Francisco
Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Salmo 42
Como el
ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios el alma
mía. Salmo 42:1
(RV60)
“Cuando es tan natural para nosotros anhelar a
Dios como para un animal estar sediento, las cosas van bien en nuestra alma,
por penosos que sean nuestros sentimientos. Aprendemos en este versículo que la
intensidad de nuestro deseo puede hacerse valer ante Dios, y más aún porque hay
promesas especiales para el que es importuno y ferviente”. (C. H. S. Salmo 42 El Tesoro de David).
Por supuesto que la vida moderna deja poco tiempo
para la oración. No la propicia. Y, aún los mismos cristianos nacidos de nuevo
estamos cayendo en su trampa. Nos enfrentamos a problemas diarios que reclaman
prioridad, períodos de crisis, situaciones de angustia ante el incremento de
“toda especie de mal”. La maquinaria social nos asfixia porque queremos quedar
bien con todos. El sonido de todos nuestros aparatos, celulares, computadoras y
otros artefactos que nos mantienen comunicados con el mundo al mismo tiempo nos
alejan de los que amamos, teniéndolos cerca. Nos alimentamos de rutina y
agobio: Trabajo, comida rápida, trabajo, cena, televisión, cama, trabajo.
Cansancio. Preocupaciones. Nervios. Ansiedad. Perturbaciones. Insatisfacción.
Congojas. ¿Dónde cabe la oración? No hay espacio. Sin embargo, el espíritu y el
alma están vacíos. Tienen sed de DIOS, como lo dijera el poeta Amado Nervo:
Inútil la
fiebre
que aviva tu
paso,
no hay agua
que pueda
calmar tu
ansiedad
por mucho
que bebas.
El alma es
un vaso
que sólo se
llena
con
eternidad.
Por ello, creo que la
oración debe recuperar en nosotros su espacio perdido. Debemos hacerla
prioridad en la vida personal, en la familiar y en la eclesial. La oración debe
dejar de ser la cenicienta en nuestras vidas para ser reina. La oración es un
diálogo con DIOS y no un monólogo. Él nos habla por su Palabra y nosotros por
la oración. La oración es el elemento de comunicación que el SEÑOR estableció
para tener comunión con Él. La oración es el vehículo de comunión para amar a
DIOS por lo que Él es, y no sólo por lo que Él nos puede dar. Ahora bien, la
oración que prevalece no es fácil porque Pablo, dijo: “Pues
no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra
gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas
poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales.”
(Efesios 6:12 Nueva traducción viviente). ¡Tenemos que hacer un tiempo para la
oración porque la batalla es espiritual! Como en toda guerra, el ejército
quiere cortar todos los caminos para que los recursos no lleguen a su enemigo.
Podemos estar seguros que el recurso más grande, después de la Palabra de DIOS,
es la oración. ¡No dejemos que el enemigo nos distraiga! Como alguien dijo: "Cuando el
hombre obra, él obra, pero cuando el hombre Ora, ¡Dios obra!" ¡No desmayemos en la oración! Pues bien,
en las biografías de los hombres y mujeres que han hecho historia en el avance
del Evangelio, leemos que pasaban horas en oración, clamando tanto por ellos
como por sus generaciones.
En esta
hora me viene a la mente esa extraordinaria mujer, Susana Wesley que, a pesar de
tener diecinueve hijos, hallaba por lo menos una hora para buscar al SEÑOR.
Todos sus hijos sabían que no podían molestarla al entrar a la cocina y ver a
mamá de rodillas, tapada la cara con el delantal. ¿Cuál fue el resultado? Ella
fue la madre de dos hombres que cambiaron la historia del cristianismo: Juan y
Carlos Wesley. El primero padre del gran avivamiento espiritual que evitó que
Inglaterra, hubiera un derramamiento de sangre como sí lo hubo en Francia. Ese
avivamiento impactó a Europa y cruzó el océano y llegó hasta nosotros en todo
el Continente americano. Carlos Wesley fue un compositor de himnos que se han
cantado y se seguirán cantando en las iglesias cristianas. El mismo Juan
Wesley, dijo de su madre: “Aprendí más de mi madre que de todos los teólogos de
Inglaterra” ¡Alabado sea el SEÑOR ¡No se trata de hallar tiempo para la
oración, sino de hacerlo! Hagamos de la oración la prioridad.
Oración:
PADRE ETERNO: Alabo tu bendito Nombre porque
nos has dejado la oración para comunicarnos contigo como nuestro PADRE. Te
confieso en esta hora que necesito pasar más tiempo en tu compañía, y ayúdame a
hacer de la oración el centro de mi caminar diario, que como el ciervo: yo
tenga sed de ti. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
Todas
las actividades en la iglesia son buenas, son necesarias pero las oraciones son
indispensables para ver la gracia de DIOS en acción.
Interacción:
¿Qué me dice
DIOS hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una
promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una
lección por aprender?
¿Existe una
bendición para disfrutar?
¿Existe un
mandamiento a obedecer?
¿Existe un
pecado a evitar?
¿Existe un
pensamiento para llevarlo conmigo?
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