jueves, 10 de mayo de 2012

Herencia maternal


Francisco Aular
Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también. 2 Timoteo 1:5 (RV60)
Es el año 48 de nuestra, era Pablo y Bernabé entran a Derbe y Listra, y en esa primera visita entre los muchos convertidos, están dos mujeres: Loida y Eunice, madre e hija. Ellas les  ofrecen su hogar al Apóstol y a Bernabé, y posiblemente allí fundan la iglesia. Eunice judía se había casado con un griego en un matrimonio desigual. Cuando un judío se casaba con un gentil, era menospreciado por la comunidad judía. Sin embargo, la fe en Dios de Loida y Eunice es genuina, y permanecen sirviendo al Dios de sus antepasados judíos. Años después, el esposo de Eunice, muere. Le queda un hijo, Timoteo. Eunice, le presenta a Timoteo a Pablo, un jovencito de unos 15 años, Pablo, lo conduce a Cristo, por lo tanto, Timoteo es hijo espiritual del Apóstol. Pablo y Bernabé siguen su camino. Timoteo, siendo tan jovencito se involucra en las actividades de la nueva congregación, conjuntamente con su madre y abuela son los pilares de la iglesia.
Cinco años después, Pablo y su discípulo Silas, entran nuevamente a Listra. Timoteo, su madre y abuela se habían convertido en líderes eficaces, y los ancianos que Pablo había dejado como encargados de la nueva obra, abundan en comentarios al Apóstol, acerca de la buena madera que ven en Timoteo, para llegar muy lejos en la obra. No se equivocaron. Desde allí, Pablo lo desafía para ser su compañero en aquella labor de viajar con él, anunciando el evangelio del amor de Dios. No fue tarea fácil ser discípulo del hombre más grande del cristianismo, después de JESÚS. Más aún, pasar por toda clase de sufrimientos en los cuales, las enfermedades, las cárceles y la muerte eran parte del llamado. En la obra de Dios, ayer, hoy y siempre, a los que estamos al frente de la obra, nos harán falta nuestros “Timoteos” que nos ayuden en todo, no solamente en predicar o enseñar. Timoteo es para Pablo, su mensajero, él va a donde el Apóstol, no puede llegar. Por encima de todo, Timoteo, es un hijo que lo acompaña en la cárcel, cuando otros lo han abandonado.   Así vemos a Timoteo triunfante, sirviendo al Apóstol hasta el final, cuando Pablo es decapitado. Por ello, cuando Pablo, escribe sobre Timoteo, lo hace con una calidez afectiva: “Mi querido hijo” lo llama.
Ahora bien, ¿cómo llegó Timoteo a tener una herencia espiritual tan grande? Se lo debemos a una madre y a una abuela, un par de mujeres llenas de Dios; ellas le habían enseñado desde muy niño, los caminos de Dios; ellas le habían enseñado las profecías que se cumplirían algún en que vendría el Mesías prometido; ellas les habían enseñado a ser hombre al amarlo pero sin mimarlo; ellas le habían enseñado los valores y la genuina fe y responsabilidad en las cosas de Dios; ellas al convertirse al evangelio, lo trajeron a Pablo; luego de la ausencia física del Apóstol en aquellos largos cinco años, le enseñaron y se involucraron con él, en la extensión del reino de Dios; el día en que escucharon que el Apóstol y Silas, pasaría por la iglesia nuevamente en una visita, se prepararon ellas y Timoteo para recibirlos.
Me puedo imaginar las escenas que vinieron después, porque yo mismo también las he vivido, con mis Timoteos, sus madres y sus abuelas. Porque como mi papá decía, -cuando yo era niño- refiriéndose a mi abuelita: “La abuela es nuestra primera mamá”…Así, Timoteo tenía dos madres. Entonces, vino el día en que Pablo, lo desafía para el Ministerio de la Palabra, ellas son las primeras en saberlo. Al enterarse de la noticias, hay lágrimas de gozo, y digámoslo con sinceridad, y lágrimas de tristeza. Por fin llega el día, allí frente al mar, y mientras la brisa los acaricia a los tres, la abuela Loida pasa sus manos arrugadas sobre la camisa del nieto y lo abraza  fuerte, posiblemente, ya tan anciana como lo es, aquel sea su último contacto en esta tierra; igualmente, Eunice, le da los últimos consejos, mientras le acomoda el pelo alborotado de Timoteo por la brisa marina, lo aconseja nuevamente respecto a la conducta y respeto hacia los demás, especialmente con el Apóstol Pablo y Silas, sus compañeros de misión, lo abraza y lo besa en el cuello, lloran ambos, mientras Pablo y Silas comprensivos, miran a corta distancia. Los tres hombres se ponen en marcha, Eunice y  Loida los ven marcharse hasta que en el horizonte son nada más que tres puntos que se pierden en la tarde. Eunice y Loida se abrazan, saben que Timoteo, guardará la fe genuina por Dios y Su obra que ellas le han sembrado desde niño: esa es su herencia maternal.

Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
Hoy mis acciones de gracias delante de Ti, son por las madres y las abuelas que nos ha dado, en sus piernas aprendimos la primera oración, y nos encaminaron hacia el encuentro contigo. Gracias porque llevamos su herencia con nosotros. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Lo más grande que puede hacer una madre o una abuela por el hijo o el nieto llamado por el Señor al Ministerio, es agradecer, callar y orar por él.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?


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