Francisco Aular
Cierto día, mientras estos hombres adoraban al Señor y
ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Consagren a Bernabé y a Saulo para el
trabajo especial al cual los he llamado». Así que, después de pasar más tiempo
en ayuno y oración, les impusieron las manos y los enviaron. (Hechos
13:3,4 NTV)
Cuando vemos, en
las Sagradas Escrituras, el mover del Espíritu de Dios sobre las naciones, se
puede palpar una secuencia: Patria, ayuno y oración. Aunque la Biblia menciona
más de setenta veces la práctica del ayuno y la oración es posible que todavía
no tengamos claro el concepto bíblico del ayuno y la oración. La ignorancia en
cuanto al verdadero propósito del ayuno se debe, en parte, al abuso de la
práctica del mismo que algunos grupos religiosos han hecho de esta forma de
adoración. Desafortunadamente, muchos cristianos nacidos de nuevo no tienen un
concepto claro acerca del ayuno y su combinación con la oración. Daremos un
vistazo a esta doctrina.
¿Qué es el ayuno?
Ayunar es abstenerse, voluntaria y deliberadamente, de comida con el propósito
de concentrarse en la oración. Es decirle al Señor: “Padre, te amo y quiero
tener un tiempo largo de comunión contigo”, y no es para solucionar algún
problema en particular. El ayunar no busca
“torcerle el brazo a Dios”, intentando manipularlo o forzarlo para que
responda a mi oración y satisfaga mis deseos. El ayuno me disciplina, al
detener mi rutina habitual, a pasar un mayor tiempo con Él y con su Palabra. En
efecto, los grandes hombres y mujeres de Dios han sido personas de ayuno y
oración. Pero nadie como JESÚS ha mantenido una comunión tan íntima con Dios y
con los humanos, hasta el punto que el comer fuera algo secundario: “Entonces
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del río Jordán. Y el Espíritu lo llevó
al desierto, donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días.
Jesús no comió nada en todo ese tiempo y comenzó a tener mucha hambre” (Lucas
4:1,2; NTV).
Sin embargo, al ayunar
no es asunto de privarnos de comer un tiempo, para después desquitarnos
comiendo y bebiendo sin control. Ayunar no es hacer dieta. Igualmente, nunca
debemos ayunar para impresionar a otros; en el Sermón del Monte, JESÚS dijo:”Cuando
ayunes, que no sea evidente, porque así hacen los hipócritas; pues tratan de
tener una apariencia miserable y andan desarreglados para que la gente los
admire por sus ayunos. Les digo la verdad, no recibirán otra recompensa más que
ésa. Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y péinate. Así, nadie se dará
cuenta de que estás ayunando, excepto tu Padre, quien sabe lo que haces en
privado; y tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará” (Mateo 6:16-18; NTV). ¡JESÚS esperaba que sus discípulos
ayunaran!, por eso dijo, “cuando ayunes.".
Por otra parte,
ayunar y orar es interceder delante de Dios con humildad, contrición,
arrepentimiento y confesión; es vernos a nosotros mismos delante de Dios como
lo que somos, seres humanos pecadores, sin mérito alguno, pero con gratitud por
su gracia al oír nuestro clamor y súplica; ayunar y orar es buscar intensamente
a Dios, sin que lo más valioso, que es la comida, interrumpa mi comunión con
Él. Dios espera que todo avivamiento espiritual que favorezca a la iglesia y a
la patria, surja del corazón de su Pueblo que lo ama y le sirve: “Si se
humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren
mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los
cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14; RV60).
De hecho, los
cristianos nacidos de nuevo del primer siglo, ayunaban y oraban en forma
colectiva, buscando conocer la voluntad de Dios
y tener fuerzas para obedecerla: “Cierto día, mientras estos hombres adoraban
al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Consagren a Bernabé y a Saulo
para el trabajo especial al cual los he llamado». Así que, después de pasar más
tiempo en ayuno y oración, les impusieron las manos y los enviaron” (Hechos
13:3,4; NTV). El ayuno y la oración no son un castigo al cuerpo, ni un tiempo
de aflicción del alma, ¡sino una oportunidad maravillosa que Dios nos ofrece
para amarlo a Él, sin ninguna distracción!, y esto, estando expectantes en fe,
amor y con la esperanza de que su voluntad sea hecha en la tierra como en el
cielo. Nuestro lema ante la evangelización de la patria y el mundo debe ser: ¡Patria, ayuno y oración!
Oración:
Amado Padre Celestial:
Señor, en tus manos quiero poner todo mi ser: espíritu,
alma y cuerpo, sin más mérito que el que tu gracia y amor me han dado. Soy
pecador, frágil, inútil y sin ti, nada puedo hacer. En este momento me quiero
olvidar de todo para concentrarme en ti y en tu Palabra, y después, salir a
conquistar a mi Patria y el mundo para ti. En tus manos me pongo Señor. Hágase
en mí tu voluntad, y no la mía. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
El momento más
importante en nuestro tiempo de ayuno y oración es estar dispuestos a ser parte
de la respuesta que Dios nos da.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para
llevarlo conmigo?
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