jueves, 24 de marzo de 2022

EL PODER SALVADOR DE LA SANGRE DE JESÚS

Francisco Aular
Lectura devocional: 1 de Juan 1:1-10
Y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Juan 1:7

Una madre campesina con su niño de nueve años, quien apenas puede caminar, llegan al Servicio de Emergencias del Hospital de Niños de la esquina de Pirineos: J M de los Ríos, en Caracas, Venezuela. El viaje ha sido largo y pesado, pues vienen de un pueblito llamado, Albarico, cerca de San Felipe en el estado Yaracuy. En la parte centro occidental del país de Venezuela. 

_Señora, le dice el médico a la buena mujer que llora desconsoladamente- "no le oculto la verdad: el muchacho está sumamente grave pero aquí haremos todo lo posible por salvarle la vida. Sin embargo, usted tiene que conseguirme ahora mismo un donante de sangre para el niño, preferiblemente un familiar que esté sano." 

En aquel atardecer lluvioso del mes de mayo de 1955, la mujer sale a toda prisa en busca de un pariente cercano de aquel niño moribundo, que vivía en Caracas. Mas regresa, ya de noche con la mala nueva al médico tratante: "No he conseguido sangre doctor"…Mientras tanto el niño, siente que sus fuerzas se le están marchando, cuando oye la voz resuelta del joven galeno: 

_ ¡Señora el niño tiene mi mismo tipo de sangre!". Acostados en sendas camillas, en un lado el muchacho enfermo y al otro lado un hombre fuerte con su brazo desnudo y extendido hacia el niño, se hace la transfusión. Durante el tiempo que, la sangre corre gota a gota de un brazo al otro, una enfermera solícita, vigila que todo el proceso no tenga contratiempos y da palabras de aliento y de esperanza tanto al enfermo como al providencial donante. Una vez más, la vida en la sangre había ahuyentado la muerte… 

Más de sesenta años han transcurrido entre aquella historia y nuestros días, pero aún el pulso me tiembla y el corazón se me acelera, mientras exclamo con todas mis fuerzas: 

¡Bendito seas médico anónimo, porque aquel niño: era yo! 

Años después, la noche del 21 de enero de 1962, estuve en el Nuevo Circo de Caracas para ver y oír al gran predicador estadounidense Billy Graham, -su única presentación en Caracas- entre los himnos que se cantaron aquella noche, estaba este: “¿Quieres ser salvo de toda maldad?”. Escuché al predicador y su magnífico intérprete. En aquella ocasión, no hice ninguna manifestación de fe; pero me aprendí el coro de ese himno y lo fui cantando de regreso a mi casa…La semilla quedó sembrada y un año, después vine a CRISTO. ¡y fui salvo por el poder de la sangre de JESÚS! 

¿Quieres ser salvo de toda maldad?
Tan sólo hay poder en mi Jesús. 
¿Quieres vivir y gozar santidad? 
Tan sólo hay poder en Jesús. 
Coro:
Hay poder, poder, sin igual poder,
en Jesús, quien murió,
hay poder, poder, sin igual poder
en la sangre, que él vertió. 
II 
¿Quieres ser libre de orgullo y pasión?
Tan sólo hay poder en mi Jesús.
¿Quieres vencer toda cruel tentación?
Tan sólo hay poder en Jesús. 
Coro: 
Hay poder, poder, sin igual poder,
en Jesús, quien murió,
hay poder, poder, sin igual poder
en la sangre, que él vertió. 
III 
¿Quieres servir a tu rey Señor?
Tan sólo hay poder en Jesús.
Ven y ser salvo podrás en su amor;
tan sólo hay poder en Jesús. 
Coro:
Hay poder, poder, sin igual poder,
en Jesús, quien murió,
hay poder, poder, sin igual poder
en la sangre, que él vertió. 
(ENHP#68, CBP, El Paso, TX)1953 

Oración: 
Amado JESÚS, la sangre que derramaste a mi favor en el Calvario, se hace poderosa en mí, después de mi segundo nacimiento. No hay manera de agradecerte el hecho de que no sólo me diste una vida biológica y me la has cuidado en tantas formas aquí en la tierra, sino también, me has dado la Vida eterna en ti para colocarme en el cielo. ¡Por todo esto hoy proclamo que hay poder en tu sangre preciosa y que los brazos de la cruz están abiertos para todo pecador! Me postro delante de ti y la victoria del Calvario, porque no fuiste allí para ser derrotado, sino para triunfar. ¡Tú eres en mí, mi esperanza de gloria! Amén. 
Perla de hoy: 
La cruz de JESÚS, y su sangre vertida a nuestro favor, así como hasta los pequeños detalles de nuestra vida, son la evidencia suprema del amor de DIOS.

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