domingo, 13 de mayo de 2012

En el día de las Madres



ROMANCE A UNA MADRE
        
Madre, los que no saben
medir bien el sentimiento,
los que nunca han comprendido
que ser madre es un portento;
te echan la culpa por todo,
voy a probar que no es cierto.
A ti te acusa la escuela,
de mi mal comportamiento,
y hasta el psiquiatra me dice
que son tuyos mis complejos,
y mi esposa que es tu nuera
por las fallas que yo tengo;
y el esposo de mi hermana
lamenta hoy ser tu yerno,
y hasta mi padre critica,
y me extraña mucho oír eso,
como una que compra todo
y lo tiene sin dinero.
Pero yo que te he sentido
como una flor en mi pecho,
yo que he vivido en tu sangre
y soy hueso de tus huesos,
yo que sé cómo te agrada
que todo quede derecho;
y a lo blanco llamas blanco
y a lo negro llamas negro;
no llamas bueno a lo malo
ni a lo malo llamas bueno,
voy a enseñarle a esta gente
que eres mujer de mi pueblo,
lo que he aprendido contigo
no lo enseñan en colegios:
me enseñaste a ser hombre
de ti aprendí el Padre nuestro
me condujiste a Cristo
como el regalo del cielo;
a obedecer a mi padre,
a no faltarle el respeto;
llevarme bien con mis hermanos
sin contiendas y sin celos;
me enseñaste a levantarme
a no quedarme en el suelo.
A andar con la frente en alto
sin miedo y sin misterios…
Y hoy reconozco, madre,
que tu pelo que era negro
se ha puesto blanco por mí
y la nieve de los tiempos;
pero tú, sigues igual,
como cuando éramos tiernos:
“Hijo mío,  ¿te sientes mal?…
¡Abrígate del invierno!…
¡Muchacho se te hace tarde,
es hora de ir al templo!…
Porque quiero que tu esposa
en compañía de mis nietos
vean en ti a un hombre fiel,
sincero y de buen ejemplo…”
¡Madre mía,  aquí me tienes!
He venido de muy lejos…
Madre mía estoy cansado
No es sino un poco de sueño;
quiero dormirme en tus brazos
como cuando era pequeño,
y que sólo pueda oírse
la tenue voz de mis versos,
que me cantes mi canción
con los compases del viento…

©Francisco Aular
Toronto, mayo de 1998

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