paciencia conmigo. Vislumbro el día en que llegue delante de Ti para entregarte el arado que me diste, y para darte el honor y la gloria por lo Tú me permitiste hacer con él. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Serás todo éxito en la obra de Dios si eres fiel en donde Él te ha colocado. No esperes que alguien te felicite por ello.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

 

lunes, 28 de enero de 2013

Grandeza y miseria del ser humano



Mis amados todos:
El jueves 17 de enero, falleció en la ciudad de Caracas, el doctor Blas Bruni Celli, a sus 87 años. Es imposible decir en pocas palabras que fue uno de los seres humanos más extraordinarios que he conocido. Médico en varias especialidades, historiador, filósofo, catédrático y miembro de número de cuatro academias. Lo conocí cuando estaba en la cúspide de su vida, rodeado siempre de sus colegas de la Facultad de Medicina José María Vargas, de la cual fue su impulsor más importante. En esos años, el Hospital Vargas de Caracas vivió su época de oro, pues tenía en sus filas verdaderos apóstoles de la medicina venezolana. Me uno de todo corazón a sus hijos. Me quedo con la gratitud al Señor por haberme llevado al personal técnico del Instituto de Anatomía Patológica, y colaborar al lado de este gran sabio venezolano.
Con sumo aprecio para todos,
Pastor y amigo,
Francisco Aular
faular@hotmail.com

Grandeza y miseria del ser humano

¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma? ¿Hay algo que valga más que tu alma? Marcos 8:36,37 (NTV)
El sabio venezolano doctor Blas Bruni Celli,  Jefe del Servicio de Anatomía Patológica del Hospital Vargas de Caracas, decía a sus alumnos cuando estaba en la Sala de Autopsias: “El cadáver que hoy tenemos delante de nosotros, merece todo nuestro respeto, atención y cuidados…”, en consecuencia, en todos los años que trabajé allí –a finales de la década del sesenta- como fotógrafo clínico, el sabio galeno no permitió fumar, decir chistes o cualquier otro asunto que irrespetara el cadáver al que se le estuviera practicando una autopsia.
Todo ser humano es una muestra de grandeza y miseria; es único y, por eso, puede ganar o perder, en sí, lleva el germen del triunfo y también el de la derrota; puede alcanzar la grandeza en todo lo que se proponga, humanamente hablando, pero al mismo tiempo, puede perder. Es la paradoja existencial, el ser humano se puede lanzar con todas sus fuerzas, y con espléndida consagración de todas sus facultades a alcanzar algún ideal anhelado. La meta de algunos es ser alguien en esta vida por medio de las riquezas materiales, el oro es el último pensamiento al acostarse y el primero al levantarse, a ello consagra su tiempo, comodidad, salud, familia, y hasta el verdadero propósito de la vida, conocer a JESÚS, con tal de incrementar sus ganancias. Ahora bien, la pregunta de JESÚS está allí: ¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma?
