Francisco Aular
Lectura
devocional: Éxodo 14:1-32
Pero el Señor le dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? ¡Ordena a los
israelitas que se pongan en marcha! Y tú, levanta tu vara, extiende tu brazo
sobre el mar y divide las aguas, para que los israelitas lo crucen sobre
terreno seco. Éxodo 14:15,16 (NVI)
Cuando Dios quiere hacer algo grande y cambiar la
historia, la primera cosa que hace es escoger a un niño, porque el eterno, es
especialista en lo imposible; de esta manera Él usa lo débil, lo que el mundo
considera inútil, simple, lo insignificante, para confundir a los que se creen
muy importantes y sabios. El Apóstol Pablo, lo dijo de una manera sencilla y
profunda:
“Recuerden, amados
hermanos, que pocos de ustedes eran sabios a los ojos del mundo o poderosos o
ricos cuando Dios los llamó. En cambio, Dios eligió lo que el mundo considera
ridículo para avergonzar a los que se creen sabios. Y escogió cosas que no
tienen poder para avergonzar a los poderosos. Dios escogió lo despreciado por
el mundo —lo que se considera como nada— y lo usó para convertir en nada lo que
el mundo considera importante. Como resultado, nadie puede jamás jactarse en
presencia de Dios.” (1 Corintios 26-29 NTV).
Ahora bien, me emociona mucho la historia de la
iberación del pueblo de Israel de Egipto. La historia del libro de Éxodo es una
de mis favoritas porque ella nos dice que hacer ¡frente a lo imposible!
Entonces, me imagino a más de un
millón de personas, viajando con todas sus pertenencias en marcha hacia la
Tierra Prometida. Sin embargo, no es un viaje de vacaciones, es una huida.
Aunque contaban con la presencia de Dios, todavía se sentían y con mucha razón,
¡frete a lo imposible! En efecto, durante el día el SEÑOR iba delante de ellos
en columna de nube indicándoles el camino; de noche los iluminaba con una
columna de fuego. Así viajaron de día y de noche. No descansaron hasta llegar a
las orillas del Mar Rojo. De repente, escucharón a los lejos el estremecedor
ruido de las legiones del terrible ejército egipcio que les iba pisando los
talones. Sus consignas y gritos debieron sonar espantosos, cuando caía la
tarde.
Por los
comentarios pesimistas que corrieron en medio del pueblo aterrado, sabemos lo
difícil de la hora:
“Entonces le reclamaron
a Moisés:—¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para
morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de
Egipto? Ya en Egipto te decíamos: “¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los
egipcios!” ¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el
desierto!” (Éxodo 14:11,12).
El pueblo de Israel, estaba literalmente atrapado y sin
salida en aquella encrucijada. ¡Los pesimistas habian contagiado a todos con su
mejores armas: el desánimo y el rumor! Sinceramente, no era para menos,
de un lado, el desierto y
su peligros; del otro lado los alcantilados, imposibles de vencer y
muchos menos de noche; atrás el sonido de los carros y trompetas del terrible
ejército del enemigo y el Faraón que marchan en pos de una victoria que les
parece fácil frente aun puebo desarmado; al frente el Mar Rojo con su olas que
hacen su ruido al chocar con las rocas y la playa. En otras palabras,
verdaderamente, estaban ¡frente a lo imposible! ¿Qué hacer?...
Entonces, se
escucha desde el cielo una orden a Moisés “¡Ordena a los israelistas que se
pongan en marcha!!” Moisés levantó su vara y se puso en acción con el primer
paso, en obediencia a Dios. Entonces, el Angel de Dios y la nube cambiaron de
lugar, de la vanguardia pasaron a la retaguardia ¡la presencia de Dios se
colocó entre los egipcios e Israel; el mar se abrió y los israelitas cruzaron
aquel mar con sus terribles olas sostenida por el aliento de Dios. Además de ello,
la columna de fuego los iluminaba para su lado, y del lado del ejército enemigo
la terrible oscuridad de la noche; así pasó el pueblo de Dios el Mar Rojo, y
una vez que lo cruzaron el mar se cerró y se tragó a los enemigos de Israel.
Otra vez, en los planes de Dios: ¡Lo débil había vencido a lo fuerte! ¡Entusiástamente
yo me uno al cántico de Moisés! “¡El SEÑOR reina por siempre y para siempre!”
(Éxodo 15:18). Él y sólo Él es Vencedor, cuando Sus hijos están: ¡Frente a lo
imposible!
Oración:
Amado Padre eterno:
Aquí estoy SEÑOR, con lo único
que poseo, mi misión histórica para la cual tú por tu misericordia me has
escogido. En esta hora cumbre de mi vida me pongo en marcha para hacer tu
divina voluntad. Ayúdame a vencer lo imposible. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Frente a lo imposible el SEÑOR, nos dice “¡ponte en
marcha!”.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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