Francisco Aular
Lectura devocional: Juan 15:1-8
Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. Juan 15:7 (RV60)
La Biblia es al alma, lo que la oración es al espíritu, vivifica. La
Palabra de Dios es el manual de vida para llevarnos a Dios; es la disciplina
del alma para que nuestros pensamientos, voluntad y emociones estén alineados
con la voluntad divina; mediante la Biblia, Dios nos habla, y mediante la
oración nosotros hablamos con Dios. En el mismo grado que creamos y vivamos en
la Palabra de Dios, y podamos permanecer en ella, Dios nos promete: “pedid todo
lo que queréis, y os será hecho”; no hay límites para lo que puede ocurrir con
una oración saturada de Biblia.
En efecto, uno de los grandes hombres de Dios que he admirado toda mi
vida, ha sido, Leonard Ravenhill, y una de sus citas que más recuerdo es ésta:
“Cualquier día de estos, algún alma sencilla tomará el Libro de Dios y lo
leerá, y lo creerá. Los demás nos quedaremos avergonzados. Hemos adoptado la
teoría conveniente de que la Biblia es un libro que ha de ser explicado; pero
primero y por encima de todo, es un libro que ha de ser creído (y después de
eso, ha de ser obedecido)”.
Nunca olvidaré mi primer pastorado en la Iglesia Bautista El Buen Pastor
de la ciudad de Maracay, en Venezuela. Los nombres de muchos de los miembros de
aquel, mi primer redil, todavía los recuerdo con cariño. Allí ocurrieron hechos
divinos que han influido en el resto de mis años vividos; con ese grupo de
amados hicimos de la oración y el estudio de la Palabra, a la par que la
evangelización y el discipulado, una razón para vivir. Días de oración, ayunos
voluntarios y vigilias de oración nos mantenían en sintonía con Dios, toda esa
disciplina de la oración, desarrollaron fe en la Palabra de Dios; entonces,
creíamos en las promesas de Dios en Su Palabra, orábamos y Dios nos oía.
Aquellos días fueron de avivamiento y fervor en las cosas de Dios. Las
conversiones al Evangelio eran algo rutinario.
Verá, un domingo de avivamientos de aquellos años, celebrábamos la Cena
del Señor –el Bautismo y la Cena del Señor son las dos ordenanzas que instituyó
nuestro SEÑOR JESUCRISTO-, el culto estaba vestido de solemnidad, los diáconos
y yo, presidíamos la ceremonia; por la calle pasaba un hombre de unos sesenta
años, iba en su bicicleta, miró hacia nosotros, detuvo su marcha, lo vi cuando
puso su bicicleta en una de las columnas del templo, pasó y se sentó en la
última banca; expliqué el símbolo de pan, que representa el cuerpo de JESÚS, y
el vino representa la sangre del Señor derramada por nosotros; de repente el
hombre que había entrado, corrió hacia mí por el largo pasillo, se arrodilló y
en voz alta dijo: “¡Yo estuve allí, cuando el Señor murió por mí, en estos
momentos me arrepiento de mis pecados y le entrego mi vida!”, todos lo
escuchamos, le tendí mi mano, lo levanté y lo abracé, dándole la bienvenida a
la Iglesia del SEÑOR.
Aquel hombre, era el hermano Jesús Bolívar, a quien después el Espíritu Santo, utilizaría grandemente al lado de mi ministerio con las Marchas Evangelizadoras
en toda nuestra nación. ¡Nadie como él oraba citando la Palabra de Dios en sus oraciones fervientes! Sé que Dios hizo grandes cosas en la evangelización y el discipulado
en esos años en toda nuestra nación, en respuesta al clamor y la oración de su
siervo Jesús Bolívar. El día para Jesús Bolívar, estuviéramos en donde estuviéramos, sin
importar la hora en que fuéramos a dormir, comenzaba a las tres de la mañana
con la lectura en voz alta de la Palabra y la oración. No he conocido a un hombre con un
alma tan sencilla como Jesús Bolívar, quien tomó la Biblia, creyó todo lo que
Dios promete en ella, y oró. Lo que vino después es historia. ¡Alabado sea el SEÑOR por dejarnos la Biblia y la Oración!
Oración:
Padre eterno: ¡Te alabo nuevamente en
esta hora en mi tiempo de comunión contigo! Ayúdame a disciplinarme y a
ejercitarme en la Palabra de Dios y en la oración. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Si siempre
permanecemos en la Palabra de Dios y la oración, entonces JESÚS permanece en y
con nosotros.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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