Francisco Aular
— ¿Qué haces aquí, Elías? He servido con gran celo al SEÑOR Dios
Todopoderoso; pero el pueblo de Israel ha roto su pacto contigo, derribó tus
altares y mató a cada uno de tus profetas. Yo soy el único que queda con vida,
y ahora me buscan para matarme a mí también. 1 Reyes 19:13b,14 (Nueva traducción viviente)
¿Alguna vez has
pensado en abandonar lo que Dios te comisionó? ¿Te sientes fatigado de tus
mejores intentos y no ves fruto? ¿Sientes en la labor que realizas presiones
que te vienen de todos lados, especialmente, dentro de ti mismo? ¿Has pensado
en rendirte y tirar la toalla? Bueno, tirar la toalla es una
frase prestada del lenguaje boxístico, y significa claudicar, renunciar,
rendirse ante las dificultades de algo. En el boxeo, cuando el entrenador de
uno de los contendientes considera que su pupilo está siendo claramente
derrotado, y el seguir la pelea pone en peligro la salud del boxeador, arroja
la toalla para dar a entender al árbitro que debe parar la pelea y dar como
vencedor al otro púgil.
Permítanme
relatarle una experiencia personal que viene al caso. Yo tenía apenas seis
meses en los caminos del Señor, cuando la iglesia me nombró director de la
Unión Bautista de Preparación; fue la primera responsabilidad que asumí en la
iglesia, y la primera persona nombrada para fundar ese departamento dentro del
liderazgo de la iglesia; el Padre Celestial vino a mi auxilio, como lo ha hecho
siempre que se me ha dado una responsabilidad. Tuve muchas presiones internas,
pero la posibilidad de renunciar nunca vino a mi mente. Entendí que el Señor me
había dado aquella responsabilidad y la tendría que llevar hasta el final del
período designado. Así ha sido toda mi vida frente al liderazgo. Sé que
cualquier decisión que haga afectará, directa o indirectamente, la obra de
Dios. Por ello, y alabado sea Dios por su gracia, no se sabe que yo haya
renunciado a nada en la obra que se me haya pedido hacer.
Es decir, tirar la
toalla no es una opción en mi liderazgo, ¡cuando sé que es una designación del
Señor para mí! ¿Cómo sé que Dios me ha puesto en ese lugar? Bueno, porque no
creo que yo sea un accidente en este mundo, y por lo que Dios me permita ser y
hacer con los dones y talentos que me ha dado para servir en su Nombre en
cualquier lugar en que me coloque; por eso mi lema es el mismo del apóstol Pablo: “Pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea
que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia
acerca de la maravillosa gracia de Dios” (Hechos 20:24; NTV).
En la actitud del profeta Elías -de huid por temor a la diabólica Jezabel,
después de haber sido el instrumento de la divinidad para mostrarle al pueblo
de Israel quién es el verdadero Dios-, encontramos el camino al desánimo en el
liderazgo que termina en la renuncia. La depresión en la que cayó el gran
profeta fue tal, que sus mismas palabras expresan el dolor de su alma y de su
espíritu: “Luego siguió solo todo el día hasta llegar al desierto. Se sentó
bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse: «Basta ya, SEÑOR; quítame la
vida, porque no soy mejor que mis antepasados que ya murieron” (1 Reyes 19:4). Sin embargo, en toda la huida del profeta Elías, él no va solo, Dios
va con él, lo alimenta, lo arrulla, lo sostiene: “Entonces se acostó y durmió
debajo del árbol. Mientras dormía, un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate y
come!». Elías miró a su alrededor, y cerca de su cabeza había un poco de pan
horneado sobre piedras calientes y un jarro de agua. Así que comió y bebió, y
volvió a acostarse” (1 Reyes 19:5,6). Elías cayó en un síndrome que yo denomino
el terrible PY (pobrecito yo).
Así que, como al Profeta, Dios te sostendrá para que termines tu labor con
éxito: “Mientras iban caminando y
conversando, de pronto apareció un carro de fuego, tirado por caballos de
fuego. Pasó entre los dos hombres y los separó, y Elías fue llevado al cielo
por un torbellino” (2 Reyes 2:11). ¡Dios se llevó a Elías directamente para el
cielo sin ver la muerte física! Unos mil años después de la experiencia del
profeta, en solo dos versículos se describe su biografía: “Elías era hombre
sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no
lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y
otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” (Santiago
5:17,18; RV60).
Es posible que como Elías, estés desesperado por las circunstancias, por
las luchas y peligros que te rodean y amenazan tu vida. En lugar de renunciar y
huir, detente, deja que Dios tome tu defensa en sus manos, Él y sólo Él, conoce
tus potencialidades porque te hizo; Él está trabajando, y trabajará contigo
hasta el final que Él mismo te ha designado. En su trabajo con nosotros los
seres humanos, Dios nunca, ¡tira la toalla!
Oración:
Padre Celestial:
En esta hora difícil en que estamos, tú necesitas a
hombres y mujeres que crean, lo que tú en tu gracia has prometido para ellos.
Por favor, dame de tus fuerzas para vencer. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de
hoy:
Cuando estés convencido
de que el trabajo que estás realizando lo haces para la gloria de Dios,
(Colosenses 3:23), la palabra renuncia,
nunca pasará por tu mente.
Interacción:
¿Qué me dice Dios
hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa
a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección
por aprender?
¿Existe una
bendición para disfrutar?
¿Existe un
mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a
evitar?
¿Existe un nuevo
pensamiento para llevarlo conmigo?
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