Francisco
Aular
El Señor lo confortará cuando
esté enfermo; lo alentará en el lecho del dolor. Salmo 41:3 (NVI)
Cuando nuestro organismo
realiza todas sus funciones y nuestras condiciones físicas son normales, en un
determinado momento de nuestras vidas, decimos que tenemos buena salud. Todo el
mundo sabe que la salud es necesaria para una vida buena. La salud,
indudablemente es una bendición celestial y por eso la vemos simplemente como
un bien supremo que hay que buscar. En la búsqueda y el mantener la salud hacen
que todos nuestros esfuerzos en esta vida, estén orientados a vivir del modo
más sano posible. En un sentido, me uno de todo corazón a los esfuerzos médicos
y científicos en su búsqueda constante de mejorar la salud de todos nosotros.
Igualmente he visto como el Señor ha obrado algunos milagros de sanidad,
independientemente de lo científico delante de mis ojos. Más a aún, la medicina
moderna reconoce que la salud es un regalo de Dios. Aquí en esta ciudad
canadiense, en donde vivo al visitar los hospitales, vemos que muy cerca de los
quirófanos, está la capilla en donde los familiares y los ministros religiosos
pueden orar por la recuperación de los enfermos. Pues bien, hoy la salud ha
llegado a ocupar el lugar de la religión para muchas personas. Miles van a las
iglesias para curarse, su propósito no es adorar a Dios por lo que Él es, sino
adorarse así mismos y su salud.
Por otra parte, algunos
fundadores de sectas descubrieron que el común de las personas eso es lo que
buscan, y ellos encontraron una mina de oro y la han explotado. Han hecho de la
salud uno de los pilares de una religión a la medida del ser humano
materialista: salud, riqueza y amor. Ellos predican que la pobreza, las
enfermedades en los cristianos como los amigos de Job lo creían, son pecados
inconfesos y falta de fe. En cambio la codicia y el amor desmedido por las
riquezas, son virtudes. Estos son los que sólo piensan en lo temporal y se olvidan
que vamos de paso por este mundo. El que eleva la salud a nivel de una
religión, tarde o temprano la perderá. Ahora bien, los médicos griegos sabían
que la salud el resultado de otros valores, hicieron énfasis en vivir de
acuerdo con esos valores y así permanecer sanos.
En mis muchos años,
lidiando con el tema de la salud y las enfermedades, he visto que la salud es
ante todo, un regalo de Dios. Como regalo no lo merecemos pero Dios en Su
gracia, “hace llover sobre buenos y malos”, y por eso, independientemente que
crea en Dios o no, puedo estar sano. Pero también lo opuesto es verdad, he
visto a hombres y mujeres piadosos salir de este mundo, después de grandes
sufrimientos, pero los valores que practicaron estando sanos y su confianza en
la voluntad perfecta de Dios, los mantuvieron consolados y fieles a su Dios
hasta el final. Un ejemplo de ellos, lo
tenemos en Spurgeon, el gran predicador inglés desde joven se enfrentó a una
enfermedad que lo perturbó y al final sucumbió delante de ella a los 56 años.
Sin embargo, esa enfermedad nunca fue una excusa, escribió 63 libros y todos
los domingos predicaba dos sermones,
igualmente enseñaba y escribía durante la semana, predicó a multitudes. La influencia y
ejemplo de Spurgeon sobre todos nosotros los cristianos evangélicos, son
innegable. Spurgeon es conocido mundialmente como el príncipe de los
predicadores ingleses. El mismo Spurgeon nos cuenta que fue a visitar a su
amigo y hermano en la fe Benjamín Parsons, quien estaba moribundo, y le
preguntó: “¿Cómo se encuentra hoy? Me contestó: “Mi corazón descansa dulcemente
sobre tres almohadas: amor infinito, poder infinito, sabiduría infinita”.
Precisamente, eso fue lo que David nos dijo en su Salmo: El Señor lo confortará cuando esté enfermo;
lo alentará en el lecho del dolor.
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Hoy mi corazón Te canta con gozo y entusiasmo al ver Tu amor, paciencia y
misericordia por los seres humanos. Muchos de los que llegaron antes que yo, ya
no están pero el ejemplo que nos legaron les sigue. Ayúdame para usar el
sufrimiento que me toca como una oportunidad para servirte y ayudar a los
demás, para confiar en ti a pesar de las circunstancias, y para crecer en mi
fe, ¡porque no importa el tamaño de la prueba, lo que sí importa es lo inmenso
que Tú eres! En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Nuestra respuesta y actitud frente al sufrimiento puede hacernos grandes o
hacernos pequeños.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo
conmigo?
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