Francisco Aular
Jesús le dijo:
Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos. Mateo 8:22 (RV60)
Ser discípulo de
JESÚS es uno de los grandes privilegios que se le presenta al ser humano, pero
todo honor demanda responsabilidad, y ese es el caso de los seguidores de
JESÚS. En aquellos tiempos, los niños judíos estudiaban en las escuelas
rabínicas hasta los 13 años, después de ese período, dependía de un rabino que
decidiera quedarse con sus mejores candidatos y hacerlos sus discípulos. Este
grupo discipular del rabino lo seguía por dondequiera que
éste iba, comían lo que él comía, y hacían lo que él hacía, además, viajaban
continuamente haciendo los ejercicios espirituales que su mentor hacía, todo
esto, por muchos años, hasta que llegaba el tiempo en que uno de aquellos
discípulos continuaría la labor encomendada por su rabino. De aquellos hombres
dependía que la religión judía siguiera avanzando con todos sus ritos y
prácticas milenarios, en un mundo cambiante. Aquellos que eran rechazados
escogían oficios como pastores de ovejas, carpinteros o pescadores.
Uno se asombra al
ver que JESÚS escogió a sus discípulos de los rechazados por el sistema
educativo-religioso de su tiempo para desafiarlos a ser sus apóstoles. En
efecto, hombres como Simón, Andrés, Jacobo y Juan, el círculo íntimo del Señor eran hombres comunes, sin duda, muy buenos en el oficio
que habían escogido y que ejercían, el de pescadores, hombres de mar curtidos
por el sol y las tempestades, con un trabajo duro y de poco relieve social, si
se comparaba con la carrera hacia el “rabinato” local. ¡Cómo se asombrarían
cuando oían de un tal JESÚS y de sus enseñanzas que traían trastornados a sus
antiguos mentores, los rabinos! Ciertamente, ellos habían conocido a Juan el
Bautista, y algunos lo seguían, pero, un día, vieron a JESÚS y escucharon la
declaración de Juan el Bautista: “…He aquí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo” (Juan 1:29; RV60), y desde aquel
momento siguieron a JESÚS, y paso a paso, el Señor fue buscando a sus
discípulos, a los cuales escogió y les dijo a cada uno: ¡Sígueme!, y ellos obedientemente,
lo siguieron, ¡cuánto honor!, y, así, aquellos pescadores ordinarios, sin
renombre, que habían sido rechazados como discípulos por el rabino local, se
convirtieron en nada más y nada menos que en discípulos del
Rabino Supremo.
Pues bien, la
verdad es que el discipulado es un riesgo porque se trata de trabajar con seres
humanos imperfectos, y confiarles a ellos, la misión más extraordinaria del plan de Dios en esta tierra: Hacer que aquellos que están
muertos y enterrando a los otros muertos, lleguen a poseer la vida eterna por
el nuevo nacimiento por la fe en JESÚS: “Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”
(Juan 17:3; RV60).
Hoy JESÚS nos ofrece
el mismo honor a ti y a mí, tengamos eso, bien claro, y, con humildad, hagamos
nuestras las palabras paulinas: “Recuerden lo que ustedes eran cuando Dios los
eligió. De acuerdo a la gente, muy pocos de ustedes eran sabios, y muy pocos de
ustedes ocupaban puestos de poder o pertenecían a familias importantes. Y aunque
la gente de este mundo piensa que ustedes son tontos y no tienen importancia,
Dios los eligió para que los que se creen sabios entiendan que no saben nada.
Dios eligió a los que, desde el punto de vista humano, son débiles,
despreciables y de poca importancia, para que los que se creen muy importantes
se den cuenta de que en realidad no lo son. Así, Dios ha demostrado que, en
realidad, esa gente no vale nada. Por eso ante Dios nadie tiene
de qué sentirse orgulloso” (1 Corintios 1:26-29; La Biblia en lenguaje actual).
Por eso, ¡Arriésgate a seguir a JESÚS!
Oración:
Amado Padre celestial:
Te alabo oh Dios del cielo por
haberme llamado a un ministerio tan grande; convertirme de la muerte a la vida
por medio de tu Hijo; ser declarado tu hijo, y luego al “tenerme por fiel”,
ponerme como un soldado de tu reino en la tierra. ¡Ayúdame a culminar mi
carrera con gozo! En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla
de hoy:
Para cumplir con el
propósito para el cual naciste en este mundo, escucha a JESÚS y síguelo.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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