Perlas del Alma
Francisco Aular
faular@hotmail.com
Pasaje devocional: Salmo 42.1-11
¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.
Salmo 42:11
“Algunos quieren vivir con el sonido de la campana de la Iglesia o Capilla, yo quiero dirigir un Taller de Rescate a un metro del infierno”.
C.T. Studd (1860-1931, misionero inglés)
Sin duda en la historia de las misiones modernas, los valientes misioneros y sus familias, desde Guillermo Carey (1761-1834), se enfrentaron a los peligros y sin duda pasaron por pruebas muy difíciles entre ellas la persecución, cárcel, el desánimo y la muerte.
Sin embargo, abrieron caminos y el Evangelio de la Palabra de DIOS, nos llegó a nosotros. Saber estas cosas me entusiasma, y me sigue desafiando con fervor santo y para la gloria de DIOS.
Al caminar por los senderos de la Biblia nos encontramos a menudo con un hecho: el punto de partida para salir airosos en la labor que nos ha tocado hacer, se asciende o desciende por el estado de ánimo que tengamos.
Sin embargo, no es pecado estar un poco desanimado, el pecado está en dejarnos dominar por el desánimo. Grandes hombres de DIOS pasaron por el desánimo como Job, Nehemías, Elías, Jeremías y para no ser tan extenso Juan el Bautista. Pero todos ellos, se libraron del desánimo.
El ánimo es la fuerza que nos pone en acción, el desánimo nos quita la fuerza. Aquí el salmista eleva su alma deprimida por la nostalgia de los éxitos del pasado, el asecho de sus enemigos y los recuerdos de Jerusalén con su templo.
Pareciera que el salmista ha tocado fondo y no le queda ni las esperanzas para salir adelante; pero nuestro DIOS está allí en esos momentos, cuando el ser humano conoce y reconoce su desvalimiento, y no le quedan asideros de donde agarrarse, porque pareciera que todas las vigas de sustentamiento crujen y ceden ante su peso. Entonces, DIOS que hasta ese momento ha estado acompañándolo sin que el salmista lo note, se levanta en el camino, como la única columna de seguridad del creyente.
La tentación permanente del ser humano es la idolatría, es decir, poner cualquier cosa entre él y DIOS: éxito, fuerza, poder, juventud, sexo, negocio, dinero, belleza y el activismo político, deportivo o religioso, seducen al ser humano, y el ser humano se deja seducir, y dobla sus rodillas ante estas cosas que lo mantienen ocupado y sin tiempo para DIOS.
Un día se da cuenta de que el gusano roe las entrañas de sus ídolos. En esa hora cuando los sueños huyen, los muros se vienen abajo piedra por piedra, y es capaz de pensar la brevedad de su paso por este mundo. Precisamente en esas condiciones el ser humano queda desnudo y desarmado ante la realidad.
Este puede ser el momento del último aletazo del desánimo. Ahora, una frescura espiritual le da impulsos, el entusiasmo lo pone en pie. Comience su alabanza a DIOS “porque aún he de alabarle”… En esas condiciones vuelve el amor por la Biblia, la oración, su familia y su iglesia. Asume de nuevo el hecho de su triunfo en CRISTO. Su amor a DIOS es consistente y lo asume como su única esperanza, y exclama este grito de victoria: “Salvación mía y Dios mío”.
Oración:
PADRE ETERNO:
Tú, tienes la última Palabra en mi vida. Creo que renuevas mis fuerzas que me mantienen en pie. Ayúdame a contagiar a otros como tú lo haces conmigo. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
De gracias al SEÑOR porque nunca estaremos tan desanimados que no contemos con Su Presencia a nuestro lado.
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