Otros seres humanos nacieron para dominar a sus congéneres por todos los medios posibles; llegar al poder y permanecer en él, es el todo de sus vidas. Ningún sacrificio les parece demasiado grande para obtener un cetro y conquistar un trono. Creen que el mundo no podrá sobrevivir sin ellos -como Alejandro el Grande ante lo inevitable de la muerte-, lloran porque ya no podrán conquistar más mundos, o como Nerón, mueren tocando la lira y diciendo: “¡Qué gran hombre pierde este mundo!”. Sin embargo, la pregunta de JESÚS resuena en medio de tantos reinos y seres humanos poderosos que han existido: ¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma?
También hay otros que se consagran al estudio concienzudo, y con paciencia, pasan los mejores años de sus preciosas vidas, y dedican sus mejores esfuerzos para desentrañar los misterios de la ciencia. Sin duda, el mundo moderno les debe mucho a estos hombres y mujeres que arriesgan sus vidas cada día en los laboratorios, a los médicos, a profesionales de la enfermería, que día tras día están allí como apóstoles, sirviendo, alentando, sin un sueldo digno, y muchas veces, sin ningún reconocimiento de las autoridades de la salud de una nación; a los científicos que están al frente de sus alumnos en las universidades, enseñándoles los derroteros que llevan a un mundo mejor para el progreso y la felicidad, sin duda, que la búsqueda en los tesoros de la ciencia es una vocación, más que una profesión. No obstante, la pregunta de JESÚS sigue en pie: ¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma?
La verdad bíblica acerca de la salvación y perdición no es algo que los cristianos nacidos de nuevo hemos inventado, en efecto, toda la Biblia nos enseña que el ser humano tiene la riqueza morando en él: el alma, y es tan valiosa que ningún tesoro material la puede comprar: ¿Hay algo que valga más que tu alma?, pero al mismo tiempo tan frágil, que la podemos perder: ¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma? Pues bien, en el plano divino, el alma, es decir, el ser humano, es tan importante que hay que buscarlo y salvarlo a cualquier precio, esté donde esté, así que a esa divina vocación se dedicó JESÚS, y la definió como su misión en la vida: “Pues el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar a los que están perdidos” (Lucas 19:10). Pasar el mensaje de la salvación a todo ser humano ha sido la vocación de los misioneros y de las iglesias a través de los siglos, y sin duda como lo prometió el mismo Señor JESÚS, Él va con nosotros en esa Gran Comisión (Mateo 28:19,20). Ganados o perdidos delante de Dios, ¡esa es la condición del ser humano!, y revela su grandeza o su miseria.
Oración:
Ayúdame Señor JESÚS a cumplir con el propósito dominante que te trajo del cielo a la tierra y te condujo a la cruz, la salvación de los seres humanos. Haz que crezca en mí tu pasión por la salvación de mi generación. Amén.
Perla de hoy:
¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero pero pierdes tu propia alma? ¿Hay algo que valga más que tu alma?
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?





