jueves, 28 de abril de 2011

El gozo de la salvación

Francisco Aular

Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. Juan 4:24 (NTV)

Fue el jueves santo de 1963 que leyendo la Biblia me arrodillé en la azotea de mi casa, frente a la inmensidad del cerro El Ávila, en Caracas. En efecto, Dios me habló a través de la Biblia, al leer la oración sacerdotal de JESÚS: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17:20, RV60). En aquel momento privado, me arrodillé, por primera vez -sabiendo lo que hacía- ante mi Creador, y puse toda mi fe y confianza solamente en JESÚS, quien es el Hijo de Dios, y vino a morir por los pecadores; pero en aquel inolvidable momento me di cuenta que Él había muerto, y que fue sepultado y resucitó por mí; allí, las palabras que había leído del Señor, cuando dijo:Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”, en Juan 14:6, ¡cobraron vida! ¡Se hicieron carne de mi carne y hueso de mis huesos! Desde niño yo había tenido inclinaciones religiosas, practicaba los ritos de mi religión y rezaba; pero frente a la verdadera adoración al Dios vivo y al obedecerlo para tener la relación personal con Él, entré en una dimensión espiritual que es igual a nacer de nuevo (Juan 3:3), y desde aquel momento, mi vida no ha sido igual.
Pues bien, el diccionario nos dice que adoración es el “culto que se da a algo que es o se considera divino”, también señala que es “el amor muy profundo que sentimos por alguien”, como por ejemplo, a la familia. Esto nos lleva a una pregunta, ¿qué es la adoración cristiana? Su respuesta es dada por el mismo Señor a la samaritana: Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. La teología nos enseña que el ser humano es tripartito, “y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 5:23, RV60). Nosotros estamos acostumbrados a ver el ser humano como el cuerpo, nada más, pero la parte más importante en cuanto a la relación con Dios es el espíritu porque allí habita la capacidad de la adoración, la conciencia y la intuición. Sin embargo, debido a la separación de Adán y Eva del compañerismo con Dios, nacemos con el espíritu humano “muerto” en su relación verdadera, genuina y real con su Creador. Sí, el ser humano en su espíritu está muerto sin JESÚS:Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mateo 8:28, RV60), y el apóstol Pablo dice: “Antes ustedes estaban muertos a causa de su desobediencia y sus muchos pecados. Vivían en pecado, igual que el resto de la gente, obedeciendo al diablo —el líder de los poderes del mundo invisible—, quien es el espíritu que actúa en el corazón de los que se niegan a obedecer a Dios” (Efesios 2:1,2 NTV). Por eso, las palabras de JESÚS cobran su razón de ser: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (…) Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 10:10b; 11:25, RV60). En realidad, JESÚS mismo es nuestra vida espiritual, la vida eterna “Zoé”, sin Él, el espíritu humano está muerto: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3 RV60); más claro aún: “Y lo que Dios ha dicho es que él nos ha dado vida eterna, y que tendremos esa vida si creemos en su Hijo. Si vivimos unidos al Hijo de Dios tenemos vida eterna. Si no vivimos unidos al Hijo de Dios, no tenemos vida eterna” (1 Juan 5:11,12, NTV).
Volviendo a mi experiencia inicial de adoración en la cual acepté el regalo de la vida eterna en JESÚS, en aquellos primeros días de mi fe cristiana yo no sabía mucho de la Biblia, y por supuesto nada de teología. Sin embargo, los cultos de la iglesia, la conversación de las verdades espirituales con los que llevaban más años que yo en el Evangelio, los tiempos de oración con sus vigilias y ayunos voluntarios, los himnos que cantábamos, el deseo de agradar a Dios en todo lo que pensaba, hablaba y hacía, me revelaban que estaba “adorando en espíritu y en verdad”. La adoración en espíritu, desde luego tiene muchas facetas, pero estaba convencido de que todo lo que hacía para agradar a Dios y en gratitud por una salvación tan grande, me llenaban, me llenan y llenarán del gozo de la adoración.


Oración:
Señor:
¡Yo estoy muy gozoso de poderte adorarte en espíritu y en verdad! Por eso, ¡todo el tiempo te bendeciré! ¡Mis labios siempre te alabarán! ¡He pasado la vida invitando a otros a que se gocen conmigo en este banquete espiritual al cual me invitas a cada momento de mi existencia temporal! Les digo a los que tú quieres darles vida: ¡Únanse a mí, y juntos alabemos  la grandeza de Dios! Un día me postré delante de ti, y te pedí, oh Dios, que me ayudaras, y tu respuesta fue positiva y no se hizo esperar: ¡Me libraste del miedo que tenía a vivir y a morir! Señor el que a ti acude se llena de alegría y jamás pasa vergüenza porque Tú eres el Señor de señores y el Rey de reyes, y nos dejas caído al que te busca. Ayúdame para que con este gozo pueda exclamar: ¡Vengan, vengan conmigo!, y les diga: Yo, que nada valgo, llamé a Dios, y él me oyó, y me salvó de todas mis angustias. En el nombre de JESÚS. Amén


Perla de hoy:
La adoración en espíritu y en verdad pone una canción en nuestro corazón y una sonrisa en nuestros rostros para siempre.


Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?

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