Francisco Aular
—Maestro, dile a mi hermano que
comparta la herencia conmigo….» ¡Tengan cuidado! —Advirtió a la gente—. Absténganse
de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus
bienes. Lucas 12:13,15. (NVI)
JESÚS, el verdadero Dueño de todo cuanto existe visible e
invisible, cuando vivió entre nosotros como humano, nos regaló relatos muy
transparentes sobre la riqueza verdadera. Uno de estos relatos se encuentra en
el Evangelio de Lucas. Este Evangelio fue dirigido a los gentiles y a lo que
hoy llamaríamos la clase media y a la dominante de su tiempo. Uno se asombra de
cuán actual es esta historia, nunca pasará de moda. JESÚS ya era reconocido
como un rabino, un maestro importante, y era costumbre llevar las contiendas
ante los rabinos en vez de a los abogados. Ante JESÚS se presenta un hombre
pidiéndole que lo ayude porque su hermano mayor no quiere compartir la herencia
con él. Por la respuesta de JESÚS, vemos que él no se dejó involucrar en aquel
síntoma que apenas señalaba que la enfermedad del hombre era más profunda, la
avaricia; un deseo desmedido de poseer riquezas. Pues bien, JESÚS fue a la raíz
del problema, y aquella ocasión fue aprovechada por JESÚS para llevarnos a otro
nivel de nuestra vida humana, el verdadero sentido de la vida no consiste en
poseer muchas cosas. Las cosas materiales aunque útiles, están muertas y desde
allí no pueden llevarnos al disfrute del verdadero propósito de nuestra vida.
Además, con mucha frecuencia lo que poseemos termina apoderándose de nosotros,
poseyéndonos y haciéndonos adictos y esclavos de ellas.
¿Cuándo somos
ricos? Es imposible planear nuestras vidas hasta el último detalle. No podemos fabricar
nuestra felicidad con lo que poseemos. La felicidad es estar contentos con lo
que tenemos: “He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación”
(Filipenses 4:11). Cuando buscamos la felicidad en las cosas que tendremos en
el futuro, siempre hay algo que desbarata nuestros planes, una desgracia
imprevista, una enfermedad contraída, un sistema de gobierno que nos quita
nuestras propiedades, o puede ser que la muerte nos llegue. JESÚS lo describe
magistralmente con estas palabras: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma;
y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no
es rico para con Dios” (Lucas 12:19-20 RV60). ¿Cuál es, pues, el propósito de
nuestra vida? Al final, tarde o temprano, todo aquello en lo que hemos empleado
nuestra energía, tiempo y nuestro ser para obtenerlo, nos será arrancado de
nuestras manos. Entonces, volvemos a preguntarnos, ¿sobre cuál base tengo que
construir mi vida?
JESÚS nos dice que
lo importante es ser rico ante Dios. Y sólo puede serlo quien dispone de lo que
tiene, de lo que posee y de lo que es para usarlo para la gloria de Dios, esa
es la persona que se enriquece en Dios. En verdad, Dios es la riqueza verdadera
del alma. La Palabra nos dice que por el nuevo nacimiento, el Espíritu Santo
viene a morar en nosotros y por ello, nos convertimos en templo de Dios. ¡Es
posible que perdamos hasta la oportunidad de ganarnos una herencia material en
este mundo, pero tenemos a Dios y con eso basta! Jim Eliott, aquel misionero
que murió llevándole el evangelio a una tribu salvaje en Ecuador, lo dijo: “No
es ningún necio el que sacrifica lo que no se puede llevar por lo que permanece
para siempre”, por el contrario, no
existe ninguna forma en la cual podamos perder lo que Dios nos ha regalado en
JESÚS, la vida eterna, la verdadera riqueza.
Oración:
Padre
eterno:
Déjame
ver el propósito de mi vida, y que nada ni nadie detengan mi marcha victoriosa,
ni la carrera que he emprendido en pos de lo eterno hacia tu Trono. Ayúdame a
proclamar que nuestra verdadera riqueza eres Tú. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
No podemos servir a
dos señores, cuanto más sirvamos a JESÚS, serviremos menos a nuestro tesoro.
Interacción:
¿Qué me dice Dios
hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa
a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección
por aprender?
¿Existe una
bendición para disfrutar?
¿Existe un
mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a
evitar?
¿Existe un nuevo
pensamiento para llevarlo conmigo?
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