viernes, 25 de enero de 2013

Nuestro Hacedor está en control


Francisco Aular
faular@hotmail.com

Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan. Salmo 24:1 (NVI)

En medio de una conferencia que estaba realizando en la ciudad llanera de Calabozo, Venezuela, fui invitado a la casa de la familia Márquez, dueños de una arrocera. El señor Lebel Márquez, dado que al lado de su vivienda estaba la fábrica de arroz de su propiedad, me paseó frente a una gran máquina que él y sus hijos habían diseñado. Yo estaba maravillado, porque además de gustarme el arroz, pude apreciar parte del proceso desde la producción hasta el empaquetado que llega a nuestro hogar. Después del paseo nos sentamos a disfrutar el banquete que la señora Cira, su esposa, había preparado para nosotros. Sucedió, que en medio de la comida escuchamos un ruido estridente que salía de la máquina que ya habíamos visto. El señor Márquez se disculpó y rápido corrió hacia la máquina. Nosotros, llenos de curiosidad, salimos rápidamente detrás de él. El ingeniero mecánico encargado del mantenimiento ya estaba allí, pero no encontró la falla. Nunca olvidaré la escena, el señor Márquez fue exactamente al engranaje, a la pieza que había fallado. Saldada la dificultad, volvimos a la mesa. Inevitablemente, hice alusión a la manera como el señor Márquez me había sorprendido, yendo directamente a donde estaba el problema para solucionarlo. Lacónicamente, él me respondió: “Yo la hice”.
Algunas personas se atormentan con preguntas tales como: ¿Por qué existe el mundo? ¿De dónde vine y adónde voy? ¿Por qué existen las diferencias sociales y otras injusticias? ¿En dónde está Dios cuando yo sufro? ¿Por qué tengo problemas con el dinero, con mi cónyuge y mis hijos? Y allí no queda la cosa, todavía hay miles de preguntas más que superan la comprensión humana.
Sin duda, en una máquina, cada detalle tiene su motivo y, a menudo, un motivo esencial, en la cual, el más pequeño tornillo, como la rueda motriz, deben estar en su preciso lugar, de lo contrario, todo el mecanismo rehúsa funcionar. ¿Quién puede hacer mejor el trabajo de conservar la máquina y hacerla funcionar? Sin duda, un técnico que conozca el “porqué” de los más ínfimos detalles. Pero nadie podrá superar en su destreza y conocimiento al que fabricó la máquina. Indiscutiblemente, los que piensan que esa máquina es producto de la evolución y que hizo sola, estarán mucho más lejos del arreglo a la hora de la falla. No así, el que conoce al fabricante y acude a él.
Alcemos pues, las miradas hacia nuestro Creador, el Padre Celestial. Dios nos dejó la Biblia, su Palabra, el Manual viviente para que nos conduzca a Él. En efecto, la Biblia como dice un himno evangélico, es el tesoro de sabiduría, incalculable: Santa Biblia para mí/Eres un tesoro aquí, /Tú contienes con verdad/La divina voluntad/Tú me dices lo que soy/De quien vine y a quien voy.
Claro, es obvio pero de todos modos lo escribo. Hay una diferencia esencial entre nosotros y la máquina: ¡nosotros somos miembros vivientes y no un engranaje inanimado en este vasto universo! ¡Dios nos ha creado con un propósito eterno, el cual se va cumpliendo a través de los siglos! Dios no es un amo humano que tiene un látigo en sus manos para castigarnos, sino un Padre bueno y tierno. Pongamos en Él nuestra confianza, dejémonos conducir, seamos dóciles a las enseñanzas de su Palabra, no existe un “porqué”, sino un “para qué”; Dios tiene un propósito eterno y seguro para cada uno de sus hijos; no somos frutos de la casualidad. ¡Tenemos un bendito Creador y al salir de este mundo lo conocernos cara a cara! Los cristianos nacidos de nuevo tenemos que ser fieles en la posición que JESÚS compró en la cruz para nosotros y estaremos tranquilos en Él, de esta manera, tendremos la paz interior en medio de las tormentas de la vida, y la serenidad que Él nos dará por su gracia, estará por encima de cualquier circunstancia. Sí, nuestro Hacedor está en control.

Oración:
Amado Padre Celestial:
Por gracia, ¡oh Padre!
Somos hechos tus hijos
JESÚS, nuestro Señor y Salvador
Por Él, y en Él y para Él, fuimos adquiridos
Ayúdanos a andar con los ojos en Ti: fijos.
Perla de hoy:
Honramos el nombre de nuestro Creador cuando le llamamos Padre y vivimos como sus hijos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

 

jueves, 24 de enero de 2013

Monte Moriah


Francisco Aular
           
Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Génesis 22:2 (RV60)

