Francisco
Aular
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Lectura devocional: Deuteronomio 4:15-29
Sin embargo, desde allí, buscarán nuevamente al Señor su Dios. Y si lo
buscan con todo el corazón y con toda el alma, lo encontrarán. Deuteronomio 4:29
(NTV)
¿Sabe
por qué creo que la Santa Biblia es la verdad? Esta bendita Palabra me dice lo
que soy y como soy, pero nunca estaré reconociéndome como quien soy hasta que me
postre de rodillas delante de DIOS en oración, sin embargo, esto no es fácil, y
ÉL lo sabe: “el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”
Por eso, la oración es ante todo, un desafío a nuestro espíritu.
De hecho, JESÚS viene a nuestro rescate, porque el poder de la oración
no radica en las palabras del orante, sino en el poder de Aquel que escucha. La
oración es el desafío que DIOS mismo nos hace para que mantengamos con Él un
diálogo íntimo que se traduce en una comunión, una amistad que permita al ser
humano tener acceso directo a la omnipotencia divina: “Clama a mí, y yo te
responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías
33:3; RV60). Carlos Spurgeon, el gran predicador inglés del siglo pasado, dio una
definición sobre la oración que es una de mis favoritas: ”La oración es el
delgado nervio que mueve los músculo de la omnipotencia.”. ¡Imagínese usted qué
gran privilegio y responsabilidad tenemos al orar y al desafiar a otros a
hacerlo! De ese mismo parecer fue E.M.Bounds, escritor estadounidense de libros
clásicos sobre la oración cristiana que han hecho impacto en muchas vidas: “La
oración es el contacto del alma viviente con Dios. En la oración, Dios se
inclina para tocar suavemente al hombre, para bendecirlo e incluir todo lo que
Él pueda planear o el ser humano pueda necesitar.”.
El Señor JESÚS oró y desafió a la oración a sus discípulos. Él dio
varias razones por las cuales debemos hacerlo, especialmente cuando nuestra fe
es vacilante para enfrentar y vencer la oposición diabólica:
“—Esta clase de demonios
sólo puede ser expulsada a fuerza de oración—respondió Jesús” (Marcos 9:29;
NVI); también pidió que oráramos para estar firmes en la fe hasta cuando Él
regrese: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de
escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo
del Hombre.” (Lucas 21:36; RV60); que oráramos para que sean suplidas todas
nuestras necesidades, de cualquier naturaleza -no los deseos-: “Y todo lo que
pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:22; RV60); para que
surjan nuevos misioneros y evangelizadores para la gran cosecha de un mundo
hambriento de Dios: “La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —les
dijo a sus discípulos—.Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe
obreros a su campo” (Mateo 9:37,38; NVI); igualmente JESÚS, a través de varias
ilustraciones o parábolas, resaltó la importancia y necesidad de la oración:
las diez vírgenes (Mateo 25); el viajero inoportuno (Lucas 11:5-10) y entre
otras, el juez injusto (Lucas 18:1-8).
Ahora bien, si alguien duda de la necesidad y de la eficacia de la
oración le bastaría con recordar que todos los grandes acontecimientos en la
Biblia están marcados por períodos previos de oración. Esto era así, tanto en
el pueblo judío del Antiguo Testamento como en el cristianismo del primer siglo
del Nuevo Testamento. La Escritura Sagrada es abundante en ejemplo y en citas
al respecto. Recordemos que la oración es ante todo, un desafío que DIOS nos
hace, y Él allí, nos espera.
En efecto, la historia del cristianismo nos dice que DIOS conmovió y
transformó naciones enteras, utilizando a los cristianos, llenos del poder del
Espíritu Santo, con vidas de oración, evangelizadores y discipuladores. Hoy
como ayer, Dios nos desafía que lo busquemos mientras lo podamos hallar: “Sin embargo, desde allí, buscarán nuevamente al
Señor su Dios. Y si lo buscan con todo el corazón y con toda el alma, lo
encontrarán.” (Deuteronomio 4:29,NTV).
La Biblia y la oración nos retratan como somos fuertes para lo
temporal y débil para lo eterno. Recordemos que la oración es ante todo, un
desafío a la verdadera comunión entre lo eterno y lo temporal: “Si ustedes permanecen en mí y mis palabras
permanecen en ustedes, pueden pedir lo que quieran, ¡y les será concedido!”
(Juan 15:7, NTV).
¡Cómo cambian las cosas cuando acepto el desafío de DIOS para tener
comunión con Él en oración! Pasar una hora en Su presencia y en la comunión con
Él, es poder para nuestro espíritu, gozo para nuestra alma y sanidad para
nuestro cuerpo. ¡Las pesadas cargas de nuestros hombros caen, cuando Dios
refresca nuestra alma con una lluvia de amor y de esperanza! Caemos sobre
nuestras rodillas y sentimos Sus manos sobre nosotros. Al levantarnos, una
frescura se derrama en nuestro ser como el rocío sobre las flores del desierto.
Por eso en lo personal, acepto el desafío a la oración.
Oración:
Padre nuestro:
¡Gracias Señor por
desafiarme a buscarte con todo mi corazón! Ayúdame SEÑOR a prevalecer delante
de ti, y dame fuerzas para ayudar a otros. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
¡Qué gran poder existe
al aferrarme a las promesas de DIOS y orar!
Interacción:
¿Qué me dice DIOS hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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