Francisco Aular
Lectura devocional: Romanos 15: 23-30
Mis amados hermanos,
les pido encarecidamente en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que se unan a
mi lucha orando a Dios por mí. Háganlo por el amor que me tienen, ese amor que
el Espíritu Santo les ha dado. Romanos 15:30 (NTV)
He tenido a lo largo de mi vida la bendición de hermanos que me han
regalado diariamente, al menos, una oración. Creo que mi tía Blasita de Sánchez
fue la primera intercesora por mí; yo tenía 15 años en 1960 cuando en unas vacaciones
la visité en mi pueblo Albarico, estado Yaracuy, Venezuela. Y ella me dijo que
me tenía en oración todos los días para que yo me convirtiera al evangelio del
Reino, y con su hermosa voz me cantó el himno “La tierna voz del Salvador.”
Tres años después yo vine a Cristo. Mi tía me había regalado sus oraciones, y
Dios la había oído.
Luego en los días del inicio de la Marcha Evangelizadora, conocí en el
pueblo de El Palmar, estado Bolívar, a la anciana María Reina. Aconteció que
ese viaje lo realicé una semana después de una gira por los estados de Florida
y Texas, Estados Unidos, ¡el Señor bendijo con muchas decisiones por Él aquel
viaje! Yo venía emocionado al ver cómo Dios me había usado a mí, un hombre
recién egresado del Seminario. Así que cuando el hermano Samuel Ramírez y yo
llegamos al El Palmar, como a las once de la noche, la hermana María Reina
había hablado con la hermana Juana Pulgar para que me llevara delante ella, sin
importar la hora en que yo llegara. Así que nos fuimos a la casa de la hermana
María Reina, y al ella sentir mi llegada –era casi ciega, pero tenía unos
tabiques llenos de mis artículos del Luminar Bautista que alguien le leía- se
levantó de su asiento y tocando mi cara con sus manos, me dijo: “Francisco,
¿qué te había ocurrido, en dónde estabas estas semanas pasadas que el Señor no
me dejó dormir y puso en mi corazón interceder por ti noche y día? Le conté en
dónde había estado, lo que había hecho y las bendiciones recibidas. Nunca más
la hermana María Reina y yo nos volvimos a ver en esta tierra; sólo allá en el
cielo comprenderé y veré los alcances de su oración en mi vida, porque sé que
mientras vivió, me regaló sus oraciones todos los días.
El bien recordado hermano Jesús Bolívar, discípulo y compañero de
viaje, y quien integró como misionero voluntario el primer equipo del
Departamento de Evangelización de la Convención Nacional Bautista de Venezuela,
además era un hombre de oración, Dios había hallado en el hermano Bolívar un
corazón que oraba, y él había hallado al Dios que le respondía sus oraciones.
Un día de julio de 1979 estábamos preparándonos para viajar a Cali, Colombia porque
allí celebraríamos la Primera Marcha Evangelizadora fuera de Venezuela, y era
importante que todos los del equipo fuésemos. Nos reunimos para orar en casa
del hermano Rafael Díaz y el hermano Bolívar pidió su turno para hablar y nos
dijo: “Hermanos, yo no viajaré con ustedes a Cali, porque me pondré de rodillas
en oración para sostenerlos en ese viaje.” Así fue. En aquellos años mientras viajé
incesantemente por los países
bolivarianos, cada vez que una persona venía a Cristo, cada pastor e iglesia fortalecidos,
yo sabía que había un hombre orando por mí y por mi ministerio, ¡porque Jesús
Bolívar oraba y Dios le respondía! Aquel hombre piadoso me regaló sus oraciones
hasta que murió en 1994.
Quizás no haya existido, otro hombre más grande que el apóstol Pablo
después de Jesucristo, para el reino de Dios, sin embargo, ante al desafío de
viajar a España y otros lugares de Europa para llevar el Evangelio, él escribe
desde Corinto a las iglesias de Roma, y este gigante del cristianismo, sólo
hace una petición a sus hermanos, discípulos y amigos: “¡Por favor, regálenme
una oración!”
Oración:
Eterno Dios:
En esta hora mi alma y mi espíritu respiran por la esperanza que deposito
en ti tanto para mi salvación eterna como mi triunfo en esta vida presente.
Ayúdame a regalar mis oraciones a otros, y a recibir con gratitud las que me
regalan. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Lo mejor que podemos hacer por otros es
regalarles nuestras oraciones.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo
conmigo?
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