Francisco Aular
¡Sé valiente! Luchemos con valor por nuestro pueblo y por las ciudades
de nuestro Dios, y que se haga la voluntad del Señor. 1 Crónicas 19:13 (NTV)
Mi siempre recordaba
hermana Margarita Gamble, sentía un verdadero amor por los ancianos y luchó
porque nuestra obra bautista venezolana abriera un ancianato. Así que
promoviéndolo, subió al púlpito de nuestra iglesia y preguntó: “¡Cuántos
ancianos hay aquí en esta mañana!” ¡Nadie alzo su mano, ni siquiera los
canosos! Es evidente que no nos damos cuenta cuando llegamos a ancianos. ¿Qué
podemos hacer para no olvidarnos de los que lucharon por “nuestro pueblo y por
las ciudades de nuestro Dios” en los años pasados? Una sola petición como parte
de este hermoso club del cual ya soy miembro: ¡No nos olviden!
Escuché el
sonido al cerrar la puerta del taxi y rápidamente me levanté y me asomé desde
la ventana de mi oficina. Allí estaba él. Un anciano que el taxista había
dejado pensando que todavía funcionaba, aquí en este edificio, el servicio de
cuidado diario de las personas de la tercera edad.
Hacía frío
y le invité a pasar adelante. Sabía que pasaría varias horas antes de que la
familia pudiera venir a buscarlo. Lo invité a sentarse enfrente de mí. –“Me
llamo Jim, me dijo”, mientras se sentaba, nací en 1920 y serví en el ejército
canadiense durante la segunda guerra mundial, cuando tenía 20 años. Luego me
habló de su trabajo en el gobierno, del cual se había jubilado cuando tenía 55
años.
Sus ojos
azules parecían no perderse ningún detalle de mi oficina. ¿Escribes? Preguntó.
No lo le respondí porque no me dio tiempo, él tenía mucho que contar, me habló
de su familia de sus dos hijos y cuatro nietos. Pero se detuvo a relatarme su
experiencia en ejército en 1942, en las costas del Mediterráneo y Normandía, posiblemente,
aquel relato lo habría contado miles de veces, y por eso, me parecía que
mientras él hablaba, mi imaginación viajaba con su relato; me contó con
profunda tristeza la muerte de muchos de sus compañeros pero levantó la frente
con orgullo al hablarme sin reparos del Regimiento Real de Toronto. Luego, me
hizo vivir su júbilo al momento cuando, le informaron que la guerra había
terminado…Se puso de pie y se metió la mano al bolsillo, y allí bien envuelta
en una especie de pañuelo rojo, la medalla que por su valentía había ganado…Me
acerqué a él, y lo abracé, y le dije lo orgulloso que estábamos, los que no
habíamos nacido en esta tierra, de un héroe como él. Sentí que su pecho se
infló por la satisfacción de haber sido parte de un ejército que en defensa de
la democracia y la libertad había derrotado a Hitler y su temible ejército
alemán. Su esposa, mucho más joven que él, vino a buscarlo en su automóvil. Ella
me pidió disculpas porque sin duda, él me habría distraído de mi trabajo, pero
le respondí como lo dicen por estos lados: “Jim, salvó mi día”…
Vi a Jim,
sonreír mientras le abría la puerta del auto, y calladamente me dijo: “¡Soy
feliz!”.
Pues bien,
hablando de veteranos de la guerra. Hoy celebramos aquí en Canadá, una
ceremonia un poco rara para quien nos visita: En esta mañana a las once y once
minutos, las campanas y sirenas sonarán, y en los grandes centros comerciales,
se detiene el comercio, y por un minutos todos los habitantantes de esta gran
nación, por sesenta segundos en silencio, recordamos aquel año de 1918, cuando
se firmó el armisticio, el cese de los cañones de lo que la historia conoce
como la Primera Guerra Mundial.
Ahora
bien, lamentablemente, las guerras no terminaron allí. Esta es la paradoja
humana ¡millones han muerto por la libertad y los derechos humanos, y todavía
se levantan tiranos en el mundo! Sin embargo, aquí en Canadá para celebrar este
“Día del Recuerdo”, cada ciudadano luce en su solapa una flor de amapola roja,
en honor de todos los que dieron su vida en los campos de batalla del mundo,
especialmente en los campos de Flandes en Francia; en efecto, en aquella
primavera los Camplos de Flandes, lucían sus amapolas rojas para el momento de
la batalla que allí se libró. Por eso, en el lado izquierdo de la solapa todos
llevamos una amapola roja, y de esta manera expresar nuestro amor y solidaridad
a esos monumentos andantes que son los hombres que como Jim, lucharon en los
campos europeos, y desafiaron a la muerte misma en los años mejores de su
juventud. ¿Cómo los vamos a traicionar olvidándonosde ellos?
Un comandante canadiense escribió un precioso poema, desde el mismo campo de batalla.
Aquí está, se llama en los “En los Campos de
Flandes”.
En los campos de
Flandes
las amapolas se
mecen,
entre las cruces,
fila en fila,
que marcan nuestro
lugar;
y en el cielo, las
alondras, lanzan aun
su valiente grito,
vuelan,
sin que nadie las
sienta
aquí entre los cañones.
Somos los muertos.
Pocos días antes… Vivimos,
sentimos el
amanecer, vimos crepúsculos
rojizos.
Amamos, y fuimos
amados,
y ahora yacemos,
en
los campos de Flandes.
Resume nuestra
lucha con el enemigo.
De nuestras
inhertes manos
te lanzamos…
La
antorcha;
es tu tarea
mantenerla bien alta.
Si nos traicionas a
nosotros que perdimos la vida
nunca
descansaremos, aunque las amapolas crezcan
en los campos de
Flandes.
(Tte. Cnel. John McCrae, ejército canadiense
Primavera de
1915)
Oración:
Amada Padre eterno:
Estoy montado en los hombros de mis héroes
del pasado. Hombres y mujeres que modelaron para mí, el verdadero vivir. No me
hice solo. Disfruto lo que ellos hicieron por este mundo en el cual vivo. Veo a
mis nietos y me deleito escuchando sus historias y disfrutando de sus éxitos en
los deportes y sus estudios, y me uno a ellos en sus sueños y visiones. No
tendríamos esta nación sin la luchas de los hombres de ayer y de hoy. Te
imploro por las naciones que no disfrutan de su libertad, y se sienten
desfallecer sin paz ni esperanza. Ayúdame a llevarles la verdadera paz, la que
tu nos das. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
El mejor legado para la generación más joven es el buen ejemplo que
podemos dar la generación veterana.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento por obedecer?
¿Existe
un pecado por evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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