martes, 1 de mayo de 2012

¿Para quién trabajas?


Francisco Aular
faular@hotmail.com

Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo. Colosenses 3:23 (NVI)

Alguien dijo: “No aguardes con las manos cruzadas que te caiga el bien de lo alto. Si es cierto que Dios  sustenta a los pajarillos del aire, también lo es que no les lleva el grano al nido”. La actividad humana que nos permite llevar el pan a la casa se llama trabajo. ¿Qué opinión tenemos del trabajo? Un merengue dominicano de mi época, decía: “…porque el trabajo para mí es un enemigo. El trabajar yo se lo dejo todo al buey porque el trabajo lo hizo Dios como castigo…”, de manera graciosa el compositor proponía que en lugar de trabajar, el ser humano se pasara la vida bailando, y, dejaba el asunto de procurar la comida para la casa a la buena suerte, a la casualidad. Pero el que espera que un golpe de la suerte lo lleve al éxito, tiene que esperar a que los demás le cambien su situación; el que confía en el trabajo y está siempre atento a mejorar en lo que hace, o a emprender una actividad nueva en procura del sustento, produce, él mismo, los cambios. Más aún, el trabajo cambia las circunstancias y conduce al éxito.
La actitud que tenemos frente al trabajo y cómo lo realizamos es muy importante. De eso se trata el consejo paulino de hoy: “trabajen de buena gana, como para el Señor…”. ¿Cómo tener gozo en el trabajo que realizamos? Pablo habla del ser humano nuevo, aquel que tiene una nueva naturaleza, y por lo tanto, una nueva perspectiva de la vida en esta tierra. En efecto, el creyente debe asumir, con toda responsabilidad, las demandas de su vida terrenal, pero, a menudo se encuentra ante situaciones o circunstancias penosas, tareas arduas, difíciles de manejar, como en la presente crisis financiera que estamos viviendo a nivel mundial; es muy complicado poder mantener el gozo del cristiano en este tiempo.
Sobre la actitud ante el trabajo, Pablo nos dice, que el secreto para que sintamos alegría continua en el nuestro es dejar entrar al Señor en cada acción que emprendamos, y llevar a cabo nuestras obligaciones, haciéndolas como para JESÚS, para su honra y gloria. ¡Cuánta verdad existe en este consejo! No es el trabajo sino nuestra actitud frente al mismo lo que tiene valor. No es el trabajo que hacemos sino para quién lo hacemos lo que marca la diferencia.
Así pues, si nos encontramos frente a un trabajo enfadoso, cambian las perspectivas y no será tan fatigoso si lo hacemos para Dios. Esto funciona hasta para el ama de casa y su abrumadora tarea doméstica -que pocos valoran-; ella encontrará una alegría especial al hacerla como para Dios. Igualmente da resultado al esposo, que sale todos los días, en medio del clima despiadado, a realizar sus labores. Como me dijo uno de estos padres de familia, miembro de nuestra iglesia, venía todo lleno de lodo a nuestra reunión del grupo discipular: “¡Pastor, hoy ha sido un día difícil, pero he resuelto que como yo no puedo hacer nada para cambiar este clima, si puedo cambiar mi actitud frente a él…perdóneme que venga así”, a eso, respondí: “Hermano, usted viene vestido de la manera más digna que conozco, como un hombre de trabajo”.
¡Los conflictos internos o externos desaparecen cuando actuamos haciendo el trabajo para Dios y no para los demás seres humanos en este mundo! ¡Cuánto bien hacemos a los que vienen detrás de nosotros! Hay bellos recuerdos en mi vida al evocar a tantos hombres y mujeres que han dado lo mejor de sí con este lema. Y, no solamente yo, todavía recuerdo cuando era pastor de la Iglesia Bautista Emanuel de la Castellana en Caracas, el templo estaba situado al lado del Country Club, la urbanización de la clase alta de la sociedad caraqueña; muchas veces me llamaban a la oficina de nuestra iglesia, buscando a trabajadores evangélicos: “Necesitamos a un jardinero, un carpintero o albañil, una cocinera…”,   y así, con mucho gozo en mi corazón, le daba gracias a Dios por aquellos que habían dejado tan en alto la actitud de nuestros trabajadores, porque ellos habían escuchado a Pablo cuando les aconsejó: Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo. ¿Para quién trabajas tú?

Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
En esta hora difícil para la humanidad tengo la certeza de que vas con nosotros, como lo prometiste. Cuando tu Hijo estuvo  aquí, entre nosotros  se vistió de obrero carpintero. Tú conoces de jornadas largas y fatigosas. Ayúdame a que todo lo que haga hoy en mi trabajo sea para tu honra y gloria. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Nuestra unión con JESÚS es la base para hacer cualquier trabajo como para Él y no para los demás.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tus comentarios