Francisco
Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Salmo 119:153-160
Mira mi
sufrimiento y rescátame, porque no me he olvidado de tus enseñanzas. ¡Defiende
mi caso, ponte de mi lado! Protege mi vida como lo prometiste. Salmo
119:153,154 (NTV)
La paradoja, es una figura
retórica que consiste en la utilización de expresiones que envuelven una
contradicción: “Hacer la guerra para buscar la paz”…En la vida cristiana, dijo
JESÚS: “Pues aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se
humillan a sí mismos serán exaltados”.
Ciertamente, la oración es una doctrina paradójica. Es
paradójica porque es un diálogo entre el orante, el ser humano pecador que
clama, y DIOS, un ser tres veces santo y soberano que lo escucha; entre el ser
humano finito y dependiente, con una voluntad corrompida e imperfecta y un DIOS
santo y soberano que está apartado de todo mal y puede hacer lo que Él se propone
a hacer. Y porque su voluntad es agradable, santa y perfecta sabemos que
siempre obrará a nuestro favor. DIOS responderá a nuestra oración aunque sea
con un no, porque tiene el cuadro completo de su Plan para nuestras vidas, Él
sabe lo que es mejor para nosotros. Ahora bien, DIOS, Ser perfecto, tiene
muchos atributos que lo elevan por encima de todo lo que Él ha creado, pero al
mismo tiempo, DIOS no abandona al ser humano, sino que lo busca en forma
individual para convertirse en su DIOS personal. Frente al desafío de lo
infinito de DIOS, ¿qué puede hacer un ser humano con la pequeñez de una gota de
agua en medio del océano? En realidad no puede hacer nada, a no ser que DIOS
tome la iniciativa y lo invite. Eso es exactamente lo que ha hecho DIOS por nosotros
al invitarnos a orar: “Clama a
mí, y yo te responderé; te daré a conocer cosas grandes y maravillosas que tú
no conoces” (Jeremías 33:3 Reina Valera Contemporánea). En efecto, DIOS se ha puesto a la distancia de una oración, y
por paradójico que esto parezca: ¡Funciona!, y con el gran misionero Martin
Lloyd-Jones, podemos decir, llenos de admiración: “La oración es, sin lugar a
dudas, la actividad más elevada del alma humana. El hombre nunca es más grande
que cuando, de rodillas, se halla frente a frente con Dios”.
¿Por qué Dios quiere que oremos? ¿Para qué la
insistencia en la oración? En esta joya literaria que es el Salmo 119, un poema
dedicado a la Palabra de DIOS, la oración ocupa un gran lugar, porque la Biblia
y la oración son inseparables. Es más, me atrevería a decir que toda la Biblia
es la suma de las historias de hombres y mujeres que oraron. Es la historia de
DIOS, yendo con los seres humanos en el peregrinaje de sus vidas temporales, no
en la distancia del horizonte lejano, sino en ese caminar a nuestro lado, todos
los días de nuestra existencia aquí, entre el sudor, el sufrimiento y las
lágrimas.
Entonces, la oración surge como una expresión de
confianza del orante finito ante el DIOS Altísimo y Soberano: “Mira mi
sufrimiento y rescátame, porque no me he olvidado de tus enseñanzas. ¡Defiende
mi caso, ponte de mi lado protege mi vida como lo prometiste!” (vv.153, 154);
la oración fortalece nuestro caminar con DIOS, en contraste con aquellos seres
humanos indiferentes, que conviven con nosotros en este espacio temporal: “Los
perversos están lejos de ser rescatados, porque no se interesan en tus
decretos. SEÑOR que grande es tu misericordia; que el seguir tus ordenanzas me
reanime” (v.155, 156); la oración es el primer paso para el inicio, desarrollo
y perfección de nuestra amistad con DIOS, y esto, en amplio contraste con los
se burlan y nos persiguen porque menosprecian a DIOS y su Palabra: “Muchos me
persiguen y me molestan, sin embargo, no me he desviado de tus leyes. Ver a
esos traidores me enferma el corazón, porque no les importa nada tu palabra”
(v.158).
Por otro lado,
la oración es señal de que nos consideramos dependientes de DIOS, ahora bien,
entre los seres humanos adultos, no debe existir una dependencia absoluta
porque puede lesionar nuestra dignidad e impedir nuestro desarrollo como
individuos, e inclusive obstaculizar nuestro andar con DIOS: “Esto dice el SEÑOR: Malditos son los que ponen su confianza en simples
seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del
SEÑOR” (Jeremías 17:5 NTV). Sin embargo, entre los seres
humanos existe y debe existir la interdependencia, y ayudarnos los unos a los
otros. Pero delante de DIOS es diferente porque tal dependencia nos salva,
libera, transforma, y nos hace “más que vencedores”. En nuestra dependencia de
DIOS y la guía de su Palabra, nuestra vida encuentra propósito y dirección:
“Mira cómo amo tus mandamientos, SEÑOR. Por tu amor inagotable, devuélveme la
vida. La esencia misma de tu palabra es verdad; tus justas ordenanzas
permanecerán para siempre” (vv.159,160). ¿Cuál sería la razón principal para
insistir en la oración? Es esta: La oración no se trata del poder mental de
nosotros, mucho menos de nuestra palabras, ni de la naturaleza o poderes
invisibles que nos rodean, la oración pone en marcha toda la riqueza, grandeza,
misericordia y poder inconmensurable del DIOS Todopoderoso, a favor de nuestra
pequeñez como seres humanos. Esa es la paradoja de la oración.
Oración:
SEÑOR, estoy maravillado de tu amor, tu gracia y
misericordia puestos a mi favor; haz que yo pueda vivir momento a momento bajo
tu mano protectora, y que pueda ser portador de esta Buena Nueva a otros.
Gracias por dejarme la oración para tener comunión contigo para siempre, hoy
como sirviendo al Invisible, pero mañana cara a cara contigo. En el nombre de
JESÚS. Amén
DIOS se ha puesto a
la distancia de una oración, y por paradójico que esto parezca: ¡Funciona!
Interacción:
¿Qué me dice DIOS
hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna
promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna
lección por aprender?
¿Existe alguna
bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado
por evitar?
¿Existe algún
pensamiento para llevarlo conmigo?
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