Francisco Aular
Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para que ayunen por
mí. Durante tres días no coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por mi
parte, ayunaré con mis doncellas al igual que ustedes. Cuando cumpla con esto,
me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la ley. ¡Y si perezco,
que perezca! Esther 4:14 (NVI)
Me convertí al Señor en el mes de abril de 1963, me encontraba solo en
aquellos días, leyendo la Palabra de Dios, pero, allí mismo comprendí que el
cristianismo verdadero tiene implicaciones colectivas, y por eso, busqué una
congregación donde asistir y el Señor me llevó a una en agosto de ese mismo
año. En el mes de octubre de aquel año cumplí mis 18 años, así que hice dos
actos cívicos: Me inscribí en el servicio militar obligatorio y, también, en el
Registro Electoral para votar en las elecciones presidenciales que se
realizarían el 1 de diciembre de 1963.
Aquellos años eran terribles en Venezuela, porque, entre otras cosas,
habían surgido las guerrillas urbanas, y éstas hacían actos terroristas en
muchos lugares del país, sobre todo en Caracas, ya que la capital era su
objetivo principal. La extrema izquierda amenazó con matar a los que fueran a
votar; yo vivía en un barrio en el que todos nos conocíamos, y sabía quiénes
pertenecían a la guerrilla urbana, y ellos estarían viéndome ir a depositar mi
voto. Pero no me detuve, mi valor cívico pudo más que el miedo. Voté, y después
me fui a mi iglesia a orar y a esperar los escrutinios; la verdad sea dicha:
¡El bravo pueblo venezolano acudió como nunca a votar! ¡Me sentí dichoso de
contarme e identificarme con un pueblo así! Desde entonces, votar en toda
elección de autoridades es una parte de mi doble condición como ciudadano del
cielo y de la tierra.
El coraje cívico es el valor de un ciudadano para situarse frente a
otros, y decir o hacer lo que cree que es conveniente, aun con el alto precio
de perder su única vida humana en el cumplimiento de su deber. Quien se deja
conducir por su coraje cívico no puede cegarse a las injusticias de los fuertes
sobre los débiles, y tiene valor para enfrentarse pacíficamente y por todos los
medios legales posibles, a los que quieren eliminar su opinión y libertad.
Por eso, me emociono cada vez que en la Palabra de Dios encuentro a mis
héroes en la fe, quienes vivieron en épocas muy difíciles, en las cuales no
existían gobiernos democráticos, y por lo tanto, no se podía elegir a los
gobernantes. Sus reyes tenían el poder en las manos para encarcelar o
asesinar a sus enemigos.
A nosotros nos toca interceder en oración por nuestros gobernantes como
Dios nos lo recomienda en su Palabra, igualmente cierto es que, “sabemos que a
los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28; RV60).
Pase lo que pase, los gobiernos son temporales mientras que el reino de Dios es
eterno, y su triunfo final ya está asegurado, y sabemos que su “reino no es de
este mundo”, por ello, predicar el Evangelio es nuestra prioridad, y no debemos
enredarnos meramente en lo temporal. Pero también es cierto que, pacíficamente,
debemos acudir a ejercer nuestros derechos como ciudadanos de esta tierra, ante
los gobernantes, como lo hicieron los primeros cristianos: “Juzgad si es justo
delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hechos 4:19; RV60).
Pues bien, muchos de los hombres y mujeres de Dios en tiempos
primitivos, tuvieron el coraje cívico para orar por sus gobernantes, así fuera
por Nerón e intervenir usando sus influencias a favor del pueblo judío.
Precisamente ese es el caso de la hermosa reina Ester, quien salvó a su pueblo
al mostrar su coraje cívico y lograr lo imposible, su determinación fue: ¡Y
si perezco, que perezca!
El ser humano con coraje cívico no puede andarse preguntando si hacer el
bien o no es correcto, porque cuando se actúa como es debido, no necesitamos
tener el juicio de otros, sino la valentía y el coraje para pensar y hacer lo
que sabemos es lo correcto.
Así, en la preciosa historia de Ester encontramos a un hombre de gran
valor cívico, Mardoqueo, padre de crianza de la Reina, que había sembrado en su
hija los valores que sustentaba; el desenlace de la historia tiene un momento
crucial, cuando Mardoqueo le dice a su hija: “No te imagines que por
estar en la casa del rey serás la única que escape con vida de entre todos los
judíos. Si ahora te quedas absolutamente callada, de otra parte vendrán el alivio
y la liberación para los judíos, pero tú y la familia de tu padre perecerán.
¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente para un momento como éste!”
(Ester 4:13,14). Cuando por nuestra indiferencia, comodidad o
identificación con la injusticia, no hacemos caso del coraje cívico que está en
nosotros en un momento dado, entonces es posible que cuando queramos usarlo,
nos sea demasiado tarde.
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Te alabo porque tu poder y gracia no tienen límites. Has creado a las naciones
y le has dado características especiales a cada una de ellas. Pusiste en mí un
amor especial por mi patria terrenal y por la Patria celestial. Me dice tu
Palabra que al final de los tiempos, Tú serás la luz de las naciones. ¡Señor
haz que mi patria esté allí! En el nombre de JESÚS, amén.
Perla
de hoy:
La verdadera libertad no es escoger nuestro propio camino, sino seguir
el camino que Dios nos señala, y tener el valor para andar por él.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo
conmigo?
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