Francisco
Aular
Por la fe se radicó como extranjero en la
tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos
también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de
la cual Dios es arquitecto y constructor. Hebreos 11:9,10 (NVI)
Cuando los desastres naturales, como los
ocurridos recientemente en varios lugares del mundo se llevan miles de vida en
segundos, nos damos cuenta de lo frágiles que somos los seres humanos, y
también, de la brevedad de la vida. Son efímeras también todas nuestras
vanidades con que usualmente nos entretenemos, que nos distraen de la
verdad que solamente estamos de paso.
¡Que el Señor nos dé sabiduría para apropiarnos de la Vida eterna que nos ofrece
en JESÚS! (Juan 14:6). De esta manera, comprenderemos que la muerte física no
es otra cosa que nuestro retorno a casa, en donde Dios nos espera para ser
parte de su familia eterna (Efesios 2:19).
Abraham, aquel hombre que fue llamado el
amigo de Dios estaba consciente de que su tránsito por esta tierra era breve,
así que no se encariñó mucho con su estadía aquí, sabía que iba de paso. Del
mismo pensar era uno de los grandes predicadores de todos los tiempos, el
inglés Charles Haddon Spurgeon, quien dijo:”Vivamos aquí como extranjeros y hagamos
del mundo no un hogar, sino una posada, en la que comemos y nos alojamos,
esperando reanudar nuestro viaje mañana”.
Yo nací en una hacienda de café que
pertenecía a mis tíos, rodeado de árboles frutales y de animales domésticos.
Nuestro hogar, fabricado por mi papá, estaba situado sobre una colina, detrás
de unos árboles de limón, aguacate y naranja. Todavía me acuerdo, cuando 11
años después, en compañía de mi padre, regresé a mi hogar, entonces, él
bromista, a la primera corrió hacia nuestra vieja casa, se encerró y luego
abrió la puerta mientas me decía, haciendo una venia con su sombrero en mano:
“¡Hijo, bienvenido a casa!”.
En el presente, mi mente recuerda otro
viaje, el que estoy realizando ahora, al final de mi vida. La única razón para
que Dios me trajera a esta vida fue conocerlo a Él y su evangelio, y he
cumplido esa razón. Es un poco difícil para algunos pensar como Abraham –el
patriarca llamado también el padre de la fe-, que somos como extranjeros
en la tierra prometida, él sabía que le esperaba la ciudad de cimientos
sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Pues bien, en cuanto a mí, sé
que al final de esta jornada me espera mi Padre Celestial y mi hogar eterno. En
mi caso: Estoy ansioso por llegar allá. Algunos de mis antepasados y
contemporáneos me están esperando. La luz ya está encendida y sé que el Señor
me espera. Me lo imagino así, a sólo segundos de dejar mi cuerpo, Él me
recibirá y me dirá las palabras más hermosas que habré oído hasta entonces:
“¡Hijo, bienvenido a casa!”
Oración:
Amado Padre Celestial: Ayúdame a comprender cada día
esta verdad: Soy un cristiano en construcción hacia lo que debo ser en ti; soy
extranjero y voy hacia mi verdadero hogar. Ayúdame a descansar en tus promesas,
en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Un hijo de Dios no pone su mirada en lo que es
temporal y se queda aquí; sino que pone su vista en lo que se llevará al hogar
que Dios le está preparando como destino eterno.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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