¿Has llegado a un punto en tu andar con el Señor en el cual Él te invita a una obediencia total, es decir, al monte Moriah? ¿En tu relación con el Señor sabe Él que tú no le negarías a tu Isaac? Al referirnos a un sacrificio de obediencia al Señor en el monte Moriah no estamos hablando de pecado, sino de algo de suma importancia que Dios mismo nos ha regalado, como el caso de Isaac, el precioso hijo que les nació a Abraham y a Sara en su vejez; él era alguien muy valioso.
¿Cómo hace uno para llegar al monte Moriah de la obediencia total? Vemos la vida de Abraham hasta a este punto, y entendemos mejor cómo aquel hombre, “padre de la fe” se había preparado poco a poco en su transitar con el Señor. En primer lugar, Abraham renuncia a su tierra y a su parentela (Génesis 12:1); luego, viene la separación de Lot, su sobrino, quien escoge lo mejor para sí mismo y deja la peor parte a su tío; Abraham no espera mucho para ver a su querido sobrino acercarse a su propia perdición, “y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Mas los hombres eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera” (Génesis 13:12,13); luego le nace Ismael, pero al no ser el hijo de la promesa, sus propios proyectos y esperanzas para aquel hijo se desvanecen, solamente, después de una vida de obediencia y fe, Abraham estuvo preparado para la obediencia total a Dios en el monte Moriah.
Es de notar que la tierra de Moriah estaba a tres días de camino de donde vivía Abraham, este era un buen trayecto para pensar y repensar lo que Dios le estaba exigiendo, el sacrificio de su propio hijo Isaac. Me imagino a Abraham llevando a Isaac de la mano, quizás un niño de doce años; el mandato claro de Dios tenía que estar en su mente a cada paso: “Toma ahora a tu hijo, tu único Isaac, a quien amas (…) y ofrécelo allí en holocausto”; su corazón debió quebrarse en mil pedazos cuando tomó el cuchillo para sacrificar a su amado hijo, y éste le pregunta: “Padre mío, he aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?”. No sabía Isaac que el cordero era él.
El pasaje bíblico está cargado de profundo significado espiritual. Abraham prefigura al Padre eterno que “no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros” (Romanos 8:32). Muchos años después, el monte Moriah fue el lugar en donde se construyó el magnífico templo de Dios. Como sabemos, Dios detuvo la mano de Abraham: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque yo conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo, tu único”. Así, el milagro de Isaac, y el sacrificio de un cordero en su lugar eran las piedras fundamentales de aquel templo de adoración. Por otra parte, Isaac es figura de Cristo, ofrecido en holocausto en nuestro lugar (Hebreos 5:10), así, en forma dramática se nos anticipa que JESÚS, el unigénito hijo de Dios, moriría muy cerca del monte Moriah, en otro lugar muy famoso ahora, en el monte Calvario.
Dios puede pedirte en esta hora el sacrificio de lo más grande que Él te ha dado. A lo mejor te pide que abandones tu amada patria y vayas como misionero a otro lugar. A lo mejor es a tu amado hijo o hija que Dios enviará lejos en una misión; a lo mejor es una propiedad… Dios puede pedirte que en el monte Moriah de la obediencia total, le entregues tu salud, tus riquezas o tu comodidad, sin embargo, Dios no te pedirá nada sin que primero te hayas preparado para obedecerle.
Pues bien, aprendamos como Abraham: entreguemos lo que somos y lo que tengamos que Dios nos pide; Dios nos ama y nunca nos dejará con las manos vacías, Él llenará nuestras vidas con mucho más que “el oro y la plata”; Dios no es deudor de nadie. En realidad, aprendamos a rendirle todo a Dios en el monte Moriah, porque al final, de todos modos, nuestro Isaac pertenece a Dios.
Oración:
Padre eterno:
¡Te alabo en este día y bendigo tu Santo Nombre! Señor te bendigo por lo que me das, y si nada me das también te bendigo. Vine sin nada a este mundo, y al salir, te llevo a ti. Ayúdame a ir al monte Moriah y entregarte todo allí. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
El verdadero propósito de nuestra vida es aprender la obediencia en el monte Moriah; lo que entregamos a Dios es lo único que nos llevaremos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

 

 

viernes, 18 de enero de 2013

El gemir de la creación



Francisco Aular

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. Romanos 8:22 (RV60)
 
