Francisco Aular
Quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. 2 Corintios 1:4 (NVI)
Anthony de Mello en su libro ¿Quién puede hacer que amanezca?, nos cuenta lo siguiente: "Una mujer que se hallaba muy afligida acudió al Maestro en busca de consuelo. Él la escuchó pacientemente mientras ella se desahogaba contando su historia de infortunios. Cuando la mujer acabó de hablar, el Maestro dijo delicadamente: "Yo no puedo eliminar tus lágrimas, querida. Lo único que puedo hacer es enseñarte a santificarlas".
Como personas sensibles y solidarias siempre tratamos de hacer lo correcto en los momentos de crisis de nuestro prójimo, sin embargo, ¿qué podemos hacer cuando una persona está sufriendo terriblemente? –la muerte de un hijo es el mayor de los sufrimientos que pueda padecer una persona-. Al intentar consolar a las personas que se encuentran de duelo, aunque nuestras palabras sean bien intencionadas, recurrimos a frases gastadas, como por ejemplo: "Él -o ella- está ahora en un mejor lugar"; "Dios se lo llevó porque lo necesitaba"; y si el que murió era un anciano, solemos decir: "por lo menos vivió una vida completa"; en todo caso, todos los buenos intentos por consolar y de dar una respuesta de por qué la persona murió, caen en el vacío.
Todos los que conocimos a mi siempre recordado hermano en Cristo y amigo, el doctor Luc Eustache, sabemos que había desarrollado un sentido gregario y de amistad muy profundos, muchas veces coincidimos donde alguna persona amiga de ambos estaba pasando por alguna crisis de la vida. Una vez, nos encontramos en un cementerio para despedir a otro eminente médico que había fallecido, nos acercamos a los dolientes, y dejé que él expresara a los familiares el pésame, e hice lo que mi hermano de gran experiencia hizo: Abrazaba bien fuerte a cada uno de los dolientes, y les decía: "Estoy orando al Señor por ustedes; él nos consuela en todas las tribulaciones". Como ya lo he dicho, el Dr. Eustache había llegado a la conclusión de ser amigo siempre, y más, en todas las ocasiones importantes. Así me lo encontraba también en bodas, en reuniones de graduación, en cumpleaños, en el hospital, y como ya los dije en cementerios. Por cierto, esa manera de ver la vida se las transmitió a sus hijos y nietos, así que cuando falleció mi madre, Michell, su hijo mayor, estuvo a mi lado; cuando falleció mi suegro, entre las personas que recuerdo en el cementerio, estaba el nieto del Dr. Eustache, el joven Michel Eugenio, él se me acercó, me abrazó y me dijo: "Pastor, estoy representando a mi familia y especialmente a mi abuelo"… ¡Verdaderamente fui consolado!
Oración:
Señor Todopoderoso:
Gracias por dar tu consuelo al corazón afligido. He pasado varias veces por tribulaciones, pero he sentido tu cercanía de manera muy real. Puedo decir que gracias a Ti, la presencia y el afecto de mis seres queridos y de los amigos, mediante los gestos de amor y cuidado vinieron a compartir mi pena y angustia. Tú me has consolado por Tu Palabra: "Porque tendrás al SEÑOR por luz eterna, y se habrán acabado los días de tu luto. Isaías 60:20b (LBLA). Igualmente, me has consolado por las oraciones de mis amados hermanos; así estoy listo para consolar también a otros. ¡Alabado sea Tu nombre por todo ello! En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Nunca se nos debe olvidar que el ocaso de un país es el amanecer en otro.
Interacción:
¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra?
Y en respuesta a ello…
¿Qué le dices tú a Él?
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