Francisco Aular
Alegrémonos y llenémonos de gozo y démosle honor a él,
porque el tiempo ha llegado para la boda del Cordero, y su novia se ha preparado. Apocalipsis 19:7 (NTV)
porque el tiempo ha llegado para la boda del Cordero, y su novia se ha preparado. Apocalipsis 19:7 (NTV)
Sin importar la emoción que uno sienta frente a la boda de hoy del príncipe Guillermo y su novia Kate Middleton, ya el matrimonio es un hecho. Todas las expectativas y el amplio despliegue mediático de este acontecimiento, ya han sido satisfechos. No hay nada que hacer, sino dar gracias al Señor porque la institución del matrimonio, la boda, sigue siendo una ocasión feliz. Nos hace bien a todos ver a estos jóvenes, Guillermo y Kate, resaltar la importancia del matrimonio, como un valor fundamental en toda nuestra cultura cristiana. Una boda es el momento en que dos seres humanos, hombre y mujer se unen por los lazos del amor; es la ocasión cuando toda la emoción que puede sentirse en dos corazones explota, y se unen dos voluntades poniendo lo mejor de sí mismas, para llegar a ser una sola, delante de Dios y la sociedad. Esta clase de unión ha sobrevivido, desde que Dios realizó la primera boda, la de Adán y Eva, cuando dijo: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24, RV60).
En la Biblia la unión de JESÚS y su Iglesia se compara con una boda. Todo matrimonio es un pacto entre las partes contrayentes, e igualmente, la unión de JESÚS con su pueblo al final de los tiempos. De hecho, así como Génesis comienza con una boda, Apocalipsis termina con la Boda del Cordero y su novia, la Iglesia. Una comprensión mejor de este hecho en el plan divino de la salvación es saber cómo era una boda entre judíos en la época de JESÚS. En efecto, los padres, cuando todavía sus hijos eran niños, solían arreglar el contrato matrimonial y se pagaba la dote; después, cuando la pareja de niños llegaba a la edad adulta, a una edad conveniente para los contrayentes, el novio y sus amigos, iban a la casa de la novia para buscarla y escoltarla a la casa del novio (Mateo 25:1-13); y como acto final de la celebración, el novio introducía a la novia en su propia casa y se celebraba el banquete con la asistencia de familiares, amigos y otros invitados (Juan 1:1-12). Todo este proceso está implicado para el evento final de la historia, en la cual, todo el sufrimiento de los cristianos y de la humanidad, contados desde el capítulo cuatro del Apocalipsis hasta el capítulo dieciocho, terminará. Acto seguido, en el capítulo diecinueve, surgen alabanzas en el cielo. Dios escoge el cuadro de un matrimonio para ilustrar el glorioso momento cuando nos hacemos uno con el Señor para siempre. De esta manera, si en las bodas de hoy del príncipe Guillermo y de Kate, se estima que será visto por dos mil millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, no todos son parte de esas bodas. No será así con los cristianos, porque en las bodas del Cordero ¡Todos formaremos parte para unirnos al Rey de reyes y Señor de señores! Porque la Iglesia es la Novia, escogida para Él antes de que el mundo fuese; su Novio vino y firmó el contrato matrimonial con su propia sangre (Efesios 5:26,27), JESÚS vendrá por su Esposa, muy pronto, en el arrebatamiento; y luego, en el cielo se efectuara el magno acontecimiento: Las bodas del Cordero.
¿Cuándo será este magno acontecimiento? Lo veo así, más de trescientas profecías se cumplen exactamente en JESÚS, no existe ninguna razón por la cual, Dios no cumpla su promesa. ¡Yo le creo a Él y tengo toda confianza que vendrá como lo ha prometido! Hablando de esto, el gran teólogo español Francisco Lacueva, termina su precioso libro Apocalipsis con la siguiente ilustración:
“La fantasía lo ha descrito el acontecimiento bajo la imagen de una doncella cuyo prometido la dejó para ir de viaje a la Tierra Santa, con la promesa que, a su regreso, la haría su esposa amada. Muchos le decían a ella que jamás volvería a verlo. Pero ella creía en la palabra de él y, tarde tras tarde, bajaba al solitario puerto y encendía una luz frente a las rugientes olas, para dar la bienvenida al navío que había de devolverle a su amado… Así también, aquel bendito Señor que nos ha amado hasta la muerte, se ha marchado a la misteriosa Tierra Santa de los cielos, prometiendo que, a su vuelta, nos tomará como a su dichosa y eterna Esposa. Algunos dicen que se ha ido para siempre y que nunca más lo veremos aquí. Pero su última palabra fue: “¡Sí, vengo presto!”…Y alguna de esas noches, mientras el mundo está ocupado en sus alegres frivolidades, riéndose de la doncella del puerto, una forma se levantará de las turgentes olas, como otrora en Galilea, a vindicar para siempre toda esa espera y devoción, y traer a ese fiel y constante corazón un gozo, una alegría y un triunfo que nunca tendrá fin”. Con lágrimas en mis ojos, digo: “¡Sí, ven, Señor JESÚS!” (Apocalipsis 22:20).
Oración:
Gracias Padre eterno, por poner alas a mi esperanza y saber que muy pronto te vea cara a cara. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La vida puede ser dura aun para los que estamos en la fe viviente de nuestro amado JESÚS, pero la suma total de nuestra felicidad es la esperanza del pronto retorno del Amado.
Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?
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