Es una experiencia muy singular viajar a las Cataratas del Niágara y escuchar el imponente desprendimiento de ochocientas toneladas de agua por segundo; uno no puede dejar de alabar a Dios mientras escucha el rugir de las aguas, y observa la tenue lluvia que se levanta como resultado del rebote del agua, viendo cómo se forma un arcoíris en el atardecer; las golondrinas bajan y luego se elevan hasta perderse en el azul infinito, entonces, unos versículos bíblicos me viene a la mente: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia las obras de sus manos (…) De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos” (Salmo 19:1; 24:1,2). Igualmente, en medio de aquella belleza, surge espontáneo el coro del hermoso himno Cuán grande es Él: “Mi corazón entona la canción, ¡Cuán grande es Él!/Mi corazón entona la canción, ¡Cuán grande es Él! ¡Cuán grande es Él!”.
Sin embargo, en la creación podemos escuchar y ver efectos de un gemir distinto, los sufrimos en estos días que nos estresan por como los vivimos; el gemido de la corrupción en todos los segmentos de nuestra sociedad, la maldad desatada sin límites, la polución global y sus efectos de una Europa bajo la nieve; una América Latina bajo torrenciales aguaceros que producen deslaves, y con ella la muerte de los habitantes de barrios enteros edificados en lugares peligrosos, con el permiso o la indiferencia de los gobernantes. ¡No podemos ser indiferentes! Nuestro corazón eleva oraciones por los que sufren y de alguna manera, esa solidaridad lleva consigo la ayuda material también. La canción del sufrimiento humano desde que se apartó de Dios, ¡es un gemir que trasciende todo lo que lo rodea! ¡Esa es una canción diferente, y nadie quisiera cantarla!, pero tarde o temprano el desgaste, el dolor y la muerte, también nos llegarán.
Pues bien, ¿existe un remedio; hay alguna esperanza para el ser humano y la creación? Sí; Pablo nos recuerda: “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (Romanos 8:19). Él afirma que existe una buena noticia para este mundo que actualmente gime en medio del dolor y los sufrimientos inexplicables, ¡es donde el verdadero hijo de Dios se revela como tal! Sí, es en medio del sufrimiento, y como un reflejo, el ser humano busca a Dios. Esto lo ilustro con el terremoto de Caracas en 1967; para la fecha en que ocurrió el terremoto me encontraba en Altamira, en compañía de la familia Dámaso Álvarez, en eso, tembló la tierra; los vecinos, incrédulos como eran, al sentir que la tierra se  movía bajo sus pies, cayeron de rodillas y sin que les diera vergüenza, clamaron a Dios: “¡Oh Dios, sálvanos!”. Ese era el mismo  grito angustioso de millones de caraqueños, aquel día. Como eso ocurrió un sábado, el templo de la Iglesia Bautista Emanuel de la Castellana se llenó de refugiados, y  al domingo siguiente, tuvimos la asistencia más grande de todos los servicios de la iglesia. Horas después del terremoto, en medio de la tragedia, dos jóvenes de la congregación salieron en un pequeño auto a repartir chocolate caliente, y a consolar a algunos de las miles de personas que estaban fuera de los edificios. Así pasaron toda la noche, en aquella labor, las mujeres de la casa preparando las bebidas calientes y aquellos jóvenes repartiéndolas y llevando el mensaje de esperanza por las plazas y las calles. La tragedia había revelado ante el gemido de la creación, quiénes éramos y para qué estábamos aquí.
Hoy, imperiosamente, necesitamos que cada hijo de Dios responda al gemir de la creación en todos los segmentos de la sociedad en donde Él nos ha colocado, sea en la política, la educación, la economía; en el hospital, en el taller o en la oficina; en el medio ambiente, o en cualquiera de las otras áreas en donde nos desenvolvemos. La gente hambrienta de Dios anda buscando la esperanza, y esa esperanza es JESÚS. Él volverá a buscarnos como lo ha prometido; este mundo con sus injusticias no existirá más, y de sus cenizas se levantará un “cielo nuevo y una tierra nueva”: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). Dios no hace remiendos con su creación: ¡la hace de nuevo! Así responde Él al gemir de la creación.

Oración:
Amado Padre, Dios creador:
Nos creaste para ti, pero nos desviamos y corrompimos, y con nosotros, la creación que nos diste para enseñorearnos de ella, también. Te rogamos que nos perdones y nos uses como tus instrumentos imperfectos, guiados y dirigidos por tu amor y tu gracia, para trabajar por el bien y para la redención de todas las cosas. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La creación espera con gran impaciencia el momento en que se manifieste claramente, en, y por encima de las circunstancias, que somos hijos de Dios.
https://mail.google.com/mail/images/cleardot.gifInteracción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?