Francisco Aular
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Pasaje devocional: 1 Juan 4.17-21
Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano. Juan 4.21
Estamos en la ciudad de Éfeso y corre la novena década del primer siglo del cristianismo. Un anciano de noventa años y cabellera blanca, entra a la congregación en donde es miembro, tiene un bastón en donde se apoya y es auxiliado para llevarlo al lugar en donde será sentado.
Su voz está débil pero su lucidez mental es firme. El pastor de la iglesia lo aprecia, y nunca quiere perder la oportunidad de que Juan, el Apóstol y escritor, diga algo a la congregación, le pasa la palabra, todas las miradas se dirigen hacia él. Entonces, Juan se pone en pie y les dice: "Queridos hijos, ámense los unos a los otros". Cuando se le preguntaba la razón de sus palabras dadas en todas las congregaciones por donde iba, respondía: "Es el mandamiento del Señor, y si solo esto se hace, es suficiente".
Juan, fue el instrumento humano que usó el Espíritu Santo para escribir: El evangelio de San Juan, tres epístolas, y el Apocalipsis. Su evangelio y las tres epístolas, tienen una escritura sencilla y fresca, por eso los que no están familiarizados con las Escrituras, lo pueden entender fácilmente.
El Apocalipsis, es profundo pero su interpretación, debió llenar de consuelo y de esperanza a sus primeros receptores como a nosotros en el día de hoy.
Por mi parte, DIOS utilizó el evangelio de Juan, capítulo diecisiete y versículo veinte para hablarme. En pocos meses cumpliré seis décadas de aquel momento. En aquella tarde inolvidable del 11 de abril de 1963, bajo la convicción del Espíritu Santo, Él me llevó por Su gracia al evangelio de Juan, y allí encontré, este texto con un resplandor áureo para mí: “Pero no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos”. (Juan 17:20,RV60). Usted no puede ni imaginarse, después de entender que el SEÑOR bendito, en la noche anterior a su crucifixión: ¡Había orado por mí, lloré de gratitud!
No me averguenza decir que, siento esa misma sensación cada vez que toco mi testimonio personal. Imagínese, ¡cuántas veces en sesenta años de aquel encuentro: he leído todo ese pasaje, he hecho estudios bíblicos, he predicado y he escrito! La oración de arrepentimiento de mis pecados, el creer que DIOS me perdona, y depositar toda mi vida, mi fe y confianza sobre JESUCRISTO, como mi único y suficiente SALVADOR Y SEÑOR. ¡Me puso en marcha para vivir lo que he vivido y hasta el último segundo de mi vida!
¡Me cambió y todavía me transforma a medida que me acerco a mi encuentro definitivo con mi SEÑOR, cara a cara!
Nuevamente, siento que la única razón de vivir esta vida es la gratitud a DIOS por haberme amado tanto. Eso hace que no se me haga imposible amar a quienes DIOS amó. Amar a Su iglesia y amar a los que no, le conocen. ¡Alabado sea el nombre de DIOS!
El amor es uno de los temas favoritos de Juan, en su evangelio y sus tres epístolas. En esos escritos Juan hace alusión al amor más de ¡ochenta veces! Ser un creyente genuino, íntegro, leal fue la meta del Apóstol desde el principio de su vida cristiana hasta el final. ¡Esa debe ser nuestra meta también!
Desde el comienzo del ministerio del apóstol Juan, en su época infantil de la fe, él quería imponer la verdad de ser necesario por la fuerza: "Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía" (Marcos 9.38).
Pero JESÚS, le enseñó que la verdad y el amor deben marchar juntos. Es la ternura, la compasión que nos da el amor que abre la puerta para que la verdad obre. No son los otros los que deben nivelar nuestra fe por lo que dicen o hagan. El verdadero nivel es el amor por los demás: “Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado”. (Romanos 5:5, RVC).
Si usted, es un cristiano nacido de nuevo; pero es de los que piensa que tiene una medida muy pequeña para amar a los demás: ¡No llame a DIOS mentiroso! ¡Su fuente de amor es el corazón, llenado hasta desbordarse, del amor de DIOS!
¡Úselo, derrámelo sobre los otros!
¡Hoy, día del SEÑOR, lo invitamos a nuestra iglesia. Eso sí, venga dispuesto a amar y a ser amado con el amor de DIOS!
¡Adelante, siempre adelante!
PADRE NUESTRO:
Te ruego que me ayudes a amar a otros con Tu amor en mí. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Roguemos al PADRE que nos permita andar en la verdad con amor.
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