martes, 26 de abril de 2011

¡No tires la toalla!

Francisco Aular

— ¿Qué haces aquí, Elías? He servido con gran celo al SEÑOR Dios Todopoderoso; pero el pueblo de Israel ha roto su pacto contigo, derribó tus altares y mató a cada uno de tus profetas. Yo soy el único que queda con vida, y ahora me buscan para matarme a mí también. 1 Reyes 19:13b,14 (Nueva traducción viviente)

¿Alguna vez has pensado en abandonar lo que Dios te comisionó? ¿Te sientes fatigado de tus mejores intentos y no ves fruto? ¿Sientes en la labor que realizas presiones que te vienen de todos lados, especialmente, dentro de ti mismo? ¿Has pensado en rendirte y tirar la toalla? Bueno, tirar la toalla es una frase prestada del lenguaje boxístico, y significa claudicar, renunciar, rendirse ante las dificultades de algo. En el boxeo, cuan­do el entrenador de uno de los contendientes considera que su pupilo está siendo claramente derrotado, y el seguir la pelea pone en peligro la salud del boxeador, arroja la toalla para dar a entender al árbitro que debe parar la pelea y dar como vencedor al otro púgil. 
Permítanme relatarle una experiencia personal que viene al caso. Yo tenía apenas seis meses en los caminos del Señor, cuando la iglesia me nombró director de la Unión Bautista de Preparación; fue la primera responsabilidad que asumí en la iglesia, y la primera persona nombrada para fundar ese departamento dentro del liderazgo de la iglesia; el Padre Celestial vino a mi auxilio, como lo ha hecho siempre que se me ha dado una responsabilidad. Tuve muchas presiones internas, pero la posibilidad de renunciar nunca vino a mi mente. Entendí que el Señor me había dado aquella responsabilidad y la tendría que llevar hasta el final del período designado. Así ha sido toda mi vida frente al liderazgo. Sé que cualquier decisión que haga afectará, directa o indirectamente, la obra de Dios. Por ello, y alabado sea Dios por su gracia, no se sabe que yo haya renunciado a nada en la obra que se me haya pedido hacer. Es decir, tirar la toalla no es una opción en mi liderazgo, ¡cuando sé que es una designación del Señor para mí! ¿Cómo sé que Dios me ha puesto en ese lugar? Bueno, porque no creo que yo sea un accidente en este mundo, y por lo que Dios me permita ser y hacer con los dones y talentos que me ha dado para servir en su Nombre en cualquier lugar en que me coloque; por eso mi lema es el mismo del apóstol Pablo: Pero mi vida no vale nada para mí a menos que la use para terminar la tarea que me asignó el Señor Jesús, la tarea de contarles a otros la Buena Noticia acerca de la maravillosa gracia de Dios” (Hechos 20:24 NTV).
En la actitud del profeta Elías -de huir por temor a la diabólica Jezabel, después de haber sido el instrumento de la divinidad para mostrarle al pueblo de Israel, quién es el verdadero Dios-, encontramos el camino al desánimo en el liderazgo, que termina en la renuncia. La depresión en que cayó el gran profeta fue tal, que sus mismas palabras expresan el dolor de su alma y de su espíritu: “Luego siguió solo todo el día hasta llegar al desierto. Se sentó bajo un solitario árbol de retama y pidió morirse: «Basta ya, SEÑOR; quítame la vida, porque no soy mejor que mis antepasados que ya murieron” (1 Reyes 19:4).  Sin embargo, en toda la huida del profeta Elías, él no va solo, Dios va con él, lo alimenta, lo arrulla, lo sostiene: “Entonces se acostó y durmió debajo del árbol. Mientras dormía, un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate y come!». Elías miró a su alrededor, y cerca de su cabeza había un poco de pan horneado sobre piedras calientes y un jarro de agua. Así que comió y bebió, y volvió a acostarse” (1 Reyes 19:5,6). Elías cayó en un síndrome que yo denomino el terrible PY (pobrecito yo).
Así que, como al Profeta, Dios te sostendrá para que termines tu labor con éxito: “Mientras iban caminando y conversando, de pronto apareció un carro de fuego, tirado por caballos de fuego. Pasó entre los dos hombres y los separó, y Elías fue llevado al cielo por un torbellino” (2 Reyes 2:11). ¡Dios se llevó a Elías directamente para el cielo, sin ver la muerte física! Unos mil años después de la experiencia del profeta, en solo dos versículos se describe su biografía: “Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto” (Santiago 5:17,18 RV60).
Es posible que como Elías, estés desesperado por las circunstancias, por las luchas y peligros que te rodean y amenazan tu vida. En lugar de renunciar y huir, detente, deja que Dios tome tu defensa en sus manos, Él y sólo Él, conoce tus potencialidades porque Él te hizo; Él está trabajando, y trabajará contigo hasta el final que Él mismo te ha designado. En su trabajo con nosotros los seres humanos, Dios nunca ¡tira la toalla!


Oración:
Padre Celestial:
En esta hora difícil en que estamos, tú necesitas a hombres y mujeres que crean, lo que tú en tu gracia has prometido para ellos. Por favor, dame de tus fuerzas para vencer. En el nombre de JESÚS. Amén.


Perla de hoy:
Cuando estés convencido de que el trabajo que estás realizando lo haces para la gloria de Dios, (Colosenses 3:23), la palabra renuncia, nunca pasará por tu mente.


Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?
 

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