Se celebraba la Escuela Bíblica de Vacaciones en pleno verano, la lección de aquel día hablaba de la fortaleza del cristiano. En el segundo piso del edificio, la maestra del grupo de los niños de seis a ocho años tuvo la idea de invitar al pastor de la iglesia para que él diera la aplicación final de la clase. El pastor se preparó con tiempo para ello, se le ocurrió vestirse de “Superman”. Entró de repente al salón clases, moviendo su capa, los niños más pequeños ¡estaban emocionados al ver al conocido personaje! Uno de ellos preguntó: “¿Tú eres superman?” Sí, dijo el “Superman” mostrando sus músculos y la enorme “S” roja en medio de su pecho. “¡Muy bien!” Exclamó el niño: “¡Lánzate por la ventana y vuela!” … Aquel niño había ratificado con su petición lo del conocido proverbio: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.
¿Quién es el fuerte? En la vida cristiana, nuestra fortaleza proviene de DIOS. De hecho, la fortaleza no es virtud humana, somos débiles. En la conocida “Oración de Ana” en el primer libro de Samuel, aquella mujer sabia lo expresa en su poema al poder de DIOS: “Nadie es santo como el Señor; no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él!”. San Pablo advirtió: “Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer.” (1 Corintios 10:12, NVI). En aquella época-y todavía en algunos círculos esotéricos-, algunos filósofos enseñaban que el ser humano podía ejercitarse mentalmente de tal manera que sin necesidad de DIOS podían vencer su naturaleza pecaminosa; es más el ser humano podía llegar a ser su propio dios. Para ellos, tal asunto como creer en JESÚS y ser salvo, era una locura. Contra ellos Pablo escribe: “Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana. (1 Corintios 1:25).
¿Quién es el fuerte? Mi gran problema es la firmeza de mi carácter en medio de las circunstancias de la vida. Hacer buenos propósitos y establecerse metas es fácil. Lo verdaderamente difícil es cumplirlos; aferrarse a ello como un perro a su hueso y no soltarlos hasta realizarlos. Tampoco es difícil hacer alarde de nuestros talentos y dones, la arrogancia toma matices muchas veces de falsa humildad. Necesito toda la ayuda de DIOS para darle a Él la honra, el poder y la gloria por lo que soy y por lo que hago, si hubiese algo digno de alabanza en ello.
¿Quién es el fuerte? La verdad es que no necesito ir muy lejos para buscar la raíz del problema porque mi carnalidad y naturaleza débil, todavía viajan conmigo. Otra vez, voy a consultar a mi teólogo favorito San Pablo, buscando su apoyo y me estremece su franca respuesta: “De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí. Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal.” (Romano 7:19-21, NVI).
¿Quién es el fuerte? Algunos cristianos amigos míos, sin duda sinceros, pero equivocados, creen que ellos son ¡impecables! Evidentemente Pablo, no era uno de ellos: “¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?” (Romanos 7:24, NVI). Suele ser más fácil enfrentarse a un gran peligro y vencerlo que admitir humildemente que debo dominarme a mi mismo dándole el control a DIOS, como clamó el Apóstol: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” (Romanos 7:25, NVI).
¿Quién es el fuerte? El autor de la Epístola a los Romanos me hace recordar aquellas películas de acción; los malos han logrado someter a todo un pueblo; surge un hombre para enfrentar él solo a los malos que son pocos, pero bien armados y no juegan limpio; le hacen trampas a nuestro héroe, lo humillan, lo amenazan de muerte; llega el inevitable momento de la escena final, los enemigos de nuestro héroe están por todas partes, lo atrapan y lo humillan, parece que no hay salida. Pero de repente, nuestro héroe saca fuerzas de donde menos se esperaba, y mientras él pelea, sabemos que todavía es débil. ¿Vencerán los malos?; pero en el horizonte, la gente buena, esa que nunca se mete con nadie, se ha unido y vienen en ayuda, los malos empiezan a huir. La gente que está en el cine, los espectadores, también se entusiasman se ponen de pie y aplauden.
¿Quién es el fuerte? ¡Nuestro héroe está allí, el bien ha triunfado sobre el mal! Me imagino al Apóstol escribiendo con lágrimas, la derrota de todo ser humano pecador y separado de DIOS. De repente ve a JESÚS entrar a la escena principal. ¡JESÚS es nuestro Héroe del plan de DIOS para el hombre perdido! -Prometido desde antes de la fundación del mundo-; JESÚS hizo Su entrada triunfal en una Navidad y entregó Su preciosa Vida en una Semana Santa.
¿Quién es el fuerte? ¡JESÚS nuestro SEÑOR Y SALVADOR, se levantó de los muertos y ahora está en los cielos y de allí volverá en gloria para llevarnos con Él! JESÚS dio Su sangre para salvarnos, y por Su resurrección, nos libra para siempre “de este cuerpo de muerte” Sí, esta es la verdad: ¡Soy libre, soy libre! Me pongo de pie en la escena final. ¡JESÚS es el DIOS TODOPODEROSO como Ana, exclamo: “Nadie es santo como el Señor; no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él!”. Y por eso, con San Pablo proclamo la victoria que tenemos porque el Fuerte y Verdadero ha vencido, nosotros también vencemos: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” (Romanos 7:25). Tenía razón Samuel: “Él guiará los pasos de sus fieles, pero los malvados se perderán entre las sombras. ¡Nadie triunfa por sus propias fuerzas!” (1 Samuel 2:9 NVI).
¡Adelante, siempre adelante!
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