Francisco Aular
faular@hotmail.com
Antes de la
fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase
de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin. Juan 13:1 (RV60)
Ayer, cayó un gigante en la obra
del SEÑOR en Venezuela, el pastor y misionero: Boanerge Elías De Armas Ibarra. En
realidad nuestro Boanerge hizo y fue muchas cosas al mismo tiempo, en la corta
trayectoria de su vida temporal por este mundo. Lo recordaré siempre con una sonrisa en sus labios y sus palabras de aliento, desde que
lo conocí en mis dias en el Seminario, creo que fue el más joven de su
promoción en 1974. Me apoyó de todo corazón en la fundación y expansión de los
movimientos de oración, evangelización y discipulado a nivel local, nacional e
internacional. Se destacó como plantador de iglesias y por ser un amigo
incondicional en el plano meramente humano. Como en aquellos tiempos de
prolongadas vigilias compartiendo como alcazaríamos a una Venezuela para
Cristo, hoy me vienen las palabras de las buenas noches que siempre le decia:
¡Boanerge, nos vemos en la mañana!
¿Por qué morimos? La muerte vino a
este mundo como resultado del pecado: “el aguijón de la muerte es el pecado” (1
Corintios 15:56), y desde entonces, nos esclaviza de miedo en toda nuestra vida
como seres humanos, pero el miedo a la muerte no nos impedirá morir, sino
vivir. Como un médico dijo: “Este temor está arraigado en tres cosas: temor al
dolor, temor a la separación y temor a lo desconocido.”.
Pasar “de este mundo al Padre” es la admirable definición de la
muerte que hace la Palabra de Dios
para el cristiano nacido de nuevo. La muerte no es para el cristiano un camino
cerrado o un salto a lo desconocido, sino, la partida desde este mundo a la
casa del Padre: No se
turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi
Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a
preparar lugar para vosotros. Y si
me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para
que donde yo estoy, vosotros también estéis. (Juan
14:1-3) ¡Qué promesa nos hace JESÚS! Esto debiera ser suficiente para vencer
cualquier temor a la muerte. Esta promesa está acreditaba por la resurrección
del mismo JESÚS: Cuando le vi, caí
como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo
soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que
vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del
Hades. (Apocalipsis 1:17,18).
¿En esto piensa la mayoría de los
seres humanos sobre la muerte? No. Lamentablemente para la mayoría, la muerte
es el final de todo, y por lo tanto, nos pasamos la vida retardándola,
disfrazándola, burlándonos e ignorándola
en cuanto nos es posible, pero tarde o temprano, tendremos una cita con
ella. ¡Nadie quiere que ni en sombra se atraviese en su camino!
Sin embargo, para el discípulo de
JESÚS, la muerte ya no es un motivo de temor, poseemos la certeza que nos da la
Palabra de Dios; la muerte no nos separará de Dios, sino que nos llevará a Él;
veremos a JESÚS y lo conoceremos cara a cara; no sé lo que usted hará cuando
eso suceda, pero cuando llegue allá y lo contemple en toda su gloria, y al ver
en su cuerpo resucitado las marcas de los clavos en su amor por mí, me arrojaré
a sus pies, y le diré: ¡Gracias amado JESÚS!, durante mi primer millón de años
en la eternidad.
En la biografía del esposo de
Catherine Marshall Un hombre llamado
Pedro, ella describe elocuentemente la negrura de la noche del pesar, y lo
brillante del amanecer de una nueva fe. En efecto, después de la muerte del
doctor Marshall, ella fue a la casa de verano, y allí todo le hablaba de él,
desde el bote hasta los zapatos bajo la cama, buscando la soledad del mar,
salió a la playa en la primera tarde tempestuosa, al mirar el agua, de repente,
recordó sus últimas palabras, la escena quedó fija vívidamente en su memoria.
Pedro estaba acostado en la camilla esperando que lo llevaran a la ambulancia,
ella se inclinó sobre él y le susurró: “Querido, nos veremos en la mañana.” La
última línea resume así sus maravillosos pensamientos: “Y al estar de pie allí
mirando a lo lejos del horizonte, sabía que esas palabras las cantaría de
corazón a través de los años: nos vemos querido, nos vemos en la mañana.” Paul W.
Powell, El Nuevo Manual para Ministros. “…sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase
de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el fin.” Amar a los nuestros hasta el fin, nos da una gran
esperanza frente a la muerte.
Hoy, toda la extensa familia del
amado Boanerge, y sus hermanos de la obra bautista venezolana reciban un gran abrazo…¡Abracémos
todos! ¡El SEÑOR de Boanerge es también nuestro SEÑOR! Porque cuando dos personas son cristianos nacidos de nuevo, la muerte no
es una separación definitiva, por tanto no se dicen adiós por última vez, sino,
¡Boanerge, nos vemos en la mañana!
Oración:
Yo sé que un día el río cruzaré
Con el dolor batallaré
Y al ver la vida triunfando invicta
Veré gloriosas luces y veré al Rey.
Con el dolor batallaré
Y al ver la vida triunfando invicta
Veré gloriosas luces y veré al Rey.
Porque Él vive
Triunfaré mañana
Porque Él vive
Ya no hay temor,
Porque yo sé
Que el futuro es suyo,
La vida vale más y más, solo por Él. Gloria y William J. Gaither. “Porque Él vive”, Himnario Bautista, #460, CBP, 1978
Triunfaré mañana
Porque Él vive
Ya no hay temor,
Porque yo sé
Que el futuro es suyo,
La vida vale más y más, solo por Él. Gloria y William J. Gaither. “Porque Él vive”, Himnario Bautista, #460, CBP, 1978
Perla
de hoy:
No nos corresponde saber cuanto
tiempo nos queda por vivir aquí, sino vivir lo que nos resta para la gloria de
Dios.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de
su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para
disfrutar?
¿Existe un mandamiento por
obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un pensamiento para llevarlo conmigo?
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